Coluche, 'el buf¨®n de la Rep¨²blica'
El c¨®mico muerto en accidente encarn¨® con gran ¨¦xito una idea de Francia irreverente y popular
Coluche, a quien los sondeos llegaron a atribuir un 16% de las intenciones del voto, se retir¨® y pidi¨® el apoyo para Fran?ois Mitterrand: "le he observado en los mitines y estoy asombrado, es como yo, s¨®lo que con una t¨¦cnica mucho mejor".Gordo, vestido siempre con monos de colores chillones y zapatillas de baloncesto, Michel Colucci fue el primero en re¨ªrse de s¨ª mismo y de su ¨¦xito: "hemos llegado a un punto en el que basta que me rasque para que la gente se parta de risa", exclamaba. Su humor fue una provocaci¨®n constante, aderezado con un vocabulario grosero que sacaba de quicio a un sector de la sociedad francesa, pero que entusiasmaba a otro, m¨¢s numeroso.
"Critican que hable todo el tiempo de culo, mierda, cojones... y oreja. Bueno, oreja no es una palabrota, pero al fin y al cabo tambi¨¦n tiene un agujero", se burlaba. "Hablo como todo el mundo. Cuando digo u oigo una gilipollez graciosa, la apunto para repetirla en otra ocasi¨®n. La groser¨ªa es un arma de la simplicidad y las cosas divertidas tienen que ser simples".
Personalmente, Coluche era un hombre afectuoso, capaz de darle a los peores insultos un tono simp¨¢tico y c¨®mplice, que le quitaba agresividad. Sin embargo, tambi¨¦n era capaz de proferirlos como trallazos, sobre todo si ten¨ªa enfrente un polic¨ªa. En dos ocasiones fue condenado en los tribunales por insulto a la fuerza p¨²blica. La primera vez pag¨® 3.000 francos de multa. La segunda tuvo que trabajar 60 horas gratis en "obras de inter¨¦s general". "De acuerdo, pagar¨¦, pero que conste que puedo volver a empezar en cualquier momento", le explic¨® con la mayor seriedad al juez.
Los soci¨®logos y politic¨®logos se esforzaban en comprender el fen¨®meno Coluche. "En toda ocasi¨®n Coluche demostr¨® una libertad fenomenal, ya fuera en la mesa de Giscard o en la de Mitterrand, en la televisi¨®n, en la escena o con sus amigos", escrib¨ªa ayer el director de Liberati¨®n, Serge Juli. "Todo el mundo sent¨ªa el car¨¢cter casi ilimitado, inmenso de esa libertad, su poder destructor y seductor, tierno y brutal. Una libertad dif¨ªcil de acompa?ar, de seguir a su ritmo, que parec¨ªa un practicable por toda otra personal que no fuera ¨¦l".Coluche no renunci¨® a su forma de hablar ni a su papel de buf¨®n provocador ni tan siquiera (o incluso, especialmente) cuando se comprometi¨® en campa?as antiracistas o en la lucha contra la pobreza. Cuentan que cuando acudi¨® al Ministerio de Agricultura, invitado a cenar por el ministro para discutir la creaci¨®n de su red de restaurantes gratuitos, entr¨® en el comedor saludando con un sonoro "?hola, mamones!". El humorista se dedic¨® toda la cena a fumar porros sin que nadie osara pesta?ear. A los postres, sac¨® un enorme pedazo de hach¨ªs y lo puso sobre el mantel. La conversaci¨®n continu¨® Como si nada. A la salida, en la puerta del ministerio, Coluche se part¨ªa de risa.
Su proyecto sali¨® adelante, gracias a su imnenso poder de convocatoria: actores, pol¨ªticos como Mitterrand o Giscard, deportistas, m¨²sicos, todos participaron en un marat¨®n televisivo que le permiti¨® reunir varios millones de francos y repartir m¨¢s de 65.000 comidas gratuitas al d¨ªa durante todo el invierno. "S¨ª, ya se que tambi¨¦n hay hambre en Etiop¨ªa. A prop¨®sito, ?sabe usted lo que hace un et¨ªope cuando encuentra un guisante?. Abre un supermercado", le espet¨® a quienes le reprochaban prestar m¨¢s atenci¨®n a la miseria en Francia que en Africa.
Durante los ¨²ltimos meses, Coluche se hab¨ªa lanzado a una campa?a para conseguir que las aportaciones econ¨®micas a grupos humanitarios pudieran ser descontadas de los impuestos. "No se puede dejar en manos de los tecn¨®cratas la ayuda a los necesitados. Si les das en S¨¢hara, en cinco a?os estar¨¢n importando arena", aseguraba.
"Me present¨¦ como candidato poco serio a las elecciones porque entonces Francia estaba dividida en dos y yo quer¨ªa que se doblara en cuatro. Adem¨¢s, en el fondo m¨¢s vale votar a un gillipollas m¨¢s que a alguien que te toma a ti por gillipoyas", explic¨® hace todav¨ªa pocas semanas en la radio.
Su gran ¨¦xito fue su capacidad para conectar con el suburbio de las grandes ciudades francesas, en el que ¨¦l mismo hab¨ªa crecido. "Coluche me impresion¨® mucho", afirm¨® el presidente de la Asamblea Nacional, Jacques Chaban-DeImas, "porque era un hombre que hab¨ªa conocido situaciones extremas y que no hab¨ªa olvidado nada de su miseria ni la de los otros. Las desgracias no le hab¨ªan amargado, sino educado".
Hu¨¦rfano de un inmigrante italiano, pintor de brocha gorda, Michel Colucci vivi¨® su infancia en una sola habitaci¨®n, junto con su madre, dependienta en una florister¨ªa. A los 14 a?os abandon¨® la escuela y comenz¨® a buscarse la vida como repartidor, lavaplatos y todo tipo de oficios. A la vuelta de la mili decidi¨®, sin embargo, recorrer los caf¨¦s de Par¨ªs haciendo reir. En uno de ellos conoci¨® a Romain Bouteille, dispuesto a reinventar el caf¨¦-teatro. Sus historias le llevaron a la radio, al teatro y al cine. Su primer disco vendi¨® 250.000 ejemplares. El camino ya estaba marcado.
"Este es un tipo, m¨¢s bien ¨¢rabe, que se da cuenta de que le han robado la documentaci¨®n. Se acerca a un polic¨ªa, le explica lo ocurrido y le pregunta donde est¨¢ la comisar¨ªa m¨¢s pr¨®xima para presentar la denuncia. El polic¨ªa le mira y exclama: ?a ver, tu documentaci¨®n!".
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