Norte
Existe una conjura contra el Norte, eso es evidente. No s¨¦ si est¨¢ financiada por los d¨®lares, de la CIA, el oro de Mosc¨² o los denarios de Gaddafi, pero reconozco que est¨¢n logrando desprestigiar ese punto del horizonte hacia el que suelen apuntar las br¨²julas razonables. La filosofia de los conjurados se resume inmediatamente: la maldad del planeta disminuye a medida que las cosas se alejan del Polo Norte. No me exijan sutilezas intelectuales porque son ellos, los sudistas, los que pronuncian ese pataf¨ªsico duelo de manera tan maniquea. M¨¢s todav¨ªa, los conjurados est¨¢n logrando cambiar la lucha de clases por la lucha de puntos cardinales, con todo lo que eso implica y simplifica la vieja dial¨¦ctica revolucionaria. Ser¨ªa injusto atribuirle a Mario Benedetti el liderazgo sure?o, pero he de reconocer que esa conspiraci¨®n destinada a analogar el Norte con la historia universal de la inf¨¢mia alcanz¨® hace un par de d¨ªas, en colaboraci¨®n con Serrat y otros amigos, cotas demag¨®gicas ciertamente impensables en estos complejos tiempos. Al estribillo "el Norte es el que ordena", desfilaban por la pantalla todos los supues tos horror¨¦s causados por el Norte, mientras que el punto cardinal opuesto era ilustrado como si se tratara de un spot navide?o de la Unicef.Pero no s¨®lo es la ingeniosa met¨¢fora de Benedetti. Nuestros afamados pensadores filosofan con similar insidia de los b¨¢rbaros del Norte; los poetas m¨¢s celebrados hunden sus est¨¦ticas en esa cultura de dunas, d¨¢tiles y Nilo; el estilo literario que aqu¨ª causa estragos consiste en orientalizar sin rubor; los mandarines posniodernos viven de echar pestes contra las ideas de raz¨®n y progreso surgidas de las civilizaciones norte?as, y los que apenas hace dos meses defend¨ªan con ardor surista aquello del Atl¨¢ntico Norte huyen ahora al polo opuesto. F¨ªjense c¨®mo ser¨¢ la conjura, que cuando me preguntan que d¨®nde vivo ya no oso decir en el norte de Espa?a. Farfullo: en el sur del Reino Unido. Pero la historia no es nueva. Hace dos siglos nuestros castizos. hablaban con id¨¦ntica fobia de "los infectos vientos del Norte". Se refer¨ªan a los vientos de la llustraci¨®n.
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