De las diferencias entre las drogas

Una vez m¨¢s, don Fernando Savater, en sus denodados esfuerzos por ser moderno, se pasa de fr¨ªvolo, trivializando ahora sobre el tema de la droga. Lo que no se puede, se?or Savater, es aprovechar un cierto prestigio de h¨¢bil hilvanador de discursos un tanto heterodoxos para mezclar en el mismo saco el tabaco, el alcohol y la hero¨ªna.Vieja es ya la distinci¨®n entre drogas duras y blandas, y no voy a entrar en ella. Pero lo que no se puede argumentar sino es por mala fe o ignorancia es que el mal de la hero¨ªna est¨¢ en la clandestinidad de su difusi¨®n, cuando est¨¢ demostrado que se trata de una sustancia que crea una dependencia real, f¨ªsica y ps¨ªquica, en m¨¢s del 90% de sus consumidores con s¨®lo probarla apenas una veintena de veces.

Y cuando digo dependencia real lo digo en toda la extensi¨®n del t¨¦rmino, pues un heroin¨®mano no puede ni dormir, ni comer, ni sentirse (s¨®lo sentirse mal) si no tiene su dosis. Su necesidad es tal que le lleva a realizar acciones de las que se averg¨¹enza y arrepiente, sinti¨¦ndose ¨¦l mismo escindido y degradado.

Su voluntad y su deseo se van viendo reducidos hasta constre?irse a un solo objeto: la hero¨ªna, y eso, se?or Savater, no ya para conseguir placer (que s¨®lo se siente las primeras veces), sino para dejar de estar enfermo.

As¨ª, pues, don Fernando, alabe si es su gusto las excelencias de los caldos, el placer de un buen tabaco o cualquier otra cosa que suponga goce de la vida en cualquiera de sus expresiones y con todos sus riesgos, naturalmente, pero, por favor, no utilice argumentos falaces intentando defender o restar importancia a algo que priva de la libertad, la voluntad, el deseo, el orgullo de uno mismo, las ganas de vivir y, en ¨²ltima instancia, la vida misma.

Y s¨¦ bien por qu¨¦ lo digo.-