Los ni?os muertos
La detenci¨®n de una madre que abandon¨® a sus hijos es el punto de partida que utiliza la autora del art¨ªculo para denunciar la insolidaridad y la hipocres¨ªa de nuestra sociedad, en la que se puede encarcelar a una mujer que ha sido abandonada y desasistida por todos, pero nadie mueve un dedo para ayudar a esta misma familia en el momento en que todav¨ªa es posible.
Antonia Fern¨¢ndez Jord¨¢n ya ha sido detenida. La brillante operaci¨®n policial mediante la que se apres¨® a la peligrosa delincuente consisti¨® en dar el alto a Antonia y a su amante, Joan Capell i Guix, cuando los dos sal¨ªan paseando -desarmados- de una cafeter¨ªa en Sant Vicens de Castellet (poblaci¨®n cercana a Manresa). El juez de instrucci¨®n n¨²mero 1 de Manresa, que se person¨® en el cuartel de la Guardia Civil, ha ordenado la "prisi¨®n preventiva incondicional e incomunicada" llevado, comprensiblemente, por la justa indignaci¨®n que la perversa conducta de, Antonia le ha provocado.Y a todos nosotros, a todos los que, durante unos d¨ªas, la noticia de la muerte por hambre de Cristi¨¢n, el hijo peque?o de Antonia, y la imagen del escu¨¢lido hermano suyo superviviente, Daniel, internado en un hospital, nos ha estropeado la cena, sobre todo cuando la mirada de Daniel nos. divisaba c¨®modamente sentados frente al televisor. Una mirada sin reproche, porque todav¨ªa hoy, para Daniel, nadie es culpable de lo que le ha pasado.
Seguramente, cuando se recupere, el justo juicio del juez y las informaciones que le suministrar¨¢n sus nuevos cuidadores le explicar¨¢n que la ¨²nica culpable de su hambre y de la muerte de su hermano es Antonia, y Daniel, bien aleccionado, comenzar¨¢ a odiar a su madre. Pero, hace unas noches, la mirada que me llegaba desde la pantalla no ten¨ªa odio, ni rabia, ni casi sorpresa. El menudo cuerpo no ten¨ªa suficiente energ¨ªa para albergar sentimientos que tanta consumen. Por ello, el juez de Manresa ha tenido que suplir la carencia de los de Daniel y canalizar a la vez toda la rabia y la indignaci¨®n que los dem¨¢s ciudadanos de este pa¨ªs bien y hasta superalimentados sentimos contra la monstruosa madre que ha dejado morir de hambre a su hijo y casi al otro, y por eso ha dictado prisi¨®n incondicional e incomunicada contra ella. Incluso muchos de los televidentes sentir¨¢n que la pena de muerte se haya abolido en nuestro permisivo pa¨ªs, porque ¨¦ste ser¨ªa precisamente uno de los casos que m¨¢s justificar¨ªa matar. En m¨¢s de una ocasi¨®n, en el bar, en el taxi, en el cine, he o¨ªdo comentar: "?Esto s¨ª que es para matarlal. ?Abandonar a dos hijos y dejarlos encerrados en casa sin comer! ?No lo hacen ni los animales!". Y tienen raz¨®n. Eso s¨®lo lo hacen los seres humanos.
Algunas informaciones de Prensa han explicado que hace unos meses el hogar de Antonia y Joan fue visitado por una asistenta social y que la desaprensiva pareja solicit¨® que los ni?os fueran internados en una guarder¨ªa porque no pod¨ªan ocuparse de ellos. No se tienen m¨¢s datos, pero es de suponer que ni la asistenta social ni el organismo competente atendieron tan inconveniente solicitud.
Guarder¨ªas infantiles
?Por qu¨¦ hab¨ªan de proporcionar guarder¨ªa infantil a unos ni?os que ten¨ªan madre y hasta un sustituto de padre? Parece ser tambi¨¦n que Antonia no tiene una profesi¨®n determinada ni precisamente honesta y que algunos vicios le consumen los ingresos que obtiene, pero eso no obsta para que sea totalmente responsable de la suerte de sus hijos. Al fin y al cabo, ?si los ha tenido no fue porque quiso? ?Por qu¨¦ ha de hacerse cargo el Estado, que pagamos entre todos, de la alimentaci¨®n y de la educaci¨®n de unos ni?os que tienen madre? ?Apa?ados estar¨ªamos si tuvi¨¦semos que mantener a todos los hijos de prostitutas, drogadictas, mendigas, enfermas mentales y otras taradas semejantes, que adem¨¢s no paran de reproducirse, como si no supieran que existen anticonceptivos eficaces! La ¨²nica cuesti¨®n que no he sabido resolver es para qu¨¦ fue la asistenta social a la casa de Antonia, de Daniel y de Cristi¨¢n.
Est¨²pida pretensi¨®n la m¨ªa ¨¦sa de que se provea a la sociedad espa?ola de casas-refugio para mujeres abandonadas y sus hijos, de orfanatos decentes para los ni?os abandonados, de servicios eficaces de planificaci¨®n familiar y de cl¨ªnicas de aborto gratuitas. Esas demandas corresponden ¨²nicamente a gente fanatizada como yo, que, afortunadamente por ello, somos pocos, y que ¨²nicamente vienen a perturbar la tranquila digesti¨®n de los rectores sociales, cuando en realidad la soluci¨®n m¨¢s sencilla para asuntos tan macabros como el que comento es la decisi¨®n adoptada por el juez de instrucci¨®n n¨²mero 1 de Manresa: decretar la prisi¨®n incondicional e incomunicada para Antonia, a fin de que no pueda ver a nadie, ni siquiera a un abogado, al que pudiera contagiar con su f¨¦tido aliento. Parece ser tambi¨¦n que los vecinos de los ni?os Daniel y Cristi¨¢n conoc¨ªan la situaci¨®n de abandono y de inanici¨®n en que viv¨ªan, pero tardaron mucho tiempo en denunciarlo a la polic¨ªa, supongo que por el sensato recelo que todo ciudadano espa?ol bien alimentado abriga a meterse en l¨ªos de los que nadie le compensa, o quiz¨¢ por el convencimiento, que fue refrendado en seguida por la experiencia, de que tampoco la polic¨ªa iba a hacer m¨¢s que la asistenta social o los vecinos.
Por lo visto, cuando la Polic¨ªa Municipal acudi¨® a la casa, no oy¨® sonido alguno que pudiera hacer sospechar alguna anomal¨ªa en el interior -los cad¨¢veres y los moribundos de inanici¨®n, en general, no suelen ser muy ruidosos-, y entonces, con extraordinaria democr¨¢tica prudencia, optaron por irse, ya que abrir la puerta hubiese podido conllevar la acusaci¨®n de allanamiento de la morada de Antonia y de Joan, delito que lleva aparejadas graves penas, tales como arresto o multa, y conociendo bien a la madre de los ni?os y a su pareja, eran de temer extremosas represalias jur¨ªdicas por su parte en caso de que los polic¨ªas o los vecinos hubiesen roto la cerradurade la puerta para conocer el estado de los ni?os.
Por eso, ni la Polic¨ªa Municipal ni los vecinos abrieron la puerta, y unos y otros se fueron a su casa a cenar, refunfu?ando por las molestias que les ocasionaba la insociable pareja.
Y aunque no se conozca con exactitud en qu¨¦ medida los vecinos proporcionaron comida o ayuda econ¨®mica a los ni?os mientras tuvieron vida, ni cu¨¢ntas veces se emocionaron o indignaron cuando les turbaba el sue?o los llantos de hambre de los peque?os, ni si se celebraron reuniones de vecinos para tratar del problema que se viv¨ªa, aunque fuera a punto de morir, pared por medio de sus casas, lo cierto es que deb¨ªan estar tan enfadados por las molestias causadas por esa familia que al entierro de Cristi¨¢n acudieron 12 personas, seis de las cuales eran periodistas. En consecuencia, quien ¨²nicamente debe ir a la c¨¢rcel, incomunicada, es Antonia, para que no ocasione m¨¢s molestias.
Ayer, en el metro, encontr¨¦ una p¨¢lida mujer que llevaba de la mano a un tan p¨¢lido ni?o como ella, y en el vientre, un enorme bulto que anunciaba la pronta aparici¨®n de otro infante en nuestro pa¨ªs. El tr¨ªo ped¨ªa limosna en un and¨¦n del metro de Madrid, pero no parec¨ªa tener mucho ¨¦xito.
M¨¢s bien estorbaba el r¨¢pido deambular de los usuarios que ten¨ªamos mucha prisa en llegar a nuestro destino, que a las dos y pico de la tarde era la mesa de la comida. A ninguno nos agradaba la presencia, bastante silenciosa, de aquella hembra con un ni?o, y nuevamente embarazada, que pretend¨ªa conseguir de nuestra caridad la comida diaria.
Falta de dinero
Casi nadie le daba dinero y s¨ª abundantes empujones, y a nadie se nos hubiera ocurrido llamar a la asistenta social municipal o a la polic¨ªa para informarles de la inc¨®moda situaci¨®n que estaban viviendo los tres personajes, porque todos conocemos la respuesta que recibir¨ªamos: ?si s¨®lo fuese ¨¦sa!
En pocos d¨ªas, tendremos un madrile?ito m¨¢s en este mundo, quiz¨¢ abra los ojos en la misma estaci¨®n de metro, y qui¨¦n sabe si en cuesti¨®n de d¨ªas o de meses ¨¦se mismo y/o su hermano estar¨¢n muertos de hambre en alguna cova¨¦ha, pensi¨®n, taberna o estaci¨®n de metro. Y entonces ser¨¢ llegado el momento de encarcelar a la madre incondicionalmente e incomunicada.
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