La interminable tragedia de L¨ªbano
LA FIRMA, el 28 de diciembre pasado, de un pacto de paz entre las principales milicias libanesas que se han enfrentado durante m¨¢s de diez a?os en una guerra civil despert¨® muchas esperanzas. Ese pacto, elaborado gracias a las gestiones del Gobierno sirio, y firmado solemnemente en Damasco, supone un reconocimiento del papel especial que Siria desempe?a respecto a L¨ªbano. Pero esa injerencia, una especie de protectorado de Siria, es hoy una realidad objetiva, reconocida por todas las fuerzas libanesas razonables, y por la opini¨®n internacional. Lo importante es que, en este caso, la influencia siria se ha ejercido con fines de paz y no para atizar choques o matanzas. El rasgo m¨¢s importante del pacto de Damasco es que no se limita a medidas inmediatas de tregua, sino que estipula la formaci¨®n de un Gobierno m¨¢s representativo que el actual, unas elecciones parlamentarias en el plazo de un a?o y la elaboraci¨®n de una nueva Constituci¨®n.L¨ªbano vive hoy al borde del abismo y su existencia como Estado es casi una ficci¨®n. De hecho est¨¢ convertido en un mosaico de territorios controlados por diversos grupos armados. El secuestro de dos funcionarios de nuestra embajada y de un polic¨ªa espa?ol, al lado de otros casos semejantes, refleja la ausencia de una autoridad estatal. Y una situaci¨®n as¨ª no se supera con medidas de urgencia. Lo que se requiere es una verdadera reconstrucci¨®n nacional, que s¨®lo ser¨¢ posible si las principales fuerzas pol¨ªticas y espirituales se comprometen a ello.
A la luz de esa realidad, el pacto firmado en Damasco el mes pasado tiene una importancia particular, porque enfoca los problemas con una perspectiva de medio y largo plazo. Estipula que en el futuro Parlamento, y por primera vez en la historia, musulmanes y cristianos tendr¨¢n igualdad de representaci¨®n. Se trata, en el fondo, de superar la confesionalidad del Estado liban¨¦s, de sustituir por un sistema m¨¢s igualitario los privilegios que Francia hab¨ªa dictado -en el tiempo de su protectorado- en beneficio de los cristianos maronitas. Privilegios cada vez m¨¢s insostenibles en la medida en que el propio desarrollo demogr¨¢fico ha determinado que la superioridad num¨¦rica de la poblaci¨®n musulmana sea actualmente m¨¢s fuerte de lo que era hace unas d¨¦cadas.
Despu¨¦s de unos d¨ªas de euforia que siguieron al pacto, la situaci¨®n, sin embargo, se ha deteriorado gravemente. Un terrible atentado ha ensangrentado las calles de Beirut y se est¨¢ de nuevo al borde de una reca¨ªda en la guerra civil generalizada. Simult¨¢neamente, todos los datos indican que ello se debe, en no escasa medida, a la intransigencia de los cristianos maronitas. De hecho, los enfrentamientos entre los sectores cristianos, en tomo a la aceptaci¨®n o el rechazo del pacto, han sido sangrientos. Elie Hokeida, el dirigente cristiano que firm¨® el pacto en Damasco, ha sido eliminado. Por su parte, el presidente Gemayel, despu¨¦s de unos d¨ªas de vacilaci¨®n, se opone al acuerdo y estimula un agrupamiento de los sectores cristianos m¨¢s intransigentes. Ante esta situaci¨®n, la respuesta de Siria, de los sectores musulmanes, y de los cristianos que siguen a Hokeida, consiste en reforzar su presi¨®n militar y en preparar un amplio frente pol¨ªtico contra Gemayel.
Muy probablemente, la negativa de los maronitas m¨¢s sectarios a reconocer la realidad no puede conducirles a ning¨²n resultado. No se puede olvidar que el Departamento de Estado norteamericano, a pesar de las tensiones entre EE UU y Siria, manifest¨® en una declaraci¨®n oficial su esperanza de que el pacto firmado en Damasco permita restaurar la unidad del pa¨ªs. En un reciente editorial, el Washington Post argumenta que, incluso si "disminuye el trozo del pastel que corresponde a los maronitas, no pueden rechazarlo con ligereza", y agrega que "no pueden imaginar en serio que los israel¨ªes o los americanos vayan a acudir en su socorro". Los maronitas han representado tradicionalmente las posiciones occidentales en el complejo sistema pol¨ªtico liban¨¦s y encarnan valores culturales de los que no podr¨¢ prescindir el futuro de L¨ªbano. Pero el rechazo de la peque?a posibilidad de paz que se ha vislumbrado es precisamente el peor camino para defender esos valores.
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