Los ciudadanos deciden
A NUEVE a?os de las primeras elecciones democr¨¢ticas, los ciudadanos convocados para elegir a sus representantes no se sienten ya, como aquel otro junio, abrumados y excitados por la sensaci¨®n de participar en un acontecimiento trascendental y tal vez irrepetible. El r¨¦gimen parlamentario ha entrado a formar parte de los h¨¢bitos de los espa?oles, y tan s¨®lo la pervivencia del terrorismo, ¨²nico aliado solvente que le queda al golpismo, impide dar por superflua toda inquietud respecto a una eventual involuci¨®n. La democracia se fortalece con su pr¨¢ctica. Sectores que hace menos de un lustro manten¨ªan sus reticencias ante ella y daban su voto a la derecha autoritaria como mal menor, aceptan hoy el marco democr¨¢tico, al que se han acabado por acostumbrar y cuyos principios evocan.La pasada por la izquierda que Felipe Gonz¨¢lez consideraba imprescindible para asentar un r¨¦gimen de libertades no ha producido los cataclismos que la derecha anunciaba, sin duda porque el PSOE ha gobernado de manera m¨¢s que moderada y muchas veces buscando m¨¢s el aplauso o la aceptaci¨®n de: sus opositores antes que de sus votantes. La inarticulaci¨®n de la derecha en los primeros a?os de la transici¨®n, as¨ª como las caracter¨ªsticas de ¨¦sta -consenso, agrupamiento de parte del conservadurismo en torno al partido entonces gobernante- impidieron hasta 1982 que dicha corriente llegase a contemplarse a s¨ª misma en posiciones minoritarias. Cuando Fraga hablaba de mayor¨ªa natural expresaba la convicci¨®n sincera de la mayor¨ªa de sus seguidores de que era antinatural que gobernase, no ya la izquierda, sino cualquiera que no fueran ellos mismos. La mayor¨ªa natural dio, sin embargo, diez millones de votos a los socialistas en octubre de 1982, inaugurando una etapa diferente en la historia de Espa?a.
La experiencia de la oposici¨®n ha habituado a la derecha y a sus seguidores al relativismo de toda obra humana. Si es verdad que los socialista,,; merecer¨ªan hoy una lecci¨®n de humildad respecto a los gestos prepotentes o abusivos que han prodigado desde el Gobierno, no cabe la menor duda de que la lecci¨®n de humildad que la derecha necesitaba desde hace dos siglos en este pa¨ªs no se agota con la legislatura. No es s¨®lo la inarticulaci¨®n pol¨ªtica de la oposici¨®n, el clientelismo de sus l¨ªderes y la vacuidad de sus programas lo que hace que se presente hoy en un estado de desesperanza y dispuesta de antemano a no ganar. Es sobre todo la ra¨ªz de autoritarismo que suybyace en sus planteamientos y que le leva a patrimonializar de manera constante toda definici¨®n de cualquier valor pol¨ªtico. La derecha ha venido castigando este pa¨ªs con su concepto de Espa?a durante d¨¦cadas, y no se ha dado cuenta a¨²n de que la herencia hist¨®rica que soporta le impide todav¨ªa hablar en nombre de la libertad o la democracia. Y, sin embargo, es preciso insistir en la evoluci¨®n obvia que no s¨®lo la derecha como tal, sino sus l¨ªderes m¨¢s obvios, han experimentado, integr¨¢ndose de lleno en el r¨¦gimen democr¨¢tico y abdicando de las tentaciones del autoritarismo.
Consecuentemente, las elecciones de hoy no se presentan ya como una dram¨¢tica opci¨®n entre la democracia y la autocracia, como en gran parte fueron las anteriores convocatorias, sino entre diversas formas de entender la primera. Ello favorece la ruptura de la tendencia a la bipolarizaci¨®n y el bipartidismo que presidi¨® los comicios de 1982. El desgaste del poder, con las secuelas de frustraci¨®n correspondientes, ha sido adem¨¢s decisivo en la probable resurrecci¨®n del duque de Su¨¢rez como colector de votos de castigo tanto contra el Gobierno como contra la principal fuerza de la oposici¨®n.
Esa potencial reaparici¨®n de un espacio de centro relativiza el mensaje del partido en el poder cuando identifica linealmente una mayor¨ªa absoluta socialista con un Gobierno fuerte y a ¨¦ste con la ¨²nica o mejor garant¨ªa de continuidad de las reformas progresistas. Sin embargo, la campa?a ha puesto de relieve la existencia de dos centrismos nacidos de concepciones diferentes sobre los llamados partidos-bisagra. Y mientras Roca busca complementar, desde el liberalismo, la opci¨®n conservadora con propuestas que se sit¨²an entre la derecha cl¨¢sica y la socialdemocracia, Su¨¢rez intenta combinar f¨®rmulas liberales y socialdem¨®cratas que en el verbalismo electoral se sit¨²an muchas veces a la izquierda del propio PSOE.
Los socialistas tienen a su favor la experiencia adquirida, incluyendo la del v¨¦rtigo da modificar sobre la marcha algunas concepciones s¨®lidamente ancladas en su propia tradici¨®n ideol¨®gica. Pero su fracaso en la transformaci¨®n del Estado juega contra la fiabilidad de sus promesas de modernizaci¨®n del mismo. El ingreso en las Comunidades Europeas, la consolidaci¨®n del sistema democr¨¢tico y la mejora en la situaci¨®n econ¨®mica son las principales bazas con que hoy cuentan para mantener la mayor¨ªa absoluta, Incomprensiblemente, no han sabido jugarlas durante la campa?a electoral, prefiriendo la adulaci¨®n al l¨ªder y la descalificaci¨®n del contrario. Su cambio de pol¨ªtica en la OTAN, el crecimiento del paro contra las promesas de contenerlo y su arrogancia extensiva en el poder operan, por el contrario, en su contra.
A la izquierda del PSOE, la dram¨¢tica divisi¨®n de los comunistas mengua las posibilidades de una fuerza capaz de expresar cabalmente, en el terreno pol¨ªtico, la contestaci¨®n social a los l¨ªmites y concesiones de la lenta reforma de los socialdem¨®cratas. Esa contestaci¨®n sumergida, s¨®lo a veces visible a trav¨¦s de los nuevos movimientos sociales, dificilmente hallar¨¢ cauces de participaci¨®n pol¨ªtica efectiva mientras los partidos situados en ese espacio sigan debati¨¦ndose en la duda met¨®dica sobre si es m¨¢s urgente la recuperaci¨®n de sus se?as de identidad tradicionales o la apertura hacia las nuevas realidades sociales y Culturales. En ese sentido, la fragmentaci¨®n del movimiento. verde, la inclusi¨®n en la coalici¨®n electoral de independientes sin otro bagaje pol¨ªtico que su resentimiento respecto a los partidos en que un d¨ªa militaron -PSOE o PCE- y la aparici¨®n de grupos y formaciones pol¨ªticas con car¨¢cter de secta son tambi¨¦n datos preocupantes a la hora de evaluar las posibilidades de reconstrucci¨®n de una izquierda pol¨ªtica y de su marco cultural.
Sin grandes entusiasmos, pero tambi¨¦n sin mayores inquietudes, los ciudadanos se aprestan hoy a emitir su decisi¨®n. Su veredicto, y no el de los estrategas que especulan con las diversas f¨®rmulas que ser¨ªan m¨¢s convenientes para gobernar Espa?a, ser¨¢ el ¨²nico v¨¢lido. Aqu¨ª radica la grandeza de la democracia. Ejercer el derecho al voto es, por tanto, cualesquiera que sean los motivos de queja respecto al comportamiento pr¨¢ctico de los partidos que se lo disputan, la mejor manera de garantizar la pervivencia del ¨²nico sistema pol¨ªtico que hace depender la legitimidad del poder de la voluntad ciudadana.
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