Disquisiciones
Cuando un equipo de baloncesto falla como lo hizo Espa?a ante Brasil, resulta dificil encontrar una ¨²nica clave determinante de lo ocurrido. Ninguna faceta del juego espa?ol logr¨®, ni mucho menos, ser desarrollada como se presupone a su potencial. Las causas son m¨²ltiples.Bas¨¢ndonos en aspectos puramente estad¨ªsticos, es evidente que, cogiendo 14 rebotes menos, haciendo un 50% pelado de tiros de campo y, sobre todo, errando 21 lanzamientos de tres puntos, resulta dificil ganar un partido. Pero estos datos tan deficientes no pueden ser justificados ¨²nicamente como fruto de una mala tarde. Hay otras razones tan importantes como los fr¨ªos n¨²meros.
Se ha especulado mucho con la falta de Epi. No voy a poner en duda la calidad ni el peso espec¨ªfico de Epi en el equipo espa?ol. A pesar de contar con otros 11 jugadores muy v¨¢lidos, su falta se not¨®. Pero no es la primera vez que Espa?a ha de jugar sin Epi. Sin ir m¨¢s lejos, el a?o pasado, en la RFA, Epi sufri¨® otra lesi¨®n y Espa?a fue capaz de vencer nada menos que a la selecci¨®n sovi¨¦tica.
Los bases son blanco de muchas cr¨ªticas. Resulta claro que ninguno de los tres est¨¢ jugando como lo hace en su club. La falta de confianza en sus posibilidades ante el aro es manifiesta. El seleccionador no ha logrado transmitir ni la m¨¢s m¨ªnima tranquilidad hacia sus te¨®ricos directores de juego. Su empe?o en dirigir el partido puntualmente desde la banda anula sus posibles iniciativas, convirti¨¦ndoles en aut¨®matas.
Pero hay un problema que no reside en posibles rendimientos. Los cambios realizados entre los bases durante el partido no llevan consigo ninguna alteraci¨®n en la forma de juego del equipo. El ritmo es monocorde, independiente del jugador que est¨¦ en la cancha.
El pobre porcentaje realizado por los aleros no pasa de ser una an¨¦cdota ante las causas que lo originaron. En ning¨²n momento se encontr¨® el ritmo de ataque oportuno y, lo que es peor, no se intent¨® otra forma de romper la zona que no fuesen los tiros de tres puntos. Las penetraciones para doblar el pase al compa?ero mejor situado apenas existieron. Ante ello, los brasile?os no tuvieron m¨¢s que cerrarse en torno a los p¨ªvots y aprovechar los continuos fallos para coger los rebotes e ir distanci¨¢ndose en el marcador.
La decisi¨®n del seleccionador de elegir cuatro aleros y cincop¨ªvols, justificada ante el temor de una lesi¨®n, le volvi¨® en su contra al lesionarse no precisamente un p¨ªvot, sino un alero. Las posibilidades de variaci¨®n quedaron limitadas a los dos restantes, que, como ocurre con los bases, son muy similares. Las otras alternativas -Jim¨¦nez o Arcega- no fueron utilizadas.
La defensa, arma vital, no se asent¨® en ning¨²n momento. La agresividad anunciada no apareci¨® y los brasile?os pudieron campar a sus anchas durante casi todo el partido. Adem¨¢s, los rebotes nunca fueron dominados y el juego espa?ol qued¨® resquebrajado.
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