P¨²blico
Diez mil personas animando enfervorizadamente tanto al equipo de la Uni¨®n Sovi¨¦tica corrio a su gran estrella Sabonis, es un espect¨¢culo que no se puede ver todos los d¨ªas. Las causas de esta explosi¨®n emocional del p¨²blico de Madrid son diversas y alguna de ellas s¨®lo explicable con un manual de sociolog¨ªa en la mano.El origen est¨¢ en la clara animadversi¨®n hacia los yugoslavos. Nunca han ca¨ªdo bien por estos lares algunos de sus, comportamientos -su forma de ganar no se puede decir que sea un dechado de deportividad-, pero con la llegada de Drazen Petrovic, el problema se agrav¨® hasta extremos insospechados. Resulta d¨ªficil de creer que en s¨®lo dos a?os haya conseguido despertar tanta pasi¨®n contra ¨¦l. El haber logrado convertirse en la bestia negra del Real Madrid, impidi¨¦ndole lograr las dos ¨²ltimas copas de Europa, ha acrecentado esta imagen. El p¨²blico estaba deseoso de verle doblar la rodilla, cosa que ni el Real Madrid ni laselecci¨®n espa?ola han conseguido en los ¨²ltimos tiempos.
La reacci¨®n de los componentes del equipo balc¨¢nico despu¨¦s del partido demuestra una amnesia lo suficientemente grande como para visitar al m¨¦dico. Uno, que ha sufrido en sus propias carnes la "deportividad" del p¨²blico yugoslavo, no deja de sorprenderse ante las cr¨ªticas hacia los espectadores madrile?os, algunas de las cuales son de juzgado de guardia, como las de Arapovic -"el p¨²blico madrile?o merec¨ªa que los tanques sovi¨¦ticos invadieran Madrid"-. El aficionado madrile?o es una hermanita de la caridad en comparaci¨®n con el asistente al campo de la Cibona. Y dicen que no es el peor de por all¨ª.
Pero, desde luego, ¨¦sta no fue la ¨²nica causa. La Uni¨®n Sovi¨¦tica goza de muchas simpat¨ªas. Su presencia habitual en Espa?a, tanto en el torneo de Navidad como en diversos encuentros amistosos, les ha convertido poco menos que en entra?ables. Tatchenko, por ejemplo, es un personaje adorable. Su cara triste, su bigote y su gran humanidad logran despertar condescendencia. Sabonis, a pesar de su dif¨ªcil car¨¢cter, cae muy bien. Y, como ¨¦l, todos sus compa?eros.
El p¨²blico necesita tomar parte por alguno de los contendientes de un partido para a?adir al hecho deportivo en s¨ª, un coniporiente emotivo. Las normas que deciden esta toma de posici¨®n van desde la habitual del equipo d¨¦bil, hasta complejos mecanismos emocionales. De vez en cuando se asiste a casos curiosos como el del Brasil-Estados Unidos, en que los asistentes se llegaron a decantar, en per¨ªodos diferentes, por ambas selecciones, La ausencia del equipo espa?ol en la disputa por las medallas ha obligado al aficionado a tener que elegir a su favorito entre los cuatro aspirantes. Descartados los yugoslavos por razones obvias, las simpat¨ªas se reparten entre los otros tres. Resultar¨¢ interesante observar su comportamiento en la final ante dos equipos de claras connotaciones Pol¨ªticas. Habr¨¢ que ver por qu¨¦ bloque se, decide el p¨²blico. Curioso refer¨¦ndum el que nos espera.
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