Servicios secretos
EL CIUDADANO liban¨¦s Faisal Hanna Joudi, recientemente detenido por la polic¨ªa espa?ola como presunto responsable pol¨ªtico del grupo terrorista La Llamada de Jesucristo, autor de varios atentados contra intereses norteamericanos e israel¨ªes en Espa?a y Portugal, ha acusado al n¨²mero uno de la Embajada de Libia en Madrid, Ahmed Mohamed Nakaa, de ser el instigador y financiador de dicho grupo. La actitud de prudencia adoptada por las autoridades espa?olas ante esas revelaciones, aplazando cualquier eventual medida diplom¨¢tica o de otro tipo hasta que la investigaci¨®n abierta aporte pruebas en uno u otro sentido, parece doblemente justificada si se tiene en cuenta que, a su vez, el denunciante del diplom¨¢tico libio ha sido se?alado como una de las dos personas que, tras haber sido detenidas en diciembre pasado por los servicios franceses de contraespionaje, fueron infiltradas por esos mismos servicios en grupos terroristas antisionistas de extrema derecha con base en Espa?a.
Las inveros¨ªmiles peripecias de los agentes secretos popularizadas por las novelas de espionaje se han convertido en cuentos de ni?os comparadas con los hilos que componen la trama real de ese oscuro mundo en la sociedad contempor¨¢nea.
En 1898 se celebr¨® en Mil¨¢n una conferencia internacional contra el terrorismo anarquista, responsable de numerosos atentados por entonces perpetrados en Rusia y otros pa¨ªses. La Gran Breta?a, cuya legislaci¨®n era mucho m¨¢s liberal que la de la mayor¨ªa de los Estados, se opuso a las medidas extremas propugnadas por las autocracias del centro y el este del continente. La respuesta de ¨¦stas fue la organizaci¨®n y financiaci¨®n de una red de agentes provocadores que, infiltrados en organizaciones ¨¢cratas brit¨¢nicas, se dedicaron a realizar diversos atentados a cual m¨¢s absurdo -entre ellos la colocaci¨®n de una bomba en el observatorio meteorol¨®gico de Greenwich, que mat¨® a un empleado- con el fin de aumentar la sensibilizaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica brit¨¢nica y forzar al Gobierno a modificar su postura. La historia, novelada por Joseph Conrad en El agente secreto, ser¨ªa perfectamente veros¨ªmil en la actualidad.
En los ¨²ltimos a?os, Espa?a, cuya situaci¨®n geogr¨¢fica y tradiciones hist¨®ricas la hacen desempe?ar el papel de puerta europea del mundo ¨¢rabe, se ha convertido -junto con la Rep¨²blica Federal de Alemania- en una de las principales encrucijadas del intenso tr¨¢fico de servicios secretos de todo tipo que atosiga hoy al mundo civilizado.
El diplom¨¢tico libio implicado por el jefe de La Llamada de Jesucristo ha negado las acusaciones de ¨¦ste y ha recordado que ya con ocasi¨®n del establecimiento de relaciones entre Espa?a e Israel advirti¨® a las autoridades de nuestro pa¨ªs de la existencia de planes precisos elaborados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) norteamericana y el Moissad israel¨ª para impulsar la realizaci¨®n de atentados terroristas, de los que se responsabilizar¨ªa al r¨¦gimen del coronel Gaddafi para favorecer la eventual ruptura de relaciones entre Libia y Espa?a.
La hip¨®tesis es veros¨ªmil. Pero tambi¨¦n lo es la acusaci¨®n que trata de refutar. La comprobada participaci¨®n de Libia en el entrenamiento y financiaci¨®n de grupos terroristas palestinos -como el del c¨¦lebre Carlos- o el est¨ªmulo a aventuras desestabilizadoras de extrema derecha hace cre¨ªble casi cualquier hip¨®tesis. Sin esos antecedentes, las eventuales conjuras maquiav¨¦licas que ahora denuncian los diplom¨¢ticos libios no hubieran podido intentarse. Nicol¨¢s Maquiavelo, dedica un amplio cap¨ªtulo de sus Discursos al tema de la conjura. Pero al florentino no se le escapaba que sin una m¨ªnima base de realidad, sin unos antecedentes com¨²nmente conocidos, es imposible tomar fiable lo inveros¨ªmil.
El mundo de los servicios secretos est¨¢ contribuyendo a minar una de las condiciones fundamentales de funcionamiento del r¨¦gimen democr¨¢tico: la transparencia de las decisiones del poder. La creciente influencia de esos servicios en tantas esferas de la vida p¨²blica desnaturaliza el papel de las instituciones y coloca al gobernante ante el dilema de actuar conforme a lo que todo el mundo sabe o en funci¨®n de lo que s¨®lo ¨¦l conoce. Un conocimiento, por lo dem¨¢s, que, por su propia naturaleza secreta, es inverificable incluso para el propio gobernante. Ello favorece la creciente autonom¨ªa de ese aparato especializado. La Prensa norteamericana ha expresado recientemente su alarma ante la existencia de un bolet¨ªn confidencial diario que transmite, seis d¨ªas por semana, a sus 200 suscriptores, casi todos ellos altos cargos de la Administraci¨®n de Washington, los m¨¢s reservados asuntos, filtrados por la propia central de espionaje. De esta manera, el poder de esos servicios se manifiesta por una doble v¨ªa: de una parte, y en la medida en que los gobernantes dependen de su informaci¨®n para tomar determinadas decisiones, es obvio que deciden la labor gubernamental; de otra, y en el grado en que son capaces de filtrar informaciones a otros grupos sociales y provocar efectos pol¨ªticos, mediatizan, cuando no predeterminan, la respuesta del Gobierno. Cuando, en ocasiones, las narraciones literarias han extremado el poder de ?os servicios secretos no hac¨ªan sino reflejar una cercana posibilidad de la vida real. M¨¢s a¨²n, quien gestiona el secreto es probable que se encuentre en condiciones de configurar buena parte de la realidad. O, al menos, de lo que pol¨ªtica y socialmente es real. Todas las peticiones de transparencia informativa y esa batalla contra el secretismo en la que est¨¢n empe?ados los medios de comunicaci¨®n independientes de los pa¨ªses democr¨¢ticos son un urgente requerimiento en defensa de la sociedad y frente a las posibles manipulaciones del Estado.
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