Agnes Baltsa, una Cenerentola para la historia
La CeneratolaDe Jacopo Ferretti. M¨²sica de Rossini. Edici¨®n cr¨ªtica de Alberto Zedda. Int¨¦rpretes: Douglas Alhstedt, Bruno Pola, Enzo Dara, Graciela Gyldenfeldt, Gertrude Jahn, Agnes Baltsa y Simone Alaimo. Escenarios y figurines de Allen Charles Klein. Figurines de Baltsa: Pepe Rubio. Una producci¨®n del Festival de Glyndebourne de 1983 adaptada al teatro de la Zarzuela por Emilio Sagi, sobre la producci¨®n de John Cox. Coro y orquesta titulares. Director esc¨¦nico, Emilio Sagi. Director musical, Alberto Zedda. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 3 de febrero.
La reposici¨®n de La Cenerentola en la Zarzuela ten¨ªa un m¨¢ximo atractivo: admirar a la mezzosoprano griega Agnes Baltsa (Lefkas, 1944), cuya espl¨¦ndida voz recuerda, por instantes, la de su compatriota Mar¨ªa Callas. Amplia, sonora, con un poder de presencia que invade la sala, la voz densa y bien timbrada de la artista est¨¢ movida con agilidad, lo que le permite ocupar un puesto en la historia de las grandes cenerentolas, junto a las espa?olas Mar¨ªa Malibran, Conchita Superv¨ªa y Teresa Berganza.
A pesar de tantos pasajes de un rossinismo de primera categor¨ªa, la obra merece esa calificaci¨®n de secondo capolavoro que le otorga Massimo Mila, sobre todo si la comparamos con el primo capolavoro, esto es, El barbero de Sevilla. Queda, sin embargo, en la pieza sobre la f¨¢bula de Perrault "una vena de melancol¨ªa en lo c¨®mico" verdaderamente singular aun dentro de la creaci¨®n rossiniana.
La Baltsa luci¨® espl¨¦ndida en el gran n¨²mero final, en el que aparece un motivo presentado ya en la obertura, que a su vez hab¨ªa sido escrita para otra ¨®pera, La Gazzetta, e hizo notar su presencia en todo momento, incluso cuando su parte era de menor importancia. Como Berganza, la Baltsa alegra el escenario con su hacer y su cantar; cuando lo abandona recibimos la sensaci¨®n de una luz que se apaga.
Uno de los m¨¦ritos de Cenerentola es que sus autores supieron convertir la fr¨¢gil figurilla de cuento en un personaje con latido humano.
Otra nota atractiva en la ¨²ltima jornada de la Zarzuela: la direcci¨®n musical encomendada a Alberto Zedda, autor de la revisi¨®n de la partitura, que ha sabido devolverle autenticidad y despojarla de vicios tenidos por tradiciones y a?adidos ajenos al compositor. Escuchamos ahora La Cenerentola tanto en su riqueza de invenci¨®n vocal cuanto en la de su orquesta, plena de toques, que en su momento aparec¨ªan como modernidad. La visi¨®n arquitectural de Zedda impuesta en la revisi¨®n y en la direcci¨®n otorga a la pieza su fascinante sentido de la continuidad y su condici¨®n equilibrada de gran forma dram¨¢tica. Los elementos bufos, la gracia y sustancialidad de los conjuntos y el virtuosismo vocal-instrumental asumen en La Cenerentola un talante natural que, como recuerda Rognoni, acabaron con las convenciones, los estilemas c¨®mico-realistas y las f¨®rmulas r¨ªtmico-mec¨¢nicas de la ¨®pera del setecientos.
Acompa?¨® a la Baltsa un cuadro de excelente nivel en el que habr¨ªa que destacar a Bruno Pola en Dandini, a Enzo Dara en Don Magn¨ªfico (un punto exagerado en ocasiones), a Simone Alaimo en Alidoro, junto a las hermanas de la f¨¢bula: Graciela de Gyldenfeldt (Glorinda) y Gertrude Jahn (Tisbe).
Porque ata?e a lo musical de modo sustancial, quiero rese?ar la acertada homogeneidad entre los elementos esc¨¦nicos y la partitura, que resolvieron la eterna cuesti¨®n de primac¨ªa entre m¨²sica y palabra en un resultado en tablas, ideal en la concepci¨®n y realizaci¨®n de los montajes oper¨ªsticos. ?xito sin fisuras en el que al lado de la Orquesta Sinf¨®nica de Madrid particip¨® el coro titular que dirige Jos¨¦ Perera.
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