El rescate de los dictadores
Debiera tener un nombre y ser institucionalizado ese avi¨®n norteamericano que se presenta en los aeropuertos a recoger a los dictadores de derechas y llevarlos al dorado exilio que prepararon, cuidadosamente, bajo su mandato. Habr¨ªa que acomodar ese aparato aumentar, en lo posible, la carga de sus bodegas, pues las mujeres de los dictadores ladrones tienen, como es sabido, equipajes espectaculares. Entre pieles, joyas, trajes y objetos de alto valor, la impedimenta, en estos, viajes / fugas, juega un papel importante. Las fortunas acumuladas por estos matrimonios, protagonistas del bandidaje pol¨ªtico, suelen ser de enorme dimensi¨®n y, casi siempre, son colocadas en Estados Unidos. Con la suma de todas ellas ser¨ªa posible, sin duda, pagar una buena parte de las deudas exteriores de Latinoam¨¦rica. Las mujeres de los d¨¦spotas aparec¨ªan en la Quinta Avenida, o en Mayfair londinense o en la Place Vend?me de Par¨ªs, dispuestas a llevarse diamantes, esmeradas y rub¨ªes en carretilla. En las colecciones de la alta costura arrasaban, con sus compras, los modelos m¨¢s caros y de peor gusto, adecuado en ocasiones a sus cuerpos, con frecuencia impresentables. La rapi?a sistem¨¢tica es una profunda vocaci¨®n de esos ejemplares ins¨®litos, capaces de un cinismo exhibicionista est¨®lido e hilarante. Se espera ese avi¨®n que anuncia los escenarios finales del drama pol¨ªtico, con ansiedad, en la Manila de hoy, en el Chile y en el Paraguay de ma?ana. Es un mensaje que llega del gran vecino del Norte diciendo a los tiranuelos que ya se han llevado bastante. Hasta aqu¨ª pod¨ªamos llegar, amigos.Las dictaduras acaban como los acantilados: de golpe se llega al abismo. La Alemania nazi termin¨® con la destrucci¨®n del pa¨ªs y su divisi¨®n en trozos. El dictador descendi¨® a los infiernos del bunker con Evita Braun, y los dos tomaron su ¨²ltimo men¨² ario: cianuro con un solo huevo. Goering y el resentido cojo de la propaganda imitaron a su jefe. Y, asimismo, Himmler, inventor de las c¨¢maras de gas y al que un d¨ªa el Madrid oficial franquista, engalanado, recibi¨® como a un Escipi¨®n con lentes enviado por el Ner¨®n austriaco de ignorado progenitor. Recuerdo que a mi madre la golpearon entonces unos salva es falangistas porque en nuestra casa no se pusieron colgaduras en los balcones. Y que se me perdone esa breve disgresi¨®n personal.
En Buenos Aires hubo un episodio curioso al ser derrocado Per¨®n por la sublevaci¨®n de un gran sector de las fuerzas armadas. Fue a recogerle, para ponerle a salvo, a falta de avi¨®n adecuado, una ca?onera de tipo fluvial enviada por el presidente paraguayo. El caudillo argentino subi¨®, a bordo, y mientras se negociaba el permiso de salida, Paran¨¢ arriba, rumbo a Asunci¨®n, se pod¨ªa contemplar a simple vista desde las orillas del r¨ªo de la Plata la gigantesca silueta del depuesto presidente paseando por la raqu¨ªtica cubierta. Un periodista porte?o, famoso por su ingenio, escribi¨® que Per¨®n, con su estatura, destrozaba la imagen de la escampav¨ªa fluvial, quitando verosimilitud al rescate. "Con tanto peso puede naufragar en cualquier momento".
Cierta vez que yo estaba en Europa lleg¨® a Par¨ªs la c¨®nyuge de un presidente autoritario de Latinoam¨¦rica que hab¨ªa sido corista aventajada en un teatro de la capital de su pa¨ªs. Por las noches se disfrazaba de show-girl y, a los acordes de un disco, bailaba un can-can suratl¨¢ntico, muy aplaudido por su halagador s¨¦quito. La fiesta terminaba al amanecer con un desvestido integral. El director del hotel se las Vio y dese¨® para evitar que la clientela restante no abandonara, en masa, el edificio. Excepto los mirones, muy felices.
Es l¨¢stima que Gorbachov no tenga un avi¨®n semejante para embarcar a los otros dictadores, los de su sistema ideol¨®gico, que se encuentren en dificultades. Un avi¨®n con la estrella roja calentando motores en Varsovia, en Bucarest o en La Habana podr¨ªa solucionar algunas cosas. Bien es verdad que las dachas de Siberia son menos confortables que los hoteles de la Alta Saboya o las fincas de Marbella.
Es curioso observar de cerca la traza de los dictadores depuestos o fugitivos. Resultan ser, casi siempre, personajes anodinos y vulgares. Y sus mujeres, en general, cursis y petulantes. Yo he conocido en Madrid algunos ejemplares de esas pintorescas faunas. No tienen inter¨¦s humano, bagaje cultural ni simpat¨ªa contagiosa. El abuso del poder durante tantos a?os les sec¨® el juego espont¨¢neo de la vitalidad, como ocurre con los drogadictos. Hablan de dinero, de inversiones, de inmuebles, de autom¨®viles, de caballos y de cacer¨ªas como un aventurero de los negocios cualquiera, sin evocar, ni por un momento, los problemas de su pa¨ªs. Socialmente, lo peor de los dictadores es que son, adem¨¢s de todo, gentes muy aburridas para la conversaci¨®n y el di¨¢logo. En general, han sido lectores de un solo libro. Videla, bajo cuyo mandato se cometieron horrendos cr¨ªmenes de Estado, no le¨ªa m¨¢s que el Kempis, y lo segu¨ªa leyendo durante su proceso, mientras el fiscal Strassera relataba, la cr¨®nica negra de los asesinatos en cadena organizados por el piadoso soldado.
Habr¨¢ que buscar un nombre adecuado a ese avi¨®n-ambulancia de los dictadores depuestos. Quiz¨¢, en lenguaje norteamericano, podr¨ªa llam¨¢rsele flying garbage (basura volante).
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