El refer¨¦ndum sobre la OTAN
Desde el punto de vista de la performance, no hay duda de que a la democracia performativa espa?ola le conviene permanecer, y completar su integraci¨®n, en la OTAN. La eficiencia del sistema atl¨¢ntico, militar, burocr¨¢tico y bancario se ver¨ªa reforzada. Lo coherente con nuestro tipo de democracia es pertenecer a la Alianza Atl¨¢ntica....Pero si examinamos el asunto desde el punto de vista de la democracia participativa, que no tenemos, y con los criterios morales que le son inherentes, la cuesti¨®n capital, entonces, no es la permanencia o la salida de la OTAN, que puede resolverse sopesando los argumentos en pro y en contra, sino la degradaci¨®n moral de un sistema pol¨ªtico que permite lo siguiente:
1. Que un presidente del Gobierno, elegido, entre otras credibilidades, por su promesa electoral de sacar a Espa?a de la OTAN, mediante un refer¨¦ndum, lo celebre despu¨¦s de elegido para permanecer en ella.
2. Que un presidente del Gobierno explique el incumplimiento de su compromiso electoral como si se tratara de un simple cambio de opini¨®n.
3. Que sus electores toleren el enga?o y el abuso de la explicaci¨®n sin exigir inmediatamente su dimisi¨®n.
4. Que el principal partido de la oposici¨®n proponga como remedio a esta falta de respeto del Gobierno con su cuerpo electoral que lo enga?e a¨²n m¨¢s no celebrando el refer¨¦ndum.
5. Que el partido m¨¢s militar y atlantista, defensor a ultranza, por razones patri¨®ticas de seguridad, de la integraci¨®n en la OTAN anuncie que pedir¨¢ la abstenci¨®n frente al refer¨¦ndum que proponga dicha integraci¨®n.
6. Que los militantes y electores de este partido no se manifiesten inmediatamente exigiendo la dimisi¨®n de un l¨ªder que prefiere poner en peligro el valor m¨¢ximo de sus creencias, la seguridad de Occidente, antes que colaborar en el ¨¦xito de un refer¨¦ndum, por el solo hecho de que quien lo convoca es el partido con el que rivaliza.
7. Que la Prensa y los dem¨¢s medios de comunicaci¨®n critiquen o apoyen la decisi¨®n del Gobierno sin denunciar el fraude que implica para los electores el derecho que se arroga el presidente de cambiar de opini¨®n y la libertad que se atribuye el jefe de la oposici¨®n para pedir la abstenci¨®n.
Para que la clase pol¨ªtica en especial, y la clase dirigente en general, puedan actuar de esta guisa es indispensable que la gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n adulta viva de espaldas a la pol¨ªtica. Y ¨¦sta es, precisamente, una de las condiciones que requiere el buen funcionamiento del r¨¦gimen performativo de la democracia.
Desmovilizaci¨®n pol¨ªtica
Del mismo modo que el pleno empleo, en determinadas coyunturas del mercado, es un obst¨¢culo al progreso econ¨®mico de la producci¨®n, la plena participaci¨®n ciudadana en la actividad pol¨ªtica har¨ªa pr¨¢cticamente inviable el modelo de democracia delegativa, que es el tipo de Gobierno que los partidos pol¨ªticos prefieren. De ah¨ª que, puestos a elegir entre un camino corto para gobernar con electores, y sin ciudadanos, y un camino largo para lograr un r¨¦gimen democr¨¢tico de participaci¨®n, los partidos pol¨ªticos, incluso los de izquierda, opten por el primero. La reforma pol¨ªtica del r¨¦gimen franquista era la v¨ªa f¨¢cil que el poder tradicional ofrec¨ªa a los partidos de izquierdas para establecer en Espa?a un modelo de democracia perforamtiva sin participaci¨®n ciudadana. La ruptura democr¨¢tica era la v¨ªa dificil que las masas democr¨¢ticas ped¨ªan a sus dirigentes para establecer un modelo de democracia tan representativa como participativa.
El abandono de la ruptura supon¨ªa, pues, la renuncia a un r¨¦gimen participativo de democracia y exig¨ªa, en consecuencia, la desmovilizaci¨®n pol¨ªtica de los ciudadanos. La tarea era muy delicada, porque hasta ese momento los partidos pol¨ªticos de izquierdas hab¨ªan basado sus consignas, y su propaganda ideol¨®gica, sobre el supuesto de una democracia participativa y de una gran movilizaci¨®n popular. Era natural que en los pactos secretos de la Moncloa se encomendara este trabajo a los partidos y sindicatos obreros, y hay que reconocer que lo han realizado muy bien. Tal vez sea ¨¦sta su verdadera performance, su genuina aportaci¨®n al triunfo de la reforma pol¨ªtica emprendida por el poder-heredero del franquismo.
Para cambiar la Espa?a diferente de hace 10 a?os por la Espa?a indiferente de hoy no bastaba con la pr¨¢ctica del consenso por parte de la clase pol¨ªtica. Las masas democr¨¢ticas tuvieron que ser sometidas, adem¨¢s, a una verdadera terapia colectiva de desinter¨¦s y escepticismo, mediante una serie de choques psicol¨®gico, que fueron destruyendo la confianza que ingenuamente depositaron en los partidos. A la c¨¢lida esperanza suscitada por la ruptura sucedi¨® la frustraci¨®n de la reforma. Al m¨¢gico encantamiento de las virtudes democr¨¢ticas que los l¨ªderes de la izquierda descubr¨ªan de repente en sus anfitriones palaciegos sucedi¨® el desencanto pol¨ªtico, tras agotarse el reparto de legalizaciones, autonom¨ªas, constituciones y sistemas electorales. Y, finalmente, a la gran ilusi¨®n, la del cambio, ha sucedido la desilusi¨®n de la peque?a realidad socialista, producida, no tanto por las clamorosas claudicaciones del Gobierno con relaci¨®n a su propio programa, como por su estilo de gobernar.
Bastaron los primeros gestos del nuevo Gobierno socialista para comprender que su propaganda de incorporar la ¨¦tica a la pol¨ªtica significaba, en los hechos, exactamente lo contrario: reafirmar la misma moralidad y la misma mentalidad que dominaron los a?os del desarrollo bajo la dictadura.
El Gobierno socialista, plenamente coherente con el modelo de democracia mercantil que ha elegido para los espa?oles, llega a reivindicar para la pol¨ªtica la moralidad inherente a los negocios. Pero su inexperiencia en este terreno le lleva a cometer excesos que no ser¨ªan l¨ªcitos en el mercado econ¨®mico. La mayor¨ªa de las grandes empresas industriales y de servicios no pueden permitirse, ante su clientela, las licencias que se permite el Gobierno socialista con sus electores.
Pero no hay en realidad peligro para los gobernantes, ya que tampoco los consumidores espa?oles de la mercanc¨ªa pol¨ªtica tienen la experiencia y la sensibilidad de los consumidores de comestibles, por ejemplo, y los que la tienen s¨®lo pueden optar por la abstinencia.
La transici¨®n no proporciona pues, evidencia alguna de la madurez de un pueblo y de la generosidad de sus dirigentes, como pretende la propaganda oficial.
El verdadero dec¨¢logo
Las ¨²nicas evidencias que nos brinda la transici¨®n son 10 hechos significativos, y reveladores, de que lo acontecido pol¨ªticamente en Espa?a es casi lo contrario de lo esperado por los dem¨®cratas, aunque fuera lo previsto por el mercado.
Los 10 hechos hist¨®ricos que marcan el paso y el rumbo de la transici¨®n, y que descubren el estado de la verdadera cuesti¨®n, es decir, la cuesti¨®n del poder en Espa?a son:
1. Las libertades no constituyeron al poder pol¨ªtico ni al Estado. Fue el r¨¦gimen de la dictadura quien, legaliz¨¢ndolas, constituy¨® a las libertades.
2. La principal instituci¨®n del Estado, la Corona, qued¨® sustra¨ªda al proceso de legitimaci¨®n democr¨¢tica.
3. Los particularismos nacionalistas fueron disueltos en la artificial particularizaci¨®n de todo el Estado.
4. La base del Estado de derecho, el principio de legalidad, consagrado en el t¨ªtulo preliminar de la Constituci¨®n, y ¨²nico limite al poder de los funcionarios, qued¨® excluido del recurso de amparo constitucional.
5. La instituci¨®n militar, como antes de la transici¨®n, contin¨²a siendo un poder aut¨®nomo al que se somete el poder civil. No admite en su seno a los oficiales dem¨®cratas depurados por la dictadura y el ministro socialista de Defensa llega incluso a condenar el hecho mismo de que bajo la dictadura los militares de la UMD tratasen de difundir las ideas democr¨¢ticas entre sus compa?eros.
6. La instituci¨®n bancaria, como antes de la transici¨®n, contin¨²a definiendo la. pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno.
7. El partido del Gobierno, como antes de la transici¨®n, contin¨²a ocupando los puestos burocr¨¢ticos de la funci¨®n p¨²blica.
8. Los medios de comunicaci¨®n, como antes de la transici¨®n, contin¨²an impidiendo la formaci¨®n de una verdadera y aut¨®noma opini¨®n p¨²blica. La autocensura ha sucedido a la censura. Los intelectuales y artistas renuncian a una visi¨®n cr¨ªtica de la transici¨®n, o desaparecen de las plataformas de comunicaci¨®n con las masas. La Universidad ha dimitido. La disidencia est¨¢ moral e intelectualmente condenada, o silenciada.
9. Los sindicatos obreros se proponen como objetivo conseguir que la capacidad adquisitiva del asalariado disminuya s¨®lo un punto o dos cada a?o.
10. El empresariado, y no la clase pol¨ªtica franquista, ni la clase financiera, ha sufrido la represi¨®n ideol¨®gica de la democracia performativa, que de esta forma castiga a los principales agentes de la performance del sistema.
A partir de estos hechos, que no tienen otra trascendencia que la de haber ocurrido en Espa?a para impedir el paso del r¨¦gimen franquista a una democracia moderna, se puede construir una ¨¦tica y un modelo te¨®rico de la transici¨®n.
La ¨¦tica de la generosidad de la izquierda, que supo renunciar a sus m¨¢s arraigados principios para hacer posible la democracia de mercado exigida por el neoatlantismo de la socialdemocracia europea.
El modelo te¨®rico de la transici¨®n, basado en el hallazgo espa?ol del consenso, que debe proponerse como paradigma a los pa¨ªses de Am¨¦rica que han de conducir sus dictaduras particulares hacia la democracia general de mercado exigida por el atlantismo norteamericano.
Para ambas empresas intelectuales no faltar¨¢n profesores universitarios que conviertan el dato emp¨ªrico espa?ol en imperativo categ¨®rico de valor universal y que magnifiquen a nuestra pobre historia interpret¨¢ndola como un hermoso dec¨¢logo de la transici¨®n a la libertad.
Cuando en realidad el verdadero dec¨¢logo que continen esos 10 hechos hist¨®ricos es el mandamiento estrat¨¦gico de la clase dirigente al pueblo espa?ol para que pase, a trav¨¦s de una transici¨®n de 10 a?os, del franquismo, en el que estaba, al neofranquismo, en el que est¨¢.
Nada tiene, pues, de extra?o que al final de esta peculiar estrategia sea el Gobierno socialista quien haya, logrado la performance de tener al pueblo-elector-consumidor que merece, y no a la inversa. Porque el pueblo espa?ol, tras el sacrificio de una guerra civil y una larga dictadura, merec¨ªa algo mejor.
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