El reajuste monetario
EL NUEVO ajuste del sistema monetario europeo, con la devaluaci¨®n del, franco franc¨¦s en un 3% y la revaluaci¨®n del marco alem¨¢n y el flor¨ªn holand¨¦s en ese ni?smo porcentaje, pudiera no ser otra cosa que la consecuencia inmediata del deseo del actual Gobierno franc¨¦s de constatar la pesada herencia que ha recibido de sus antecesores. En realidad, es dudoso que, desde el punto de vista estrictamente econ¨®mico, haya razones para justificar el presente estr¨¦pito.La econom¨ªa francesa se encuentra a¨²n convaleciente del proceso de ajuste al que fue necesario someterla tras la equivocada pol¨ªtica del primer Gobierno socialista, que relanz¨® la econom¨ªa en un momento en el que no hab¨ªa que hacerlo. Fue algo as¨ª como el cuento de la lechera a escala de una naci¨®n: se pens¨® que, al aumentar sus rentas nominales, los ciudadanos franceses demandar¨ªan productos de su propia industria, lo cual, a su vez, relanzar¨ªa la producci¨®n y la creaci¨®n de empleo. Lo que ocurri¨® fue algo bastante diferente, pues la nueva demanda se concentr¨® en productos de importaci¨®n, lo cual provoc¨® un fuerte desequilibrio en los intercambios comerciales, que a su vez hizo inevitable la devaluaci¨®n del franco franc¨¦s y un largo per¨ªodo d¨¦ austeridad, cuyos frutos empezaban ahora a recogerse. La balanza por cuenta corriente francesa se encontraba ya en equilibrio antes de la ca¨ªda de los precios del petr¨®leo, y su tasa de inflaci¨®n ha descendido hasta un envidiable 3% anual. Es cierto que la tasa de inflaci¨®n alemana occidental ha descendido pr¨¢cticamente hasta cero, pero el dif¨¦rencial es lo suficientemente estrecho como para que no sea obligatorio proceder a modificaciones dentro del sistema monetario europeo. De hecho, la resistencia alemana a las pretensiones iniciales francesas viene a explicar esta ausencia de motivos.
Las razones del presente reajuste hay que buscarlas, pues, al menos en buena medida, fuera de la l¨®gica estrictamente econ¨®mica. Durante la campa?a electoral francesa se habl¨® bastante de la posible devaluaci¨®n del franco, y algunos l¨ªderes de la coalici¨®n ganadora expresaron veladamente su posible necesidad. El mercado, como era previsible, ha tenido en cuenta estas opiniones, y ha descontado las ventajas pol¨ªticas de una devaluaci¨®n que permite adjudicar el coste al Gobierno saliente. Lo dem¨¢s es simple rutina. Al abrirse las puertas del sanatorio se han presentado las monedas europeas que sufren de enfermedad cr¨®nica: la lira italiana y el franco belga.
En cuanto a la peseta, no parece que existan razones que justifiquen, a corto plazo, su devaluaci¨®n. Los excedentes registrados en la balanza por cuenta corriente los dos primeros meses del a?o apuntan hacia un super¨¢vit r¨¦cord para el conjunto del a?o, que podr¨ªa superar los 5.000 millones de d¨®lares. En estas condiciones no tendr¨ªa mucho sentido dejar que la peseta se depreciara. Las prudentes declaraciones del ministro de Econom¨ªa espa?ol en el sentido de que la peseta deber¨¢ mantener su cotizaci¨®n estable frente al conjunto de las monedas de la CEE vienen avaladas por la actual fortaleza de la balanza de pagos de nuestro pa¨ªs. A corto plazo puede incluso plantearse la apreciaci¨®n de la peseta como una de las posibles opciones de pol¨ªtica econ¨®mica: esta pol¨ªtica alternativa permitir¨ªa reducir la actual tasa de inflaci¨®n, que, como consecuencia de la aplicaci¨®n del IVA, ha quedado descolgada de la que prevalece en la mayor¨ªa de los pa¨ªses de la CEE. Tambi¨¦n aliviar¨ªa los problemas de regulaci¨®n monetaria que plantea el actual aflujo de divisas. En cualquier caso, si se except¨²a el d¨¦ficit p¨²blico, que contin¨²a sumido en el m¨¢s oscuro e inexplicable de los misterios, la situaci¨®n de la econom¨ªa espa?ola deja un amplio margen de acci¨®n a sus responsables. La ¨²nica cuesti¨®n que se plantea es la de c¨®mo utilizarlo en bien de todos.
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