El ejercicio 'mafioso' del poder en Panam¨¢ plantea un grave dilema pol¨ªtico a Estados Unidos
Estados Unidos se encuentra ante un serio dilema pol¨ªtico con Panam¨¢. Deshacerse de su protegido y hombre fuerte, el general Manuel Antonio Noriega, al que la Agencia Central de Inteligencia norteamericana (CIA) tiene en n¨®mina desde hace m¨¢s de 10 a?os, o seguir haciendo la vista gorda y permitir la corrupci¨®n y el ejercicio mafioso del poder pol¨ªtico y econ¨®mico por parte del Ej¨¦rcito paname?o. Con Noriega, de 47 a?os, a EE UU le sucede lo mismo que le pas¨® durante d¨¦cadas con Somoza en Nicaragua: "Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta".
Recientemente, en una audiencia en el Congreso, respondiendo a las denuncias de corrupci¨®n y narcotr¨¢fico contra el Ej¨¦rcito paname?o, el secretario de Estado adjunto para Asuntos Interamericanos, Elliot Abrams, defendi¨® a Noriega y a sus oficiales diciendo: "S¨ª, pero son los ¨²nicos en Centroam¨¦rica que no ponen ninguna pega a nuestra presencia y nos dejan hacer lo que queramos". Hasta ahora, Washington ha mirado a otro lado pretendiendo no ver el enorme basurero en que las fuerzas de defensa paname?as estaban convirtiendo al peque?o y pac¨ªfico pa¨ªs, salvado hasta ahora de la crisis centroamericana.La importancia estrat¨¦gica y comercial del canal de Panam¨¢ es tan grande para Washington que justificaba un tratamiento pol¨ªtico especial de este aliado clave. En el mapa pol¨ªtico de Latinoam¨¦rica publicado por el Departamento de Estado, las democracias aparecen en color verde, las dictaduras en marr¨®n, y Panam¨¢, en color gris, como r¨¦gimen "no definido". Panam¨¢ es la sede del Comando Sur norteamericano (con una brigada de infanter¨ªa de 9.300 hombres encargada en principio de proteger el canal), desde el que se proyecta el poder militar estadounidense sobre Centroam¨¦rica y el sur del continente.
Pero la abrumadora documentaci¨®n presentada esta semana contra Noriega, jefe de las fuerzas de defensa paname?as, la antigua Guardia Nacional de Torrijos, por The New York Times (v¨¦ase EL PA?S de los pasados d¨ªas 13 y 14), en la que se le acusa de tr¨¢fico de drogas, del asesinato de un cr¨ªtico del r¨¦gimen, de blanquear dinero negro, de ayudar a los guerrilleros del M-19 en Colombia, y de espionaje a favor de Cuba, podr¨ªa provocar una ruptura en la actual situaci¨®n.
Era un secreto a voces en EE UU que la democracia paname?a, que eligi¨® en 1984 a su primer presidente civil tras 16 a?os de Gobiernos militares, era s¨®lo una ficci¨®n. Tambi¨¦n se sab¨ªa que las investigaciones llevadas a cabo por varios comit¨¦s del Congreso arrojaban un cuadro de un pa¨ªs dominado por 15.000 miembros de un ej¨¦rcito, "eje por el que gira la rueda de la corrupci¨®n".
Pero hasta ahora todo hab¨ªa sido a puerta cerrada y mediante documentos clasificados como secretos. Hasta que Seymour Hersh, uno de los mejores reporteros de investigaci¨®n del pa¨ªs, en The New York Times, y Marvin Kabl, en la cadena de televisi¨®n NBC, tiraron de la manta el pasado jueves.
Evidentemente, la CIA y los dem¨¢s organismos del espionaje norteamericano han puesto en manos de los citados periodistas, que estaban desde hace tiempo tras la historia, todos los papeles necesarios para convertir la noticia en una bomba. El art¨ªculo cita pruebas, que ofrece con abundancia, recogidas por las agencias de espionaje de EE UU. Cabe preguntarse por qu¨¦ se revela ahora este esc¨¢ndalo, que l¨®gicamente no sale a la luz sin que alguien, muy arriba en la Administraci¨®n, lo autorice.
Otro importante interrogante es si Estados Unidos ha decidido acabar con el papel dominante pol¨ªtico de las fuerzas armadas paname?as y tiene ya un equipo para sustituir a Noriega y sus hombres, y si apoyar¨ªa una soluci¨®n a la filipina.
Paralelismo con Marcos
El propietario del diario paname?o La Prensa, Roberto Einsenmann, exiliado en Estados Unidos por su oposici¨®n a Noriega, ve grandes paralelismos entre su pa¨ªs y la dictadura de Marcos. Un ej¨¦rcito corrupto controla un pa¨ªs agobiado por graves problemas econ¨®micos. Los dos pa¨ªses albergan instalaciones militares norteamericanas de m¨¢xima importancia. La diferencia esencial es que en Panam¨¢ no existe una guerrilla comunista.
Estados Unidos ha intentado presentar la falsa imagen de una Panam¨¢ que recuper¨®, en 1984, la democracia y es un ejemplo de r¨¦gimen civil y liberalismo econ¨®mico que funciona, frente a las convulsiones de sus vecinos del istmo centroamericano. Pero el hecho es que el primer presidente civil desde el golpe de Torrijos, Nicol¨¢s Arditto Barletta, un ex vicepresidente del Banco Mundial, designado por Noriega y por Estados Unidos para el puesto, fue elegido mediante fraude. El propio Noriega, que par¨® el recuento y utiliz¨® a sus matones para sembrar el p¨¢nico, logr¨® que Barletta, un economista de la escuela de Chicago, se pusiera la banda presidencial. El vicepresidente norteamericano, George Shultz, enviado a Panam¨¢, se felicit¨® del ejercicio de democracia de las elecciones.
Pero, meses m¨¢s tarde, Noriega acab¨® con el experimento democr¨¢tico y dio un golpe de palacio derrocando a Barletta, que pretend¨ªa investigar el asesinato, que al parecer instig¨® Noriega, de Hugo Spadafora. Este hecho provoc¨® tensiones con Washington, que congel¨® cr¨¦ditos a Panam¨¢ y comenz¨® a criticar, a trav¨¦s de su embajador, la excesiva preponderancia de los militares en la vida pol¨ªtica. "Hemos visto en las Am¨¦ricas los fracasos de las dictaduras olig¨¢rquicas y militares, y c¨®mo la corrupci¨®n rampante y el abuso del poder han abierto las puertas al comunismo", dijo el embajador, Everett Briggs. El hombre fuerte de Panam¨¢ no ha respondido a estos consejos. Entre tanto, Estados Unidos cambi¨® a su embajador.
Necesidad mutua
Noriega, en unas recientes declaraciones, afirm¨®: "Estados Unidos y Panam¨¢ se necesitan mutuamente. Somos una de sus prioridades estrat¨¦gicas en la regi¨®n. Panam¨¢ se administra mediante una coordinaci¨®n entre un equipo de Gobierno civil y los militares. En 1989, el Ej¨¦rcito comenzar¨¢ a disminuir su papel pol¨ªtico". Es posible que para Estados Unidos sea demasiado tarde.
Las revelaciones publicadas la semana pasada son un esc¨¢ndalo, no por la gravedad de las acciones de las que se responsabiliza al hombre fuerte de Panam¨¢, sino porque Noriega era utilizado ya por la CIA desde los tiempos de la Administraci¨®n de Richard Nixon.
Por motivos democr¨¢ticos de salud p¨²blica, esto pudo haberse atajado mucho antes pero no interes¨® a Washington. Por eso no es tan hip¨®crita como pudiera aparecer en un principio la reacci¨®n oficial ante la historia. "Es inquietante, y estas alegaciones debieran ser materia de consideraci¨®n para el Gobierno de Panam¨¢", dice el portavoz del Departamento de Estado. El propio jefe de la diplomacia norteamericana, George Shultz, dice: "Actividades de este tipo son l¨®gicamente de importancia y preocupaci¨®n para nosotros". El Congreso ha prometido investigar m¨¢s a fondo las actividades de Noriega y se han levantado voces que piden a Reagan que haga algo y que utilice estas revelaciones para provocar cambios r¨¢pidos y de fondo en Panam¨¢. "Las alegaciones son tan completas, amplias y serias que ya estamos m¨¢s all¨¢ del rumor y ha llegado el momento de actuar. Tenemos amigos muy extra?os por el mundo pero ¨¦ste es uno de los m¨¢s raros", declar¨® el congresista Gerry Studds.
El pasado oto?o, el reci¨¦n nombrado consejero de Seguridad Nacional, John Poindexter, visit¨® a Noriega en Panam¨¢ y le pidi¨® que cortara con el tr¨¢fico de drogas, el lavado de dinero sucio y sus estrechas relaciones con Cuba. Incluso suscit¨® la posibilidad de buscar una alternativa para sustituirle al frente de las fuerzas de defensa paname?as.
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