El final de la autarqu¨ªa
LA VENTA de Seat a la empresa alemana occidental Volkswagen constituye toda una noticia para el contribuyente. Si las cl¨¢usulas suspensivas del acuerdo entre las dos empresas no entran en juego (y las probabilidades de que as¨ª sea son escasas), los espa?oles nos ahorraremos 40.000 millones de pesetas al a?o, importe de las p¨¦rdidas de Seat en los ¨²ltimos tiempos. Previamente, al finalizar 1985, el Estado asumi¨® 180.000 millones de pesetas de deuda de la empresa, dej¨¢ndola as¨ª en una situaci¨®n financiera aceptable para ser vendida.La negociaci¨®n ha durado seis a?os, prueba de la complejidad de la misma y de la magnitud de los intereses en juego. La empresa alemana ha adquirido el 51 % del capital de la espa?ola a un coste de 40.000 millones de pesetas. Antes de fin de a?o podr¨¢ alcanzar el 75% del capital mediante una ampliaci¨®n del mismo de otros 40.000 millones. Por ¨²ltimo, y, antes de 1990 en cualquier caso, podr¨¢ desembolsar el resto del capital necesario para adquirir la propiedad exclusiva de Seat.
En el aspecto de la producci¨®n, el acuerdo parece equilibrado, por cuanto que los modelos propios de Seat continuar¨¢n fabric¨¢ndose y ser¨¢n reemplazados por otros nuevos cuando haya que sustituirlos. La cuota de mercado de Seat en Espa?a ha descendido desde el 45% en 1975 hasta el 12% actual. Tras la ruptura con Fiat, la empresa espa?ola hab¨ªa realizado un considerable esfuerzo por renovar su gama de productos, y obtuvo con ello un cierto ¨¦xito, puesto que los primeros modelos fruto de esta estrategia han encontrado una buena acogida entre el p¨²blico. El Ibiza se vende m¨¢s en Italia que en la propia Espa?a, lo cual tal vez explica la malhumorada reacci¨®n del antiguo socio italiano al conocerse el acuerdo definitivo con Volkswagen. El mantenimiento de la marca Seat por parte de los alemanes responde a una estrategia de penetraci¨®n en los mercados latinos, y muy especialmente en el italiano, feudo hasta ahora de Fiat.
Con la venta de Seat concluye un per¨ªodo de la industrializaci¨®n de Espa?a. En cierta medida es el r¨¦quiem de un sue?o aut¨¢rquico alimentado por el franquismo. A pesar de que desde el principio Seat estuvo ligada a los italianos, los espa?oles identificaron a menudo los intereses de la que fue la primera empresa industrial de Espa?a con los del pa¨ªs en su conjunto. Tal vez sea el recuerdo de la d¨¦cada de los a?os sesenta, estrechamente asociados a la proliferaci¨®n del popular seiscientos, lo que explique este fen¨®meno. En cualquier caso, el car¨¢cter paternalista de la gesti¨®n de la empresa, su abultada plantilla, que asumi¨® h¨¢bitos burocratizantes y funcionariales, y su falta de capacidad tecnol¨®gica acabaron por generar una crisis que ha desembocado finalmente en este acuerdo.Seat no pod¨ªa subsistir como empresa independiente, y la salida de Fiat hace unos a?os no hizo sino poner de relieve esta amarga realidad. Mientras tanto, los espa?oles hemos estado pagando -el precio de los delirios de grandeza de otra ¨¦poca. Y ahora comprobamos la falta de fe que los socialistas tienen en la gesti¨®n de la empresa p¨²blica en nuestro pa¨ªs. Dedicado a sanear antes de privatizar, el Gobierno no hace sino asumir p¨²blicamente su previsi¨®n de que, en manos del Estado, la empresa volver¨ªa a generar p¨¦rdidas mientras que gestionada por los intereses privados puede resultar rentable. Cuando esta filosof¨ªa emana de un Gabinete socialista es buen motivo para ponerse a pensar sobre el futuro y la realidad de la izquierda en Europa y sobre sus m¨¢s queridas tesis respecto a la propiedad de los medios de producci¨®n.
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