Algunas consecuencias de Chernobil
"Lo peor ha pasado." Mijail Gorbachov ha dado un suspiro de alivio ante los telespectadores sovi¨¦ticos al anunciarles que los t¨¦cnicos de Chernobil, despu¨¦s de dos semanas de esfuerzo, han neutralizado el reactor averiado. Confrontado "a esa fuerza temible que es la energ¨ªa nuclear que escapa al control", el l¨ªder sovi¨¦tico ha elegido de entrada el silencio. Ciertamente, en su pa¨ªs los dirigentes no hablan inmediatamente a la poblaci¨®n afectada por una calamidad, y Gorbachov no ha faltado, pues, a su deber. Pero su imagen de l¨ªder que conoce bien el arte y la manera de utilizar los medios de comunicaci¨®n ha sufrido.Rompiendo al mismo tiempo con su estilo de dirigente que ama el contacto directo con la gente y que acude a menudo sobre el terreno, Gorbachov no ha ido tampoco personalmente a Chernobil, ni incluso a Kiev o a Minsk, capitales de las dos Rep¨²blicas m¨¢s directamente afectadas por la cat¨¢strofe. Todo esto hace pensar que en el Kremlim, durante las semanas que siguieron a la explosi¨®n del reactor n¨²mero cuatro de la central ucraniana, la angustia ha sido grande, como si temieran una supercat¨¢strofe, la contaminaci¨®n del suelo o de las v¨ªas de agua de toda esta regi¨®n, en el coraz¨®n del pa¨ªs.
Despu¨¦s de una alerta de esta envergadura, las conclusiones que ha sacado Gorbachov en su discurso a la naci¨®n parecen m¨¢s bien modestas. Ha relanzado h¨¢bilmente a Ronald Reagan su propuesta del pasado 15 de enero para llegar a un acuerdo sobre el desmantelamiento de arsenales nucleares y ha sugerido un encuentro en Hiroshima, ciudad m¨¢rtir del ¨¢tomo. Muy did¨¢ctico, ha explicado que si el. ¨¢tomo concebido para la paz acaba por provocar da?os enormes, aquel que est¨¢ concebido para la guerra, el ¨¢tomo militar, provocar¨¢ mil veces m¨¢s. La mano tendida de la URSS para negociar el desarme no puede ser rechazada durante mucho tiempo por Washington, y sobre ese punto la posici¨®n de Gorbachov, despu¨¦s de Chernobil, no se ha debilitado en absoluto, sino lo contrario.
Pero en este drama, el aspecto diplom¨¢tico no es el m¨¢s importante. Las advertencias en contra de las armas nucleares, desde Einstein y Oppenheimer, son bien conocidas y nadie las ignora. Por el contrario, sobre los peligros del ¨¢tomo civil hemos visto algunas pel¨ªculas, como El s¨ªndrome de China, que cre¨ªamos de ficci¨®n cient¨ªfica, y no nos imaginamos qu¨¦ es la energ¨ªa nuclear que escapa al control. Despu¨¦s de Chernobil, esa energ¨ªa da m¨¢s miedo que las armas at¨®micas, precisamente porque siembra la desgracia sin que sus promotores lo deseen, "sin control", seg¨²n la f¨®rmula del propio Mijail Gorbachov.
Ni ¨¦l ni su principal interlocutor-adversario, Reagan, son locos que se tiren bombas de hidr¨®geno a la cabeza o provoquen el invierno nuclear sobre el universo entero. ?Pero son capaces, uno y otro, de impedir que otro Chernobil, u otro Three Mile Island, escape ma?ana de nuevo a su control? El intercambio de informaciones despu¨¦s de accidentes y el refuerzo de la Agencia Internacional para la Energ¨ªa-At¨®mica de Viena, propuestos por Gorbachov, no son suficientes, sin duda, para disipar la aprensi¨®n que existe tanto en el Este como en el Oeste.
Pavor colectivo
Hemos visto, durante estas ¨²ltimas semanas, gentes, desde Escandinavia hasta Italia, que miraban las nubes potencialmente radiactivas con un miedo mezclado con perplejidad, como en la ¨¦poca de las grandes epidemias de la Edad Media. Es f¨¢cil, en esas condiciones, comprender los sentimientos que experimentaban en ese mismo momento los sovi¨¦ticos, situados mucho m¨¢s cerca del n¨²cleo de ese peligro. Pong¨¢monos en el lugar de las gentes a las que se les ha dicho: "Qu¨¦dense en sus casas, cierren sus puertas, no dejen que sus hijos jueguen en la calle". ?Qui¨¦n querr¨ªa quedarse en esos lugares invadidos por un enemigo invisible? Sin embargo, es de sentido com¨²n que todo el mundo no puede marcharse, al menos de un d¨ªa para otro.
La Prensa internacional ha fijado sus ojos en Kiev, la tercera ciudad m¨¢s importante de la URSS. Pero si la nube radiactiva fue detectada, en primer lugar, el 27 de abril en los pa¨ªses escandinavos, eso indica que ha debido golpear antes y con todav¨ªa m¨¢s fuerza Bielorrusia y, las rep¨²blicas b¨¢lticas. Gorbachov ha mencionado en su discurso varias veces a Bielorrusia, sin precisar que se han tomado las mismas medidas que en Kiev, donde se han cerrado los colegios y 250.000 ni?os han sido, o deben ser, evacuados. Lo que es seguro es que toda la parte noroccidental de la URSS ha sido afectada por la cat¨¢strofe, y debe ser descontaminada en el propio sentido de la palabra y en un sentido figurado, curando tanto la tierra que ha recibido las radiaciones como la cabeza de las gentes que tienen miedo a la radiactividad.
En otros tiempos, los marxistas fundadores de la URSS habr¨ªan descubierto seguramente en la aparici¨®n y en el recurso imprudente a la energ¨ªa nuclear la prueba de que un cierto tipo de desarrollo de las fuerzas productivas, sometidas, a la l¨®gica del capitalismo, conduce a la destrucci¨®n de la humanidad, de la naturaleza y del mismo sistema. Mijail Gorbachov no puede hacer hoy un discurso parecido porque su pa¨ªs ha optado por el mismo modelo de desarrollo y quiere ser competitivo sobre el mercado capitalista mundial. Pero despu¨¦s de la cat¨¢strofe de Chernobil deber¨ªa al menos haber dicho a los sovi¨¦ticos hasta d¨®nde quiere ir en su opci¨®n por la energ¨ªa nuclear.
Hasta hoy, la energ¨ªa at¨®mica, concentrada principalmente en la Rusia europea, no representa m¨¢s "Que el 10% de la energ¨ªa producida en la URSS. Gorbachov, en cuanto lleg¨® al poder, decidi¨® que no era suficiente. El plan quinquenal que ha puesto en marcha prev¨¦ doblar este volumen antes de 1990 y llevarlo hasta el 20%, lo que representa un salto cualitativo. Despu¨¦s de Chernobil, ese salto debe parecer francamente aberrante, sobre todo a aquellos que est¨¢n todav¨ªa buscando un hogar donde vivir o poner a salvo a sus hijos, huyendo de las nubes radiactivas de la cat¨¢strofe precedente.
?C¨®mo justificar ahora ese programa? Incluso la necesidad de economizar petr¨®leo y gas para poder exportar m¨¢s no ser¨¢ suficiente. El coste de la m¨¢s peque?a cat¨¢strofe, incluso menos grave que la de Chernobil, devorar¨ªa en pocas semanas las divisas as¨ª obtenidas. Por otra parte, los dirigentes sovi¨¦ticos no pueden ignorar que casi todos los movimientos de izquierda en Occidente con los cuales ellos desean establecer relaciones privilegiadas, desde el Partido Social dem¨®crata Alem¨¢n (SPD) hasta el Partido Laborista brit¨¢nico, son decididamente anti nucleares. ?C¨®mo podr¨ªan aceptar un programa, de extensi¨®n de la energ¨ªa nuclear en la URSS despu¨¦s de haber sufrido las consecuencias de Chernobil?
La URSS no es diferente
La ecolog¨ªa no es ya hija exclusiva de los occidentales. La opini¨®n sovi¨¦tica, con la intelligentsia a la cabeza, se siente atra¨ªda, desde hace una buena decena de a?os, por la preocupaci¨®n de proteger el medio ambiente. Esta corriente de opini¨®n se ha desarrollado de una manera espec¨ªfica, uniendo las nostalgias rusistas por la buena cultura campesina de antes y el deseo, mucho m¨¢s moderno, de proteger al hombre agredido por la tecnolog¨ªa. Hemos tenido ocasi¨®n, en estas mismas p¨¢ginas, de se?alar los discursos ecol¨®gicos de grandes novelistas sovi¨¦ticos y la movilizaci¨®n de hombres de letras y de ciertos acad¨¦micos contra el proyecto de desv¨ªo de r¨ªos siberianos. Han obtenido, en este caso, que les den la raz¨®n, lo que no dejar¨¢ de incitarles a actuar con m¨¢s coraje contra la opci¨®n nuclear de Gorbachov.
Han aparecido ya en la Prensa sovi¨¦tica art¨ªculos muy reveladores e inquietantes sobre la lentitud y poca preparaci¨®n de las autoridades locales, totalmente desbordadas por la cat¨¢strofe. Estos textos provocan la reflexi¨®n, incluso si no son directamente pol¨ªticos ni contestatarios. Se puede esperar adem¨¢s que la corriente de opini¨®n ecologista de despu¨¦s de Chernobil un salto cualitativo y plantee preguntas fundamentales sobre el tipo de desarrollo elegido por la URS S y sobre el peligro que implica para su futuro.
Y si la Prensa oficial no quiere publicar estos textos antinucleares, lo que es incluso probable, los samizdat van a florecer de nuevo en la URSS. Esta nueva ola puede ser m¨¢s dif¨ªcil de asfixiar que la precedente, porque sus reivindicaciones conciernen al conjunto de la poblaci¨®n y se apoyan sobre una experiencia que los sovi¨¦ticos acaban de vivir como una tragedia nacional. Mucho m¨¢s,que lo que Gorbachov ha dicho en su prudente discurso televisado.
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