De espaldas al derecho internacional
DESPU?S DE los bombardeos de Tr¨ªpoli y Bengasi, adem¨¢s de las graves discrepancias entre EE UU y varios Gobiernos europeos, se ha producido otro grave fen¨®meno en la escena internacional, al que quiz¨¢ no se ha prestado suficiente atenci¨®n. Este fen¨®meno es que, en el Tercer Mundo, incluso los pa¨ªses m¨¢s ligados a EE UU han condenado los bombardeos ordenados por el presidente Reagan. Y no se trata solamente del mundo ¨¢rabe. Tailandia vot¨® contra EE UU en la ONU, y, en su reuni¨®n de Nueva Delhi, el Movimiento de los No Alineados ha aprobado una resoluci¨®n en¨¦rgica y ha enviado una delegaci¨®n a Libia para expresar su solidaridad con el pa¨ªs atacado.Cierto es que muchos Gobiernos europeos manifestaron su discrepancia con Estados Unidos. La diferencia, sin embargo reside en que mientras ¨¦stos apoyaron su actitud en la idea de eficacia, alegando que los bombardeos no servir¨ªan para combatir el terrorismo y que incluso podr¨ªan fomentarlo, los miembros del Tercer Mundo subrayan la idea de legitimidad. ?Tiene derecho un pa¨ªs, por poderoso que sea y por agraviado que se sienta por monstruosos actos terroristas, a responder con el bombardeo de una o varias ciudades?
Las normas del derecho internacional y de la Carta de las Naciones Unidas -que desde luego proh¨ªben tales acciones- no poseen instrumentos para imponer su aplicaci¨®n. Por a?adidura, la divisi¨®n del mundo en bloques militares ha privado de eficacia al Consejo de Seguridad de la ONU, principal organismo encargado de tomar medidas para evitar o resolver conflictos internacionales. Deducir de ello que la ONU ya no sirve para nada y que, por tanto, cada pa¨ªs -al menos los que disponen de medios para ello- debe utilizar la fuerza militar cuando juzgue que ello corresponde a sus intereses vitales, ser¨ªa un tremendo retroceso hist¨®rico. Tendr¨ªa consecuencias incalculables, porque vivimos en un mundo de abismales diferencias de poder econ¨®mico y militar, pero en el que la ONU ofrece una sede jur¨ªdica basada en el principio de la igualdad de derechos de todos los Estados. Por eso la ONU es, entre otras cosas, un lugar de encuentro insustituible entre el Tercer Mundo y los pa¨ªses m¨¢s desarrollados y poderosos de la tierra. Las decisiones de la ONU, aunque no logren ser operativas, tienen un peso moral indiscutible; la ONU conden¨® la invasi¨®n de Aiganist¨¢n y asimismo la de Camboya, y son temas que siguen pendientes. Las resoluciones de la ONU son muchas veces de efecto retardado, y se inscriben en el proceso hist¨®rico de culturizaci¨®n de las relaciones entre Estados, de avance del derecho internacional.
La actitud del actual Gobierno de Washington se aleja, en este terreno, de lo que ha sido la mejor tradici¨®n de la diplomacia de EE UU de potenciar y extender la aplicaci¨®n del derecho internacional. Wodrow Wilson fue el verdadero inventor de la Sociedad de Naciones, creada al terminar la I Guerra Mundial, si bien su derrota impidi¨® que EE UU se incorporase a aquella organizaci¨®n. Al constituirse la ONU, EE UU se esforz¨® por dotarla de un funcionamiento lo m¨¢s jur¨ªdico y democr¨¢tico posible; la introducci¨®n del derecho de veto fue consecuencia de la intransigencia de la URSS. Sin embargo, en los ¨²ltimos tiempos, la pol¨ªtica de EE UU tiene una orientaci¨®n contraria a su actitud inicial. Orientaci¨®n que est¨¢ influyendo de un modo muy negativo sobre la posici¨®n de los principales pa¨ªses europeos. Lo ocurrido en el debate sobre el bombardeo de Tr¨ªpoli y Bengasi as¨ª lo demuestra.
Despu¨¦s del bombardeo en octubre de 1985 por la aviaci¨®n israel¨ª de instalaciones de la OLP en T¨²nez, el Consejo de Seguridad de la ONU vot¨® una resoluci¨®n en la que "se condena en¨¦rgicamente el acto de agresi¨®n armada perpetrado por Israel" y, entre otras cosas, se pide a los Estados miembros que tomen medidas para disuadir a Israel de recurrir a tales actos. A pesar de una actitud inicial de Reagan favorable a Israel, EE UU no se atrevi¨® a votar contra esa resoluci¨®n, por temor al impacto que ello tendr¨ªa en T¨²nez y otros pa¨ªses ¨¢rabes. La resoluci¨®n fue aprobada por la ONU gracias a la abstenci¨®n norteamericana. El argumento de Israel para su ataque era exactamente el mismo, la lucha contra el terrorismo, que el invocado por EE UU para bombardear Libia. Sin embargo, ?qu¨¦ ha ocurrido en el Consejo de la ONU ante los bombardeos realizados por EE UU? La moci¨®n que los condenaba ha sido vetada por EE UU, el Reino Unido y Francia; y el otro pa¨ªs europeo presente, Dinamarca, ha votado en contra. Europa parece doblegada ante las fuertes presiones norteamericanas, mientras los pa¨ªses del Tercer Mundo, incluida Tailandia, como dijimos m¨¢s arriba, defendieron el principio del derecho internacional, al que EE UU no se hab¨ªa opuesto cuando se trat¨®, hace unos meses, del bombardeo realizado por Israel.
El terrorismo plantea en s¨ª nuevos problemas en la vida internacional, y es comprensible la tribulaci¨®n de los Gobiernos europeos, sometidos a la amenaza directa de las bombas de ese terrorismo y a las presiones pol¨ªticas y econ¨®micas de Washington, al que necesitan en todo caso para hacer frente a la amenaza sovi¨¦tica. Pero esa tribulaci¨®n no puede justificarlo todo. El mayor error ser¨ªa pretender abordar la lucha contra el terrorismo internacional con pol¨ªticas basadas exclusiva o primordialmente en la fuerza militar. Como saben muy bien los Gobiernos europeos que padecen un terrorismo aut¨®ctono adem¨¢s del importado, la lucha contra ¨¦l, si quiere ser a un tiempo eficaz y moral, necesita estar integrada en las estructuras jur¨ªdicas. En el plano internacional, dichas estructuras permitir¨¢n de paso un terreno de entendimiento y acci¨®n com¨²n imprescindibles con los pa¨ªses del Tercer Mundo.
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