Macarra
Mientras la VI Flota va de macarra por el Mediterr¨¢neo, estoy sentado en un sal¨®n del Waldorf Astoria en Nueva York, donde ahora al mediod¨ªa se est¨¢ sirviendo un buf¨¦ amenizado por un tr¨ªo de violines y flauta que interpreta algo muy delicado de Scarlatti. Elegantes se?oras y caballeros con un plato en la mano al comp¨¢s de la m¨²sica merodean entre manjares comentando la lecci¨®n que Reagan le acaba de dar a Gaddafi. Se sienten orgullosos y toman dulces de todas clases. Realizan apuestas acerca del n¨²mero de v¨ªctimas con una sonrisa que se confunde con el mordisco al canutillo de nata. Parecen hombres de negocios o turistas ricos del interior que ayer mismo a¨²n ignoraban la existencia de Libia pero hoy se les ve felices porque gracias a los misiles han aprendido un poco m¨¢s de geografia. Han bombardeado Libia, luego Libia existe.Mientras la VI Flota hace de macarra por el Mediterr¨¢neo tratando de machacar desde la estratosfera a un simple beduino, yo me paseo por la calle 42 en medio de una incre¨ªble morralla que tambi¨¦n es carne de ca?¨®n. Nueva York ha perdido ya el encanto zool¨®gico, puesto que los seres m¨¢s abyectos sacan la cabeza del cubo de basura y tam bi¨¦n opinan. Gaddafi ha recibido su merecido. Los proxenetas, mandangueros, drogadictos y otros escombros humanos de la calle 42, aunque no saben qui¨¦n es Gaddafi, est¨¢n contentos por la haza?a. No existe dosis m¨¢s m¨®rbida para rufianes que el patriotismo cuando se vende como venganza.
Mientras la VI Flota va de macarra por el Mediterr¨¢neo, tomo una copa de madrugada en Palladium y all¨ª bailan ejemplares de distintas razas, cuerpos s¨®lo unificados por la belleza. En los lavabos se oyen risas de un cristalino canalla, voces de ¨¢ngel pronunciando el nombre de Libia. Algunas ni?as rubias se quejan de que las bombas de sus muchachos no fueran del todo certeras y despu¨¦s tiran de la cadena del retrete. Si Dios no hubiera creado el mal no ser¨ªa omnipotente. Norteam¨¦rica tiene omnipotencia porque sus aparatos de muerte traspasan la barrera del sonido y no les detiene la barrera de la moral.
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