Un maestro de la cirug¨ªa
El doctor Duarte ha sido un hombre totalizador. Quiso -y consigui¨¦- vivir plenamente la integridad de lo que la existencia le ofrec¨ªa. Cuando, con ocasi¨®n de su jubilaci¨®n, Xav¨ªer Zubiri escribi¨® para ¨¦l unas magistrales palabras de introducci¨®n a los actos cient¨ªficos que tuvieron lugar, resalt¨® esa capacidad del doctor Duarte al afirmar que "la inteligencia es como la reafidad- No se agota en aqu¨¦llo en que cada cosa consiste, sino que se mide por la anchurosidad con que abarca todo lo que perif¨¦ricamente rodea cada una de las cosas reales. La inteligencia se mensura con la realidad en este plenario sentido. Duarte, desbordando los l¨ªmites precisos de su especialidad, vive perif¨¦rica pero realmente la plenitud de la mente humana".Fue adem¨¢s, perm¨ªtaseme el peque?o juego de palabras, una intehgencia operante, y como tal hubo de practicar la cirug¨ªa en su totalidad. Los que vivimos tan de cerca su actividad quir¨²rgica sol¨ªamos decir que Pl¨¢cido era el ¨²ltimo gran cirujano general. Toda afirmaci¨®n maximalista conlleva un cierto grado de error, pero caben pocas dudas que, aun sin olvidar otras grandes figuras de la cirug¨ªa contempor¨¢nea nacional, fue Duarte un exponente muy se?ero, de la evoluci¨®n de la cirug¨ªa moderna, del transcurso entre la cirug¨ªa-oficio (lo que ¨¦l llamaba trabajo del operador) y la cirug¨ªa como disciplina cient¨ªfica: la labor del verdadero cirujano, el que sabe lo que hace y por qu¨¦ lo hace. Es decir, un m¨¦dico que sabe operar, como recordaba La¨ªn Entralgo hace pocas semanas. Pero no es s¨®lo eso; fue tambi¨¦n maestro l¨²cido en guiar la especializaci¨®n, no tanto para ¨¦l mismo -cuyo temperamento y facultades le permitieron no abandonar jam¨¢s del todo parcela alguna de la cirug¨ªa-, sino para los que somos sus disc¨ªpulos y que de una manera u otra hemos insistido con mayor o menor ah¨ªnco en cualquier apartado de la cirug¨ªa. Esa cualidad de hacerse cargo de la situaci¨®n le invitaba y le permit¨ªa conocer con la mayor objetividad la realidad del hombre enferino, del proceso que causa el trastorno, acercarse a los tejidos alterados, observarlos, tocarlos, explorarlos y, cuando era preciso -y qu¨¦ dif¨ªcil es saber ,cu¨¢ndo es preciso-, extirpar la parte enferma, reconstruir el desorden. Pocos maestros como ¨¦l ense?aron a un grupo de estudiantes (escaso, desgraciada e injustamente) la exploraci¨®n cuidadosa del abdomen, y muy pocos cirujanos consegu¨ªan en aquellos a?os sus campos quir¨²rgicos tan amplios y accesibles en los que operar era coser y cantar.
A estas cualidades de cirujano eniinente y moderno (en el m¨¢s justo significado de la palabra) y de maestro por vocaci¨®n, vocaci¨®n restringida por circunstancias adversas que impidieron la formaci¨®n de una escuela numerosa y fruct¨ªfera, creo que deben a?adirse algunas otras que perfilan tan singular¨ªsima persona. Trabajador infatigable, capaz de rendir a cuantos intentaban seguirle, jam¨¢s rehus¨® comenzar una intervenci¨®n, sea cual fuera la hora de la ma?ana o de la tarde. Como buen luchador cre¨ªa en el esfuerzo, en el estudio y en el triunfo como corolario. El triunfo lo consigui¨® plena y justamente. Amaba la vida y la vivi¨® con la mayor fruici¨®n, pero sobre todo arn¨® su profesi¨®n, su oficio de cirujano. Disfrutaba reafiz¨¢ndolo de una manera incre¨ªble.
El doctor Duarte fue tambi¨¦n un hombre de gran inter¨¦s por la cultura. Amaba la poes¨ªa, la pintura (pint¨¦ y dibuj¨¦ bastante y muy bien) y tambi¨¦n le gustaba la m¨²sica (especialmente Beethoven). Se interes¨® por la filosofia (cursos de X. Zubiri, conferencias de Pedro La¨ªn, Juan Rof, etc¨¦tera). Lector de Plat¨¢n y Bergson, pose¨ªa un mundo de ideas s¨®lido que hace s¨®lo pocas semanas, ya muy enfermo, expuso a varios an¨ªigos con gran lucidez, cuando ya le faltaba incluso la fuerza de la voz.
Fue muy fiel a la ani?stad. Nunca toler¨® la cr¨ªtica mordaz, e incluso la trivial e intrascendente le irritaba. Trat¨® a lo mejor de su ¨¦poca y fue correspondido. Los que le conocimos le tuvimos siempre adn-¨²raci¨®n, cari?o y respeto (obtener respeto -no apartar la mirada- es dif¨ªcil cuando ello no est¨¢ matizado por el temor). Por eso tuvo autoridad y todos le amamos profundamente.
Su esposa, Montsie, nos dej¨® hace algo m¨¢s de dos a?os. Su p¨¦rdida fue para ¨¦l un golpe definitivo del que no pudo reponerse. Tambi¨¦n fue una mujer excepcional. Descansen ambos en paz, pero nosotros no podremos olvidarlos.
Alfonso Orueta es profesor de la universidad Aut¨®noma de Madrid.
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