Mucha literatura y poco cine en el filme 'Kaos', de los hermanos Taviani
La segunda jornada de Imagfic 86 trajo a las pantallas del Palacio de la M¨²sica las primeras pel¨ªculas a concurso de esta s¨¦ptima edici¨®n del festival de cine madrile?o. La australiana The empty beach, de Chris Thomson, es un filme que se sigue bien, con correcta realizaci¨®n y dudoso lugar en las pantallas de un festival internacional. El franc¨¦s Le the au harem d'Archimide, del argelino Mehdi Charef, por el contrario, es mucho m¨¢s que un filme correcto y divertido: tiene la belleza y el sabor amargo de la verdad. La expectaci¨®n del d¨ªa la acapar¨® la irregular Kaos, de los italianos hermanos Taviani, en la que sobra literatura y escasea -aunque algo tiene- el buen cine.
La pel¨ªcula de los italianos Paolo y Vittorio Taviani Kaos est¨¢ compuesta por la representaci¨®n, estil¨ªsticamente muy homog¨¦nea (tal vez demasiado, porque el tratamiento cinematogr¨¢fico de los relatos es pr¨¢cticamente el mismo en todos ellos, y esto lima sus pronunciadas aristas), de cinco bellos relatos sicilianos de Luigi Pirandello.No es nada f¨¢cil traducir a buen cine la poderosa literatura m¨¢gica pirandelliana. Jugar con el rev¨¦s de las palabras est¨¢ muy lejos de ser un mecanismo similar a jugar con el rev¨¦s de las im¨¢genes. De ah¨ª la considerable dificultad -que a la larga se traduce en debilidad- que de partida padece este ambicioso intento: en el interior de cinco relatos literarios en forma de mito, brumosos y dominados por el juego de lo indirecto, los hermanos Paolo y Vittorio Taviani se mueven detr¨¢s de una c¨¢mara de esas que s¨®lo capturan -eso s¨ª, con unas composiciones pict¨®ricas muy bellas- evidencias gruesas y s¨®lo saben conjugar lo n¨ªtido con lo directo.
ni estilo expeditivo y generalmente algo tosco de estos buenos y sinceros cineastas se ha decantado algo con el tiempo, pero no hasta el punto de alcanzar el estado de refinamiento formal que requiere una buena reelaboraci¨®n desde dentro de los sutiles encajes poem¨¢ticos y conceptuales de Pirandello. Una cosa es la sencillez y otra la elementalidad. Los hermanos Taviani cuando aciertan hacen esa cosa tan dif¨ªcil de alcanzar que es el cine sencillo; pero cuando yerran, esa su sencillez se reduce a pura e insalvable elementalidad.
En los cuentos titulados La tinaja y R¨¦quiem este desajuste hace chirriar al aparato expresivo del filme como si se tratara de un carromato mal engrasado y con el sentido de la traslaci¨®n sobre el tiempo algo oxidado. Son ambos relatos un quiero y no puedo de los cuatro ojos de los hermanos Taviani por situarse a la altura de la mirada innumerable de Luigi Pirandello. En el tercer relato, titulado Mal de luna, que literariamente es el m¨¢s complejo y fascinante de todos los elegidos por los cineastas, hay m¨¢s coordinaci¨®n entre la materia literaria narrada y su reconstrucci¨®n f¨ªlmica, pero tampoco alcanzan los hermanos Taviani el necesario equilibrio entre ambas para que el resultado parcial sea el ¨®ptimo.
Este equilibrio, o algo que se le aproxima bastante, a mi juicio se consigue ¨²nicamente en el primer cuento, El otro hijo, que es un relato mitol¨®gico, desolado, bronco y con un enfoque original¨ªsimo, y en el ¨²ltimo, titulado Coloquio con la madre, que es una delicada y estremecedora caricia autobiogr¨¢fica del escritor.
El citado equilibrio se produce sobre todo en este ¨²ltimo cuento, ya que en el primero, que no obstante tiene un resultado aceptable, hay algunos vac¨ªos temporales y algunas torpezas de montaje que rompen la cadencia buscada y hacen carraspear a la paciencia del espectador con alargamientos innecesarios en los cierres de secuencia y en los encadenados de ¨¦stas, lo que quita fluidez a una iconograf¨ªa muy bien lograda y que se merec¨ªa tenerla.
Buena primera obra
El filme franc¨¦s Le the au harem d'Archimede, del joven argelino Melidi Charef, es una de esas llamadas ¨®peras primas, pel¨ªculas primerizas que suelen caracterizarse por ser una colecci¨®n de balbuceos. Pero en este filme no hay balbuceo de ninguna clase; discurre todo en ¨¦l con sorprendente seguridad y firmeza.
Es un relato de ritmo limpio, exacto, fluido, transparente, r¨¢pido, lleno de acontecimientos, unos gruesos y otros casi microsc¨®picos, que dan a la pel¨ªcula un innegable sabor de verdad filmada, es decir, de pleno conocimiento por parte del narrador del asunto que narra y de las gentes a trav¨¦s de las que lo narra.
El filme es deudor del mejor Truffaut, pero tiene sabor a cosa propia. Desarrolla una historia ya previamente desarrollada por el director del filme en un libro, libro que, a su vez, tuvo su propio desarrollo en la vida de Mehdi Charef, un cineasta capaz de contarnos algo de su memoria cordial con la mirada te?ida de amargo, pero al mismo tiempo llena de ternura por lo que muestra, sin que esta mostraci¨®n le haga caer en la petulancia de querer demostrar nada.
Es un filme menor, un producto de base de los que facilitan el brote en una cinematograf¨ªa de otras obras en forma de punta. En el cine franc¨¦s comienzan a verse con frecuencia estas excelentes pel¨ªculas menores que son un preludio de otras mayores. Buen s¨ªntoma.
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