Dos d¨ªas que estremecieron al mundo
La expectaci¨®n iba creciendo por momentos, por cuartos de hora. Los peri¨®dicos lo hab¨ªan anunciado discretamente, como si fuese una noticia que hubiera llegado en el ¨²ltimo momento y sin posibilidades de desarrollarla y de valorarla m¨¢s: el Presidente iba a intervenir ante las c¨¢maras de la televisi¨®n y las emisoras de radio para hablar "de la situaci¨®n econ¨®mica". No ten¨ªa precedentes, excepto si se recuerdan las medidas adoptadas por Jos¨¦ L¨®pez Portillo en el verano de 1982. Lo cual, evidentemente, no serv¨ªa m¨¢s que para sembrar inquietud.Los rumores aumentaban en los corros. En el Vips de la plaza del ?ngel de la Independencia, en el que todos los d¨ªas desayunaban decenas de ejecutivos y funcionarios, si se pon¨ªa el o¨ªdo, se escuchaban las cosas m¨¢s disparatadas: "El Gobierno ha dicho que ya est¨¢ bien y que va a comunicar a los gringos que se acab¨® de pagar la deuda"; "el Presidente va a anunciar una devaluaci¨®n de muerte y el peso va a perder en las pr¨®ximas horas la mitad de su valor: las agencias de viaje internacionales est¨¢n haciendo c¨¢lculos para el Mundial de f¨²tbol con un peso a la mitad de precio"; "Van a congelar las cuentas corrientes para financiar la econom¨ªa paraestatal"; "Los americanos se van a vengar del impago, expropiando las cuentas de los mexicanos en San Diego, Nueva York, o donde las tengan dentro del territorio norteamericano"; "Yo, si tuviera d¨®lares, los mandar¨ªa inmediatamente a Suiza", etc¨¦tera.
Todo val¨ªa. Pero la realidad es que el peso fue perdiendo fuerza en las casas de cambio conforme avanzaba el d¨ªa. Empez¨® al cambio de 1 d¨®lar = 468 pesos. A la una de la tarde, cualquiera que pasase por las agencias del paseo de la Reforma pod¨ªa ver un d¨®larcrecido a casi 600 pesos. Y algunos de los rumores parec¨ªan hacerse realidad por el momento. Un banquero norteamericano con muchos a?os de estancia en el distrito federal llamaba al funcionario amigo: " ?Qu¨¦ est¨¢ sucediendo? Me dicen que hay un movimiento inusitado de cuentas mexicanas en San Diego: llegan d¨®lares, y, por otra parte, se hacen transferencias a Europa. ?Crees que el presidente va a anunciar la moratoria?".
DEUDA Y FR?JOLES
El ambiente se estaba caldeando desde hac¨ªa algunos d¨ªas. Probablemente desde que el c¨ªrculo ¨ªntimo del Presidente hab¨ªa tomado la decisi¨®n. Sin embargo, como cada vez es m¨¢s corriente en este pa¨ªs, el Gabinete en pleno no hab¨ªa sido informado de nada. Sencillamente, todos los secretarios del Gobierno hab¨ªan sido citados a las cinco de la tarde en el Palacio Nacional, dos horas antes del mensaje anunciado. Aquella ma?ana se hac¨ªan notar grupos no muy numerosos pululando por el mismo centro, ebrios de un cierto nacionalismo. "Moratoria, s¨ª; no queremos deuda, queremos fr¨¦joles", se cantaba en alguno de esos grupos de no m¨¢s de una treintena de personas. Sus gritos parec¨ªan premonitorios.La hora de la siesta fue como un punto y aparte. Aunque era febrero, el calor ya atizaba la ciudad. A partir de las cinco de la tarde se produjo un cierto hervidero de tr¨¢fico, y poco a poco las calles se fueron vaciando. Todo el mundo iba a ver la televisi¨®n. Se desconoce si pas¨® lo mismo en el Gran M¨¦xico, en ese gran cintur¨®n de miseria y cochambre que rodea al distrito federal, y que, conjuntamente, aglutina a 18 millones de almas. Un amigo que volv¨ªa de hacer turismo a la Ciudad de los Dioses, en Teotihuac¨¢n, me cont¨® su impresi¨®n de que en esas villas miseria que se ven desde la carretera, y que van ganando terreno al monte, tampoco parec¨ªa haber mucha actividad. Seguramente las familias ve¨ªan la televisi¨®n, pero como cualquier d¨ªa; es un dato sociol¨®gicamente significativo el que en decenas de kil¨®metros de marginaci¨®n no falte la antena de televisi¨®n en ninguna de las covachas que parecen reventar el paisaje.
A las siete en punto de la tarde, la ciudad parec¨ªa una foto est¨¢tica. Incluso un homenaje del Colegio de M¨¦xico a Octavio Paz, casi un h¨¦roe nacional, anunciado con profusi¨®n desde varios d¨ªas antes, qued¨® suspendido. Los siete canales de televisi¨®n y todas las emisoras de radio interrumpieron al punto sus programas. Una voz grave dijo: "A continuaci¨®n entra el ciudadano presidente de la Rep¨²blica", y se vio al Presidente, mirando al frente, avanzando hacia un estrado en una habitaci¨®n abarrotada de gente, que inmediatamente comenz¨® a aplaudir. Parec¨ªa que algunos iban a romperse las manos. Las c¨¢maras de televisi¨®n batieron el sal¨®n del Palacio Nacional, y todo el mundo pudo distinguir a los presentes: el Gabinete entero, los gobernadores de todos los Estados, los presidentes de los poderes judicial y legislativo, la c¨²pula empresarial, l¨ªderes sindicales y muchos uniformes militares.
"REQUIERO A MIS COMPATRIOTAS"
Se hizo el silencio, y el Presidente inici¨® su pl¨¢tica con la frialdad que le es caracter¨ªstica. Tampoco se hab¨ªa inmutado su cara o el tono de su voz cuando cinco meses antes visitaba los barrios m¨¢s afectados por el terremoto y los reporteros le hac¨ªan hablar en directo ante las c¨¢maras de todo el mundo. Aquella tarde, como hoy, el Presidente no movi¨® ni un m¨²sculo. "Mexicanos, la econom¨ªa nacional enfrenta hoy uno de los retos m¨¢s adversos del presente siglo. El mercado petrolero mundial est¨¢ envuelto en una competencia ca¨®tica y en una guerra de precios generalizada. ( ... ) Hoy he convocado a mis compatriotas para hacerles saber en qu¨¦ consiste la actitud y la acci¨®n del Gobierno en el ¨¢mbito nacional y en el internacional, y qu¨¦ requiero de los mexicanos en esta hora dificil de nuestra historia...".Conforme iba avanzando el discurso, que el Presidente le¨ªa en un tono monocorde, los presentes en el Palacio Nacional, y probablemente todo el pa¨ªs, intu¨ªan que algo grave estaba a punto de ser conocido. No se o¨ªa ni una mosca y se cortaba el aire con un cuchillo.
"...Hoy no pueden hacerse m¨¢s sacrificios. Muchos de vosotros hab¨¦is llegado al umbral de subsistencia. Llevamos tres a?os de austeridad, a veces casi inhumana, y no percibimos ninguna respuesta, ning¨²n apoyo, ning¨²n aliento del exterior. Y en este exterior hago menci¨®n preferente, aunque dolida, de nuestros 'vecinos distantes', los Estados Unidos de Am¨¦rica, como los ha definido un exitoso periodista. Pensamos cada vez m¨¢s que est¨¢n abusando de nosotros. Y ahora, cuando la situaci¨®n de la econom¨ªa internacional nos es adversa, se proponen y nos aconsejan otra vuelta de tuerca...".
Algo est¨¢ pasando. El Presidente no se caracteriza por ese lenguaje tan directo habitualmente. Por algo le llaman el huevos tibios. Parece un torero que da capotazos interminablemente, pero no mata. En cada corrida termina con tres avisos.
"...Ya basta de expolios. Os pido un nuevo esfuerzo, pero esta vez para instaurar una econom¨ªa de guerra interna, de modo que todo lo que produzcamos sea para nosotros mismos. Hemos de trabajar m¨¢s con menos, pero todo ser¨¢, para el pueblo de M¨¦xico. Nadie nos volver¨¢ a decir el d¨®nde, el cu¨¢ndo o el c¨®mo de nuestra pol¨ªtica econ¨®mica. As¨ª volveremos a ser grandes...".
M?XICO INSURGENTE
Qui¨¦n no ha recordado la imagen de L¨®pez Portillo el 1 de septiembre de 1982, en la plaza de la Constituci¨®n, anunciando ante la multitud la nacionalizaci¨®n de la banca, culpable del despojo? En la sede de la Asociaci¨®n de Corresponsales Extranjeros, los dos periodistas del Financial Times se miran incr¨¦dulos. El corresponsal estable le dice al redactor encargado de la econom¨ªa de Am¨¦rica Latina, enviado especial al evento: "No te muevas de la televisi¨®n. Voy a llamar a la redacci¨®n central para que retrasen el cierre de la edici¨®n. Esto es algo gordo". El periodista detiene sus ojos en las pocas muecas del Presidente, y por un instante le pareci¨® realidad algo le¨ªdo recientemente. Se trataba de algunos p¨¢rrafos del libro El 'shock' de la deuda, escrito por un colega, en los que se puso a imaginar, a borbotones, qu¨¦ pasar¨ªa en el mundo si L¨®pez Portillo hubiese avanzado en la l¨ªnea estatalizadora de sus ¨²ltimas medidas o si algun pa¨ªs le hubiese acompa?ado en la ruptura con el sistema financiero internacional."...Por tanto, no pagamos ni pagaremos la deuda. Nos parece una hipocres¨ªa retrasar una y otra vez el problema. Es mejor que digamos de una vez a nuestros acreedores: repudiamos los 100.000 millones que dec¨ªs que os debemos. Disminuir en esa misma cantidad los gastos militares y no pasar¨¢ nada, no se hundir¨¢ nada, y los pueblos os lo agradecer¨¢n".
En el Palacio Nacional nadie reacciona, contin¨²a el silencio, no se mueven las cabezas. Los invitados parecen hipnotizados, o la consciencia de lo que se les viene encima les inmoviliza. En la Asociaci¨®n de Corresponsales Extranjeros ocurre al rev¨¦s: es la estampida. T¨¦lex y tel¨¦fonos se han ocupado como por arte de magia. Los periodistas europeos blasfeman pensando que la diferencia horaria les impedir¨¢ llegar a tiempo. Es el siglo de los medios audiovisuales, que pueden conectar en directo.
"...Os confirmo que no cederemos. Antes de comenzar a hablaros he dado instrucciones a las autoridades pertinentes para que controlen, en nuestras fronteras, y en el interior del pa¨ªs, cualquier conate, de violencia o de sabotaje de los elementos reaccionarios. El Ej¨¦rcito nacional queda militarizado a partir de este momento. ( ... ) Por ¨²ltimo, no quisiera dejar de dirigirme a los pueblos hermanos, a las naciones latinoamericanas. Para que reaccionen ante el expolio, para que nos acompa?en en esta segunda independencia econ¨®mica, para que nos ayuden al previsible aislamiento a que intentar¨¢n someternos. A que definan de una vez por todas ese club de deudores y lo conviertan en un elemento activo de repudio de los cr¨¦ditos. Juntos no podr¨¢n contra nosotros. A los servidores p¨²blicos les exijo redoblar la vigilancia y la disciplina para evitar los sabotajes; a los ciudadanos gobernadores del Estado les pido fortalecer la convivencia, todos hechos una pi?a; a los obreros de mi pa¨ªs les pido que luchen junto al Gobierno de la Rep¨²blica para proteger nuestras industrias y para ampliar la producci¨®n; a los campesinos les convoco para que incrementen su esfuerzo para producir los alimentos que el pa¨ªs requiere.
( ... ) Convoco a la naci¨®n a participar unida y a sumarse toda para defender los principios b¨¢sicos que hemos sostenido los mexicanos a trav¨¦s de nuestra historia. Nadie puede quedarse fuera del gran combate que libramos. Todos los sectores de la sociedad tienen, ante este reto, un compromiso: tomar su lugar en la batalla por la naci¨®n". Es el M¨¦xico insurgente de aquel soberbio periodista norteamericano, John Reed, el que vivi¨® los Diez d¨ªas que estremecieron al mundo.
EL D?A DESPU?S
El Presidente no fue descort¨¦s con la banca y las autoridades monetarias occidentales al anunciar su econom¨ªa de guerra. Es m¨¢s, fue todo un detalle dar a conocer las medidas un viernes por la noche. As¨ª, concedi¨® el largo fin de semana a la comunidad financiera internacional para reaccionar, justo los d¨ªas en que la mayor parte de las bolsas de valores permanecen cerradas. Evit¨®, por tanto, un crack inmediato.El s¨¢bado amaneci¨® en el distrito federal como un s¨¢bado cualquiera. A las siete de la ma?ana se adivinaba el calor que los mexicanos iban a pasar, pero, al igual que una semana antes, a esa hora los coches no circulaban. Los puestos de peri¨®dicos permanec¨ªan abiertos: la totalidad de ellos titulaba a toda p¨¢gina y con no muy distintas frases: "DLM (las siglas se estilan mucho en el periodismo mexicano) repudia la deuda", "Moratoria final de la deuda externa. Viviremos con lo nuestro", "M¨¦xico recupera su dignidad: no a la deuda". En los antet¨ªtulos y sumarios se desarrollaban las ideas b¨¢sicas del discurso del presidente: "Militarizaci¨®n de la sociedad para evitar el sabotaje", "DLM pide la solidaridad de Am¨¦rica Latina", "Hemos llegado al umbral de subsistencia; les corresponde a ellos hacer sacrificios", "Eliminar la deuda reduciendo gastos militares", "Convoca DLM a resistir y no ceder", etc¨¦tera.
Pr¨¢cticamente ning¨²n diario se sali¨® de la l¨ªnea; unos, por afinidad ideol¨®gica con las medidas; el resto prosegu¨ªa con la cl¨¢sica trayectoria institucional de apoyo al Gobierno. ¨²nicamente El Financiero, vinculado a intereses empresariales, se atrev¨ªa a editorializar distinto en su primera p¨¢gina, esbozando t¨ªmidamente una pregunta en un titular secundario: "?Qu¨¦ pasar¨¢?", planteando, entre otros interrogantes, qu¨¦ iba a suceder con el mundial de f¨²tbol a celebrar tres meses despu¨¦s.
En el interior de los diarios, adem¨¢s de la reproducci¨®n ¨ªntegra del discurso del mandatario y de las primeras reacciones positivas de los l¨ªderes del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y de los peque?os partidos de izquierda y dirigentes gremiales, grandes planas publicitarias convocando al pueblo de M¨¦xico a una manifestaci¨®n monstruo en el Z¨®calo.
POR LA DIGNIDAD NACIONAL
Casi toda las p¨¢ginas de publicidad llevaban el mismo encabezamiento: "Por la dignidad nacional. No cederemos", e iban firmadas por la Confederaci¨®n Mexicana de Trabajadores o por algunos de los sindicatos de rama o empresa existentes. Al resto de las organizaciones sociales o pol¨ªticas (colegios profesionales, agrupaciones sectoriales, etc¨¦tera) no les hab¨ªa dado tiempo de reaccionar. Sin embargo, la respuesta inmediata hab¨ªa sido impresionante.Conforme iba avanzando el mediod¨ªa, la ciudad se parec¨ªa m¨¢s a un hormiguero, con su sede central en el Z¨®calo. Fot¨®grafos de todas partes, que no se sab¨ªa de d¨®nde hab¨ªan aparecido, se agolpaban en los edificios altos del paseo de la Reforma para reflejar las multitudes. La piscina del hotel Mar¨ªa Isabel Sheraton, uno de los lugares que mejor hab¨ªan resistido los terremotos anteriores, era testigo de un gran contraste; por una parte, los turistas que tomaban el sol y se ba?aban en el agua climatizada; y a su alrededor, decenas de reporteros gr¨¢ficos que sacaban sus instant¨¢neas de las columnas humanas y sal¨ªan corriendo para no perder un lugar privilegiado en las cercan¨ªas del Palacio Nacional.
En algunas peque?as oficinas, generalmente de matriz multinacional, en las que los pocos bur¨®cratas de nacionalidad norteamericana o europeos acostumbraban a trabajar los s¨¢bados por la ma?ana, ondeaba la bandera rojinegra que anuncia la huelga, y pelotones de piquetes imped¨ªan la entrada. Bastantes d¨ªas despu¨¦s de estos sucesos se conoci¨® el gasto desproporcionado en conferencias telef¨®nicas internacionales de aquella noche. Varios establecimientos multicentros y supermercados -Vips, Sanborn, Gigante, Aurrer¨¢, Liverpool- que no hab¨ªan tenido la perspicacia de cerrar sus puertas, fueron arrasados por centenares de personas, que acabaron con las existencias. Justamente ese d¨ªa, los guardias privados que habitualmente vigilaban las cajas de cobro de estos lugares hab¨ªan desaparecido como por encanto. "Son los costes del hambre", justificar¨ªa varias fechas despu¨¦s el secretario de Gobernaci¨®n al predicar la calma y avisar que no se tolerar¨ªan los desmanes incontrolados.
Pancartas y gritos repet¨ªan las esencias del discurso presidencial. Se beb¨ªa el fervor nacionalista; todo el mundo parec¨ªa atacado del delirium tremens. En un pueblo tan aficionado al deporte, y especialmente al f¨²tbol, como el mexicano, el mundial parec¨ªa haberse convertido en un enemigo: "No queremos goles, queremos frijoles", dec¨ªan algunas de las s¨¢banas pintadas precipitadamente. "Es incompatible la fiesta (el mundial) con el dolor", se le¨ªa en una pancarta sofisticadamente intelectual. Incluso el ¨ªdolo nacional hasta un d¨ªa antes, el delantero centro del Real Madrid, el mexicano Hugo S¨¢nchez, era insultado por estar fuera y no acompa?ar a sus conciudadanos en la rebeli¨®n.
LA FIEBRE NACIONALISTA
Una hora despu¨¦s de lo previsto, a la una de la tarde, aparec¨ªa el Presidente en el balc¨®n principal del Palacio Nacional, en la Plaza de la Constituci¨®n. Es imposible describir la euforia y la fiebre nacionalista y populista de las miles y miles y miles de personas que abarrotaban el Z¨®calo y las calles adyacentes. Del interior de la multitud parec¨ªa brotar la frustraci¨®n de muchos siglos. Un detalle significativo: acompa?aban al presidente los miembros del Gabinete calificados com¨²nmente como los pol¨ªticos; destacaba ostensiblemente la ausencia de los tecn¨®cratas, especialmente del secretario de Hacienda, Jes¨²s Silva Herzog, quien hasta poco antes era considerado como el futuro tapado para la presidencia de la Rep¨²blica en el pr¨®ximo sexenio. Los que se dieron cuenta inmediata de esta circunstancia se preguntaban: ?Se habr¨¢ ido del pa¨ªs?El Presidente repiti¨® su discurso del d¨ªa anterior. Es curioso, pero ni en estas circunstancias le sal¨ªa apenas una palabra m¨¢s alta que la otra. Conservaba su frialdad. El Presidente aport¨® algunos datos de ¨²ltima hora que enervaron m¨¢s los ¨¢nimos, si cabe: en el norte del pa¨ªs, en los Estados de Sonora y Chihuahua, hab¨ªa sido detenidos algunos dirigentes del partido de extrema derecha Acci¨®n Nacional y varios empresarios, acusados de sabotaje y de fuga de capitales. No se descartaban otras acciones desestabilizadoras. El mandatario apel¨® a la serenidad y al sentido c¨ªvico de los ciudadanos y les exhort¨® a vigilar que no se cometieran desmanes contra la propiedad privada. Anunci¨® que se reforzar¨ªan los puestos de polic¨ªa en el distrito federal (6.000 polic¨ªas m¨¢s en pocas horas) y que se nacionalizar¨ªan sin contemplaciones los bienes y las propiedades de los desestalbilizadores. El Gabinete estudiar¨ªa a continuaci¨®n la necesidad del Estado de sitio en las ciudades y se suspend¨ªan los espect¨¢culos p¨²blicos y la Liga de f¨²tbol....
Mientras esto ocurr¨ªa en el interior de M¨¦xico, en la metr¨®polis del imperio todo eran entrevistas. Tras unas horas de preocupante silencio, el secretario del Tesoro norteamericano, James Baker, convocaba en Washington una conferencia de prensa. Se conoc¨ªa que el presidente Reagan hab¨ªa suspendido su habitual descanso del fin de semana en Camp David y que permanec¨ªa reunido con el Gabinete de crisis, sus m¨¢s directos colaboradores civiles y militares. El director gerente del Fondo Monetario Internacional y el presidente del Banco Mundial, Jacques de Larosiere y Thomas Clausen, hab¨ªan volado de Nueva York a Washington y se encontraban encerrados con el presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, y el comit¨¦ de bancos asesores de M¨¦xico, encabezado por el presidente del Citibank.
Baker apareci¨® acompa?ado del secretario de Estado, George Shultz, que fue quien dirigi¨® el escueto mensaje sin derecho a preguntas: el Gobierno norteamericano apoyar¨¢ sin reservas a los bancos afectados (700 bancos de todo el mundo eran acreedores de M¨¦xico), entre ellos, las 20 instituciones financieras m¨¢s grandes del mundo, y no permitir¨¢ su quiebra; se intervendr¨¢n inmediatamente las cuentas, bienes, acciones, dep¨®sitos del Gobierno de M¨¦xico en Estados Unidos, y aun los de los ciudadanos particulares de nacionalidad mexicana. Ya ha comenzado la incautaci¨®n de los aviones de Aerom¨¦xico y de Mexicana, y de los barcos de esta nacionalidad, incluidos los buquetanques, remolcadores abastecedores, chalanes, barcazas, remolchadores y lanchas que en n¨²mero de 111 pertenecen a Petr¨®leos Mexicanos. Por ¨²ltimo, se interrumpe la actividad de las bolsas de valores, sine die, mientras se aclara la situaci¨®n a partir del lunes. Naturalmente, se defender¨¢ la divisa norteamericana para que no caiga "anormalmente".
M¨¢s que conferencia de prensa, fue la lectura de un comunicado. El portavoz de la Casa Blanca, Larry Speake, cerr¨® el mon¨®logo de las autoridades estadounidenses inmediatamente.
Pocas horas depu¨¦s, a media tarde del s¨¢bado, la cadena norteamericana de televisi¨®n CBS consegu¨ªa un gran scoop: las primeras declaraciones del joven presidente pert¨ªano, Alan Garc¨ªa: "Estamos considerando la llamada a la solidaridad de M¨¦xico. La ruptura con los acreedores es el resialtado de la rapi?a y de la inflexibilidad de la banca internacional y de Estados Unidos. Per¨² ayudar¨¢ en lo que puede a M¨¦xico. Hemos pedido una reuni¨®n de urgencia del Grupo de Cartagena para definimos multilateralmente sobre el hecho. Nos parece valiente y positiva la posici¨®n de Miguel de la Madrid". El canciller uruguayo, Enrique Iglesias, secretario del Grupo de Cartagena, confirm¨® que los 11 pa¨ªses m¨¢s endeudados de Am¨¦rica Latina, mejor dicho los 10, ya que M¨¦xico no asistir¨ªa se reunir¨ªan al d¨ªa siguiente en la Casa Rosada, teniendo como anfitri¨®n al presidente argentino, Ra¨²l Alfons¨ªn. En Venezuela se produc¨ªan manifestaciones convocadas por los partidos de oposici¨®n a Jaime Lusinchi, que acababa de firmar en Nueva. York una reestructuraci¨®n de parte de su deuda externa en condiciones consideradas como onerosas para el pa¨ªs petrolero. Sa¨²l Ubaldini, l¨ªder de la todopodera Confederaci¨®n General de Trabajadores argentina, se enganchaba al carro de los rebeldes y reclamaba del Gobierno radical "una respuesta tajante y positiva hacia nuestros hermanos mexicanos".
En esta vor¨¢gine sorprend¨ªa en el mundo entero el silencio sepulcral de laUni¨®n Sovi¨¦tica. El PCUS celebraba justo en esos d¨ªas su 27? congreso. Los l¨ªderes comunistas del mundo se encontraban reunidos en Mosc¨². Horas antes del discurso de ruptuira del presidente mexicano, hab¨ªa intervenido en el congreso el presidente cubano, Fidel Castro, que repiti¨® sus tesis de costumbre: la deuda del Tercer Mundo es impagable y hay que caducarla inmediatamente.
Algunos diarios europeos, que por la diferencia horaria no hab¨ªan podido alcanzar en sus ediciones normales las noticias procedentes de M¨¦xico, distribuyeron ediciones especiales. En ellas se especulaba sobre la posibilidad de que desde primeras horas del lunes miles de millones de d¨®lares saliesen de Estados Unidos y se transfiriesen a cuentas de los pa¨ªses de la Comunidad Europea. El franc¨¦s Lib¨¦ration, muy sarc¨¢stico, se preguntaba: "?Acabar¨¢ siendo la socialista Francia m¨¢s segura para el capital que los ultraliberales Estados Unidos"?
Los principales peri¨®dicos espa?oles eran voceados por las calles de Madrid y vendidos en los quioscos de las Ramblas barcelonesas. En ellos se inclu¨ªa una declaraci¨®n del presidente del Gobierno, Felipe Gonz¨¢lez, ofreci¨¦ndose a una inediaci¨®n entre los pa¨ªses acreedores (de los que Espa?a es apenas una gota, el 2% del total) y el Gobierno mexicano. La mayor¨ªa delos iniedios de comunicaci¨®n condenaban la acci¨®n unilateral de Miguel de la Madrid, pero matizaban que se hab¨ªa dejado pudrir el problema de la deuda externa hasta la exasperaci¨®n.
En la edici¨®n habitual del domingo, The Wall Street Journal, diario norteamericano conservador, portavoz del mundo financiero, titulaba: "Se desconoce la magnitud del crack. ?Ha empezado la tercera guerra mundial?".
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