Voz flamenca y orquesta
Se me ocurren muchas cosas, a bote pronto, tras. una sola audici¨®n. La primera, que una audici¨®n es insuficiente para intentar el desentra?amiento de una experiencia rica y compleja, de imprevisibles consecuencias para el arte flamenco. La segunda, que en ese caso de repetidas audiciones seguramente tendr¨ªa que rectificar algunas de estas primeras impresiones. Quede claro que se trata de una experiencia hist¨®rica, apasionante por muchos conceptos, decepcionante por otros. El empe?o de Enrique Morente se tradujo en un triunfo rotundo.En una primera parte a solas con la guitarra de Habichuela, hizo los cantes al modo tradicional y los hizo en general muy bien, aunque a veces cediera a sus personales demonios de creaci¨®n o recreaci¨®n no siempre muy ortodoxos, pero fieles, pese a ello, a las ra¨ªces ineludibles de lo jondo. Su malague?a del Canario fue ejemplar, de una belleza impresionante. La ton¨¢ tuvo la grandeza inherente al g¨¦nero, aunque Enrique no recurriera demasiado al grito, prefiriendo esos tonos medios, graves, c¨¢lidos que ¨¦l domina como nadie. Los aires huelvanos fueron dichos con gracia y brillantez, los cantes de ida y vuelta tuvieron una singular musicalidad.
Fantas¨ªa de cante jondo para voz flamenca y orquesta
Cante: Enrique Morente. Orquesta Sinf¨®nica de Madrid (Orquesta Arb¨®s), bajo la direcci¨®n de Luis Izquierdo. Guitarras flamencas: Juan Carmona Habichuela, Gerardo N¨²?ez, Adam Coffer y Montoyita. Palmas: Antonio y Miguel Carbonell y Zahira. Composici¨®n y piano: Antonio Robledo.Teatro Real. Madrid, 16 de mayo.
Y despu¨¦s vino la Fantas¨ªa.... Fue -a m¨ª me lo pareci¨® al menos- como decir: este es el cante flamenco como se hace desde dos siglos atr¨¢s; ahora vamos a otra cosa. Y fue otra cosa, ciertamente. Los g¨¦neros flamencos ya no sonaron tanto a flamenco, por supuesto, y era l¨®gico que as¨ª ocurriera, aunque la voz de Enrique sigui¨® manteniendo su riqueza de matices, su gran musicalidad. Pero a veces no pudo con la orquesta. Cantar sin micr¨®fono, acompa?ado por m¨¢s de 60 profesores, implicaba un riesgo que ¨¦l asumi¨® con todas las consecuencias.
Creo que es el mayor error que cometi¨® Luis Izquierdo en la direcci¨®n, que no redujo en esos momentos lo suficiente la brillantez del sonido orquestal para dar el relieve conveniente a la voz del cantaor, quedando ¨¦sta plana, monocorde, desva¨ªda. Es un reparo menor, que seguramente puede subsanarse. Por lo, dem¨¢s, voz y orquesta tuvieron partes esplendorosas, de una belleza sorprendente.
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