Mujeres en la pol¨ªtica
OCHO MUJERES en un Gobierno de 18 miembros es un hecho ins¨®lito que se acaba de producir en Noruega. Pero podr¨ªa tambi¨¦n decirse que lo ins¨®lito es que en varios milenios de todas las civilizaciones las mujeres hayan estado excluidas de la gobernaci¨®n de los pa¨ªses, salvo como solitarias soberanas.Sin duda que el caso noruego, con ser excepci¨®n, se inscribe en una tendencia a la igualaci¨®n entre las funciones sociales del hombre y la mujer, que no sin resistencias y, demoras, se abre paso en el mundo. Pero de nuevo es un pa¨ªs n¨®rdico, en recuperaci¨®n de la mitolog¨ªa de los m¨¢s avanzados moral y socialmente quien inaugura, este particular gobierno bisexual. En el camino hacia el sur, el paisaje pol¨ªtico es bien distinto. Con lo que se va sabiendo de las listas electorales de los distintos partidos espa?oles no se puede hablar ni siquiera de mayor¨ªa masculina:, las escasas mujeres que aparecen en las listas son a veces ornamentales y a veces beneficiarias de una concesi¨®n o de una f¨®rmula secundaria para captar votos. Todo hace pensar que, gane quien gane, el Parlamento va a tener la misma o parecida configuraci¨®n que el disuelto, y el Gobierno tambi¨¦n.
Los Gobiernos, en general, se vienen formando por grupos sociol¨®gicos donde las identidades se encuentran en la edad, la clase social, las amistades anteriores y s¨®lo un punto de partida de ideolog¨ªa com¨²n. El proceso de formaci¨®n ideol¨®gica se va creando en los diversos encuentros con los hechos y conflictos comunes. Hechos y tesituras de las que a menudo han quedado marginadas las mujeres y que sucesivamente las excluye del conocimiento, la experiencia p¨²blica y de la definitiva participaci¨®n en la representaci¨®n pol¨ªtica. La actual coeducaci¨®n -que lleva tan poco tiempo funcionando realmente; y a¨²n no es total-, el trabajo compartido, la nueva sexualidad, son factores que abrir¨¢n inexorablemente el acceso al poder a grupos en los que figuren las mujeres con su porcentaje real.
En la contraposici¨®n Noruega-Espa?a aparecen, naturalmente, las condiciones Norte-Sur, que en un principio parecen deberse a que las modificaciones de civilizaci¨®n se han producido antes en el Norte. Los paisajes de la franja mediterr¨¢nea son todav¨ªa notablemente distintos en comportamiento, costumbrismo, tradici¨®n, nivel de vida y religi¨®n; cuestiones del distinto ritmo del paso de la historia, o de la forma en que algunos. poderes terrenales y celestiales han conseguido afincarse m¨¢s en las tierras meridionales. La elaboraci¨®n de las listas de candidatos a las pr¨®ximas elecciones generales en nuestro pa¨ªs puede ser todo un ejemplo.
Aun as¨ª, el caso de Noruega es extraordinario dentro mismo del Norte, y del propio pa¨ªs que lo produce quiz¨¢ por poco tiempo. Este Gobierno de izquierda es poco s¨®lido en su Parlamento, y puede ocurrir que una alternativa de la derecha, menos propicia a esta igualaci¨®n sexista, acabe con este acontecimiento. No por ello pierde su valor. En este camino demasiado lento de igualaci¨®n sexual, el precedente noruego tiene un valor de primer paso. No habr¨¢ que confundir los resultados pol¨ªticos de este Gobierno, al que se sabe que es inestable por otras razones, con lo que ya se puede considerar como el primero en abrir francamente la participaci¨®n a las mujeres.
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