Al corro de la patata
JOAQU?N VIDAL ENVIADO ESPECIALCon esos toritos terciaditos, gorditos y aborregaditos que les echaron, los toreros salieron a jugar. Llamaban al torito terciadito, gordito y aborregadito, le preguntaban ?T'aiuntas?, el torito mug¨ªa ?Ti! y se pon¨ªan a jugar al corro de la patata.
Los valencianos esperaban una corrida amable, sin acritudes, facilona para los toreros, pites son de la casa, y se las prorriet¨ªan felices. Se hab¨ªan llevado la merienda y todo. Los apoderados de los toreros Manzanares y El Soro son los hermanos Lozano.
Todo el mundo sabe que, cuando los hermanos Lozano tienen torero en el cartel, convierten los chiqueros en una jugueter¨ªa y que, si la jugueter¨ªa est¨¢ en la propia plaza de la que son empresarios -como era el caso-, hasta la pueden convertir en una cacharrer¨ªa.
N¨²?ez / Gonz¨¢lez, Manzanaires, El Soro
Cuatro toros de Marcos N¨²?ez, terciaditos, gorditos y borreguitos. La corrida se suspendi¨® despu¨¦s del 4? a causa de la lluvia. D¨¢maso Gonz¨¢lez: med¨ªa estocada tendida (oreja); estocada coila (oreja). Manzanares: estocada ca¨ªda (ovaci¨®n). El Soro: pinchazo y estocada trasera (petici¨®n y vuelta). Plaza de Valencia, 25 de julio. Tercera corrida de fer¨ªa.
Todo el mundo sabe, tambi¨¦n, que, si adem¨¢s el torero del cartel es Manzanares, los juguetes y los cacharros se los tienen que poner entre algodones. De manera que, si por los chiqueros aparec¨ªan toritos de peluche, nadie pod¨ªa llamarse a enga?o. La afici¨®n, p¨²blico en general y militares sin graduaci¨®n conocen perfectamente estas claves.
Claro que, si los hermanos Lozano preparan estos juguetes para Manzanares, de alguna forma se benefician los compa?eros del muchacho. D¨¢maso Gonz¨¢lez, que es listo como una ardilla, aprovech¨® los juguetes del amiguito y se puso a jugar con verdadera delectaci¨®n. Cantaba ?Pase mis¨ª, pase mis¨¢ ... ! y los toritos gorditos y borreguitos pasaban, mis¨ª, mis¨¢, por donde quer¨ªa que pasaran.
A veces este pasar se hac¨ªa dificil¨ªsimo, pues D¨¢maso Gonz¨¢lez es caprichoso y les exige a los juguetes rendimientos excesivamente complicados para su fragilidad. C¨®mo consegu¨ªa obtenerlos, sin que se rompiera el juguete, es un secreto de su habilidad muletera, que guarda celosamente, igual que ciertos frailes la composici¨®n de sus vinos espirituosos.
Al cuarto borreguito gordito, -coloradete, salpicao y motil¨®n- le hizo de todo, excepto violarlo. Al cuarto borreguito gordito, que s¨®lo quer¨ªa morirse -el pobre- le peg¨® circulares; altos, bajos, medianos; de pie y de rodillas. En ocasi¨®n de que el cuello de la camisa se le ericaramaba por la nuca y el nudo de la pa?oleta se le hab¨ªa colocado bajo la oreja, tir¨® lejos los trastos, se puso de rodillas, los volvi¨® a recoger sin levantarse, ampli¨® el repertorio.
A Manzanares no le hac¨ªa demasiado feliz que le cogieran los juguetes y menos feliz le hac¨ªa el abuso. Adem¨¢s, su juego era otro. Cantaba El nombre de Mar¨ªa, que cinco letras tiene... y, a su ritmo, giraba al corro de la patata. Ahora bien, para esta funci¨®n pegaba carreritas fren¨¦ticas. Un pase, una carrerita; otro pase, otra carrerita. Innecesario ejercicio, pero ya se sabe que lo de este torero, cuando hace el corro de la patata, es correr.
Con los juguetitos puestos all¨ª por los hermanos Lozano, El Soro vibraba y hac¨ªa vibrar. Cuando cogi¨® los palos, puls¨® los resortes de la valenciana y la plaza se hizo un clamor. Llov¨ªa. Hasta entonces, los tendidos hab¨ªan sido un traj¨ªn. Ca¨ªa el aguacero y la gente se avalanzaba hacia las puertas; escampaba un poco y volv¨ªa presurosa. Sin embargo, en ocasi¨®n del tercio de banderillas, aunque ya entonces los goterones de lluvia eran como txapelas, aguant¨® firme y aclam¨® dos cuarteos vulgares, igual que un buen par del dentro a fuera.
El Soro cantaba Chocolate, molinillo, corre, corre, que te pillo, sin que el gordito borreguito se diera por aludido, y era El Soro quien ten¨ªa que correr, acelerando el corro de la patata en vertiginosa circularidad. Atacado de inspiraci¨®n, el ¨ªdolo de Foios entonaba nuevas canciones. Se le ocurri¨® aqu¨¦lla de ?Que llueva, que llueva! la musiquita se le peg¨® a D¨¢maso Gonz¨¢lez, que jugaba despu¨¦s, y en buena hora lo fueron a decir porque sesg¨® la negrura un rel¨¢mpago, restall¨® el trueno y cay¨® una granizada morrocotuda, vertical, furiosa, que inund¨® el ruedo y lo puso todo perdido de fango.
Los toreritos protestaron y se negaron a seguir jugando en aquellas condiciones. Los hermanos Lozano guardaron bajo llave los juguetes que quedaban. El presidente, que estaba muy divertido, decret¨® la suspensi¨®n y la gente tir¨® almohadillas, pues tambi¨¦n se erey¨® con derecho a divertirse y se divert¨ªa as¨ª. Los transe¨²ntes de la calle de X¨¢tiva miraban con envidia el tropel de aficionados que abandonaba el coso. Cre¨ªan que sal¨ªan de los toros. Si ellos supieran de d¨®nde sal¨ªan...
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