Memoria de un lince
Roland Topor, humorista, caricaturista, cineasta, escritor, uno de los nuevos franceses practicantes del antiombliguismo que ha caracterizado siempre a los promotores de la componente m¨¢s prepotente de la grandeur francesa, fue interrogado d¨ªas pasados por este diario:
Pregunta. ?Qu¨¦ ha realizado el Gobierno socialista y, m¨¢s; precisamente, su ministro de Cultura, Jack Lang, en favor de una noci¨®n de la cultura que contraste con la eterna valoraci¨®n que, a la postre, asimila la cultura a un multisomn¨ªfero?
Respuesta. El quinto canal televisivo de Berlusconi, ja, ja, ja, ja!
P. Durante estos cinco afflos de gobernaci¨®n del presidente: FranQois Mitterrand y del socialismo, ?qu¨¦ hecho cultural cree usted que, le hubiese dado a la izquierda una nueva identidad, puesto que su mitolog¨ªa tradicional se ha-desvanecido?
R. La supresi¨®n de la Academia Francesa.
P. ?Dice eso en serio?
R. Totalmente en serio.
Este breve di¨¢logo con un personaje valorado en Francia y en el extranjero como un s¨ªmbolo de los, cohetes volantes del futuro y del progreso, admite que Lang "le ha ofrecido un puesto a la cultura" durante los cinco a?os de Gobierno socialista; pero sus observaciones jocoso-caricaturescas es posible que sit¨²en con gran honestidad la labor de Lang.
Muy poca gente en Francia le regatea dos m¨¦ritos al ex ministro de la Cultura: que durante su gesti¨®n se dobl¨® el presupuesto y que este dinero no fue malversado. Lang, al inicio de su labor ministerial, dijo pomposamente en la Asamblea Nacional: "El 10 de mayo (d¨ªa de la victoria del presidente Mitterrand) es la frontera, entre la luz y la oscuridad". La luz, naturalmente, era la futura cultura socialista; la oscuridad era todo lo que les hab¨ªa precedido. Esto es: Par¨ªs, la ciudad luz, la ciudad m¨¢s bella del mundo, el Louvre, el Sena, los palacios nacionales, los incontables monumentos art¨ªsticos, restaurantes o iglesias, las callejuelas en forma de arabescos de la imaginaci¨®n de todos los tiempos, el clima de libertad que a lo largo de la historia hiciera de Par¨ªs el para¨ªso de los sue?os de todos los creadores del mundo, el museo natural que es Francia entera, etc¨¦tera mil veces, tuvieron que esperar, para ser reconocidos, al Jack Lang que hace un par de a?os, en un debate radiof¨®nico (en RTL) sobre la cultura lleg¨® a recordar impl¨ªcitamente a Carlos Arias Navarro cuando, un d¨ªa, lleg¨® a proferir ante el pueblo espa?ol aproximadamente: "Cuando tengo una duda, miro hacia El Pardo y Franco me ilumina". Naturalmente, el Franco de Lang era Mitterrand. Menos mal.
Lang, como agilizador del mercado tradicional de la cultura, ha sido un lince de los que han abundado en la historia de la cultura francesa.
Andr¨¦ Malraux, por no ir m¨¢s lejos, reinvent¨® toda la noci¨®n cultural de la urbe al decidir esa bobada que puede parecer la limpieza de las fachadas de las casas. Por el contrario, Jack Lang remat¨® su estimable tarea de gerente-publicista cultural con un acto absolutamente anticultural, como lo fue recurrir al enchufe de intelectuales de todo el mundo para que influyeran en la opini¨®n de los franceses en el momento m¨¢s altamente cultural de la historia de los hombres y mujeres de las democracias: el del voto.
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