Respuesta a G¨¹nther Grass
Curiosa manera de polemizar la suya, amigo G¨¹nther Grass. Cuando la universidad Men¨¦ndez y Pelayo lo invit¨® a que dialog¨¢ramos, en Barcelona, sobre nuestras discrepancias, rechaz¨® la invitaci¨®n. Pero ahora, en el congreso del PEN internacional, en Hamburgo, al que me fue imposible asistir, ha polemizado sin descanso conmigo, un interlocutor fantasma, que no pod¨ªa responder a sus cargos ni a sus bravatas. Lo hago ahora, por escrito, con la esperanza de que esto ponga punto final a una pol¨¦mica que comenz¨® mal y que, por lo dem¨¢s, no parece haber servido de gran cosa.En la reuni¨®n del PEN en Nueva York, en enero, sostuve que el talento literario y la brillantez intelectual no son garant¨ªa de lucidez en materias pol¨ªticas y que, en Am¨¦rica Latina, por ejemplo, un n¨²mero considerable de escritores despreciaban la democracia y, defend¨ªan soluciones de corte marxista-leninista para nuestros problemas. Me permit¨ª, tambi¨¦n, una humorada. Especul¨¦ que, si se hiciera una encuesta entr¨¦ nuestros intelectuales partidarios y adversarios de la democracia, acaso ganar¨ªan estos ¨²ltimos. Cuando usted afirm¨® que era inaceptable suponer algo as¨ª, porque conoc¨ªa muchos exiliados intelectuales de Am¨¦rica Latina que eran sinceros dem¨®cratas, le contest¨¦ que enhorabuena y que albricias. Le repito ahora que nada me alegrar¨ªa tanto como que usted tenga raz¨®n y que yo est¨¦ equivocado. Ojal¨¢ hubiera en Am¨¦rica Latina una mayor¨ªa de intelectuales que haya optado de manera clara a favor del sistema democr¨¢tico y en contra de las dictaduras, sean ¨¦stas de izquierda o de derecha.
Naturalmente que aquella encuesta no se puede realizar y que s¨®lo se puede hablar de ella en t¨¦rminos hipot¨¦ticos. Pero mi pesimismo no es gratuito ni me anima en lo que dije el prop¨®sito de insultar a mis colegas, como usted, hablando para la galer¨ªa, ha dicho en Hamburgo. En este tema, el de la realidad pol¨ªtica de Am¨¦rica Latina, tengo seguramente m¨¢s experiencia que usted, ya que de nuestros pa¨ªses entiendo que s¨®lo conoce Nicaragua, en una breve visita que, por otra parte, seg¨²n ha revelado Xavier Arg¨¹elIo en una carta a The New York Review of books, estuvo cuidadosamente planeada por el r¨¦gimen para que s¨®lo viera y oyera lo que a ¨¦ste conven¨ªa.
A diferencia de lo que ha sucedido en Europa Occidental, donde, desde los a?os sesenta, numerosos intelectuales progresistas han hecho una profunda cr¨ªtica del socialismo real y denunciado sus cr¨ªmenes, en Am¨¦rica Latina, con pocas excepciones, nuestros intelectuales siguen practicando la hemiplej¨ªa moral que consiste en condenar las iniquidades de las dictaduras militares y los atropellos que permiten a menudo las democracias, y en guardar ominoso silencio cuando quienes cometen los abusos son reg¨ªmenes socialistas. Al aprobar el Congreso de los Estados Unidos la ayuda de 100 millones de d¨®lares para los contras, me apresur¨¦ a protestar por lo que considero la intolerable agresi¨®n de un pa¨ªs poderoso contra la soberan¨ªa de un peque?o pa¨ªs, y no me cabe duda que esta protesta coincide con la de innumerables escritores desde M¨¦xico hasta la Argentina. ?Cu¨¢ntos de ellos estar¨ªan tambi¨¦n dispuestos a protestar conmigo por la clausura del diario La Prensa, en Managua, medida que pone fin a todo tipo de cr¨ªtica y de informaci¨®n no oficial en la Nicaragua Sandinista?
Porque la magnitud de las desigualdades econ¨®micas y de las injusticias sociales lo impacientan, o porque los horrores de las dictaduras militares que hemos sufrido (y que a¨²n sufren pa¨ªses como Chile y Paraguay) lo exasperan, y porque la ineficiencia y la inmoralidad que suelen acompa?ar a nuestros gobiernos democr¨¢ticos lo llevan a desesperar de una soluci¨®n pac¨ªfica y gradual para los males del subdesarrollo, el intelectual progresista latinoamericano cree a¨²n en el mito de la revoluci¨®n marxista-leninista como panacea universal. Esta ilusi¨®n le ha impedido oir la denuncia sobre la realidad del Gulag de los disidentes sovi¨¦ticos y sacar las conclusiones debidas sobre acontecimientos como el fin de la Primavera de Praga, las luchas de Solidaridad o la fuga de los 100.000 cubanos por el puerto de Mariel. Y, lo que es m¨¢s grave todav¨ªa, impide a¨²n a muchos de ellos reconocer que, con todas sus imperfecciones, el sistema democr¨¢tico es el menos inapto para hacer frente a nuestros problemas, y, en consecuencia, apoyarlo sin medias tintas.
Como dije en Nueva York, el apego o desapego de sus intelectuales hacia la democracia no es un problema acad¨¦mico sino un hecho crucial del que en buena parte depende el futuro de Am¨¦rica Latina. Democracia, como socialismo y libertad, es una palabra prostituida por el uso contradictorio y confusionista que se hace de ella. Todo el mundo se proclama democr¨¢tico: Desde Moammar Gaddafi hasta el ayatola Jomeini, pasando por Kim il Sung y el general Stroessner. Pero para usted y para m¨ª deber¨ªa ser f¨¢cil establecer la l¨ªnea divisoria entre los genuinos reg¨ªmenes democr¨¢ticos y los impostores. Ya que, a pesar de nuestras diferencias, tengo la impresi¨®n de que ambos, cuando hablamos de democracia, decimos la misma cosa y nos referimos a aquello que los marxistas-leninistas suelen caricaturizar como democracia formal.
Pues bien, si este sistema de legalidad y libertad, con elecciones, sindicatos independientes, partidos pol¨ªticos y parlamentos, representativos contara en Am¨¦rica Latina con el respaldo decidido de nuestros intelectuales progresistas, ¨¦l ser¨ªa menos deficiente y menos fr¨¢gil de lo que actualmente es. Su fragilidad no resulta, s¨®lo, de nuestros desequilibrios sociales y de la miseria de grandes masas humanas, o de los sabotajes que andan tramando contra ¨¦l sectores militares y plutocr¨¢ticos; tambi¨¦n, de la hostilidad que merece a quienes en sus escritos y pronunciamientos han contribuido en gran parte a devaluarlo. ?se es b¨¢sicamente el sentido de mi cr¨ªtica: que por razones a veces nobles y a veces innobles -el temor a ser satanizado como reaccionario, por ejemplo- muchos intelectuales latinoamericanos han ayudado al colapso de nuestros experimentos democr¨¢ticos.
D¨¦jeme citarle el caso de mi pa¨ªs, donde el sistema democr¨¢tico, que recobramos en 1980, cruje y se resquebraja a diario por obra de la violencia pol¨ªtica. La organizaci¨®n que ha desatado el terror, Sendero Luminoso, no naci¨® en una comunidad campesina ni en una f¨¢brica, sino en una universidad, y sus fundadores no fueron obreros sino profesores y estudiantes universitarios, que, sin duda, jam¨¢s pudieron sospechar que sus insensatas justificaciones de la violencia como "partera de la historia" desembocar¨ªan en el ba?o de sangre que vive hoy el Per¨². Los cr¨ªmenes que se cometen no son, por desgracia, s¨®lo de un lado; tambi¨¦n de quienes deber¨ªan velar por la legalidad, como ha probado el asesinato de varias decenas de senderistas en las c¨¢rceles de Lima, durante un mot¨ªn, que cometieron miembros de la Guardia Republicana, seg¨²n ha denunciado el propio presidente de la Rep¨²blica. Dentro de un contexto semejante comprender¨¢ usted mejor, tal vez, la vehemencia con que defiendo la opci¨®n democr¨¢tica para Am¨¦rica Latina. Ella es la ¨²nica posibilidad que tenemos de poner fin, o al menos atenuar, la sobrecogedora violencia que los dos extremos ideol¨®gicos est¨¢n dispuestos a aplicar sin el menor escr¨²pulo, y la mayor¨ªa de cuyas v¨ªctimas son, siempre, seres, humildes e inocentes que ignoran -y acaso ni siquiera entender¨ªan- las elaboraciones intelectuales de quienes creen que el fin justifica todos los medios, incluido el asesinato ciego de la poblaci¨®n civil.
Me ha censurado usted por haber dicho que, en las sociedades comunistas, el poder pon¨ªa al escritor en el dilema tr¨¢gico de ser un cortesano o un disidente. Admito que la divisi¨®n entre cortesanos y disidentes es esquem¨¢tica y la retiro. Ella soslaya, en efecto, aquel matiz que representa un buen n¨²mero de escritores que, haciendo esfuerzos admirables, se las arreglan para, sin romper con el socialismo, mantener una cierta distancia cr¨ªtica hacia el r¨¦gimen de su pa¨ªs. Cuando fui presidente del PEN internacional pude comprobar, en efecto, los riesgos que estaban dispuestos a correr muchos escritores polacos, h¨²ngaros y de Alemania Oriental para expresar sus opiniones independientes. S¨¦ que ninguno de ellos aceptar¨ªa ser llamado disidente y s¨¦ que ser¨ªa injurioso llamarlos cortesanos.
Hecha esta rectificaci¨®n, vayamos al fondo del asunto. Mi cr¨ªtica no iba dirigida a los escritores de los pa¨ªses comunistas, sino al sistema del que son v¨ªctimas. Porque lo cierto es que los reg¨ªmenes marxistas-leninistas no permiten la neutralidad ideol¨®gica, y para impedirla han establecido unos m¨¦todos de censura tan perfectos como rid¨ªculos. Es una de las objeciones frontales que cabe hacer a la doctrina que naci¨® para "encarnar" las ideas en la historia. Haber convertido el pensar y el escribir en una actividad tan as¨¦ptica y tan insulsa como lo era en las colonias hispanoamericanas en el siglo XVII, cuando nuestros poetas y pensadores, paralizados por el miedo a la Inquisici¨®n, tornaron nuestra literatura en un ritual de t¨®picos o de huecas acrobacias verbales.
S¨¦ muy bien todo lo que hace el comunismo en favor de la literatura. He visto con mis ojos c¨®mo se multiplican las bibliotecas y c¨®mo los libros se abaratan y reeditan en ediciones masivas. Y he visto, sobre todo, c¨®mo en los pa¨ªses comunistas la literatura que llega al gran p¨²blico no se ha frivolizado como ocurre, por desgracia, en muchos pa¨ªses libres, donde el consumismo tiende a relegar la literatura de creaci¨®n a auditorios minoritarios, en tanto que lo que lee el gran p¨²blico suele ser una pseudo literatura conformista y adocenada. Pero ser l¨²cido a este respecto no debe cerrarnos los ojos sobre la otra evidencia: la m¨¢s imperfecta democracia concede al escritor una libertad mayor que la sociedad socialista menos r¨ªgida (digamos, hoy, Hungr¨ªa).
El precio que pagan por su independencia frente al poder los escritores de pa¨ªses comunistas, usted lo conoce: Desde la muerte civil que significa ser expulsado de las asociaciones gremiales, que son las que confieren categor¨ªa de escritor y todas las ventajas consiguientes a ella, hasta ver cerradas las publicaciones y las
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