Banqueros
Desde que se inventaron los cajeros autom¨¢ticos, las tarjetas de cr¨¦dito, los telebancos, el dinero electr¨®nico, la informatizaci¨®n de la cuenta corriente y dem¨¢s automatismos, el banco ya no es lo que era. Aquellos solemnes edificios con traza de iglesias preconciliares te impon¨ªan un respeto. Recuerdo con profunda nostalgia el temblor de rodillas y el sudor de manos cuando me acercaba a confesar mis n¨²meros rojos delante de una ventanilla forrada de bronce y m¨¢rmol de las mejores cosechas, desde la que alguien vestido de luto me observaba en silencio. Aquellos bancos preautom¨¢ticos eran duros, eran implacables, pero ten¨ªan su morbo humano: estaban cargados de misterio y te pon¨ªan la carne de gallina. Pero lo atractivo, lo estremecedor, no era la gran escenograf¨ªa y las maneras secas y cortantes del chupatintas, sino la invisible e imposible figura del banquero. Yo me los imaginaba rodeados de caoba, incienso, pelotilleros y mirra familiar.La electr¨®nica profan¨® el templo, expuls¨® los bronces, m¨¢rmoles y maderas de Indias, transform¨® aquella soberbia arquitectura religiosa en as¨¦ptico dise?o funcional de aluminio ymetacrilato y desertiz¨® el gran atrio. L¨®gicamente, dej¨¦ de frecuentar esos recintos y busqu¨¦ otras emociones. Teclear mi c¨®digo secreto en una acera ordinaria no era lo mismo.
Los acontecimientos de los ¨²ltimos d¨ªas han vuelto a reconciliarme con el perdido morbo bancario. Yo no s¨¦ si todo esto obedece a una astuta campa?a publicitaria de humanizaci¨®n de los vac¨ªos templos financieros o es que afortunadamente ya nos estamos italianizando por la v¨ªa r¨¢pida, pero todo este impresionante follet¨®n de la serie negra protagonizado por los altos financieros del pa¨ªs es una excelente propaganda. Banqueros que se suicidan de un tiro en la nuca por un pu?ado de millones, militares que fugan divisas, pol¨ªticos intocables procesados por desfalco, arist¨®cratas que atracan sucursales. El banco vuelve a humanizarse, aunque sea por procedimientos de juzgado de guardia, de juzgado de Lerga. Eso ya es otra cosa. Ma?ana vuelvo al banco a respirar emociones, a escuchar el latido del dinero.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.