A Nelson Mandela
Un prisionero pol¨ªtico est¨¢ en la c¨¢rcel, en virtud de una condena a cadena perpetua, desde 1964; pero muchos hombres y mujeres de este planeta est¨¢n encarcelados., detenidos, silenciados por sus opiniones y sus actividades pol¨ªticas. La mayor¨ªa de los habitantes de un pa¨ªs est¨¢n privados de los derechos de ciudadan¨ªa y oprimidos; pero en numerosos pa¨ªses de todo el mundo las mayor¨ªas est¨¢n privadas de las libertades democr¨¢ticas y de la justicia social.?Por qu¨¦ este hombre? ?Por qu¨¦: este pa¨ªs?
Este hombre es ejemplar. En raz¨®n de qui¨¦n es, de c¨®mo ha actuado, de lo que ha dicho (y sigue: diciendo); porque la causa de la que durante d¨¦cadas ha sido su l¨ªder preeminente es una causa justa; y porque su versi¨®n de dicha causa es la m¨¢s madura pol¨ªtica y moralmente, la m¨¢s realista, la que m¨¢s probabilidades, tiene de conducir a la reconciliaci¨®n y de impedir una carnicer¨ªa de otra forma inevitable. Fuera de su prisi¨®n tiene una esposa, una hija, unos amigos, unos compa?eros que, actuando bajo terribles represiones, continuas persecuciones y en situaci¨®n de gran peligro, prosiguen su lucha. A ¨¦l le gustar¨ªa ser libre. Pero no aceptar¨¢ nada que no sea una libertad sin condiciones. M¨¢s de una vez se ha negado a aceptar una libertad condicional. Ha dicho que no negociar¨¢ con sus captores, ya que un prisionero, alguien que no es libre, no puede celebrar contratos. Por supuesto, esto, hablando estrictamente, no es cierto. Uno puede negociar en cautividad su propia libertad -si se trata solamente de la propia libertad-. Pero Mandela entiende que su libertad no es s¨®lo suya, que (si ¨¦l as¨ª lo elige) est¨¢ indisolublemente unida a la libertad del pueblo que ¨¦l representa. No puede negociar la libertad de ese pueblo encontr¨¢ndose en situaci¨®n de cautiverio.
Se dice a menudo que este hombre es un s¨ªmbolo. Pero nadie es inherentemente un s¨ªmbolo. Alguien se convierte en un s¨ªmbolo, es convertido en un s¨ªmbolo, como lo ha sido este hombre. Los pocos h¨¦roes morales -y este hombre es un h¨¦roe moral- que llegan a ser famosos (a diferencia de los numerosos h¨¦roes que no llegan a serlo) lo son bajo la presi¨®n de la necesidad hist¨®rica. La pr¨¢ctica de singularizar como ejemplar a una persona -espec¨ªficamente a un prisionero o una v¨ªctima- ilustra la forma en que, de manera inevitable, todos los afectos y adhesiones tienen que llegar a ser institucionalizados, que adquirir t¨ªtulos, que engendrar jerarqu¨ªas, con objeto de que tengan un peso hist¨®rico: de que sean pol¨ªticos. Tambi¨¦n inevitables en este proceso son algunas corrupciones de los sentimientos y ciertas tergiversaciones de la verdad y de la respuesta. No obstante, cuando la lucha es justa y la conducta del prisionero es realmente ejemplar, tal singularizaci¨®n no s¨®lo es ineluctable, sino tambi¨¦n positiva. Es justo, que de este hombre se haya hecho un s¨ªmbolo.
Mandela representa no s¨®lo las aspiraciones de la mayor parte de la gente de todo el mundo, sino tambi¨¦n a una comunidad muy numerosa de su propio pa¨ªs, que le reconoce como su l¨ªder. Est¨¢ en la oposici¨®n, est¨¢ en prisi¨®n. Pero no es un disidente. A diferencia, digamos, de Andrei Sajarov, otro prisionero de una gran nobleza personal, de una sabidur¨ªa moral y pol¨ªtica, de una pureza y una tenacidad de principios, y de un renombre universal, quien (por desgracia) no representa a la mayor¨ªa de sus conciudadanos -sus opiniones s¨®lo son compartidas por una peque?a minor¨ªa no organizada, cuya mayor parte vive en Mosc¨², Leningrado y Kiev-, este hombre representa a la mayor¨ªa del pueblo de su pa¨ªs. ?ste es el motivo de que no pueda ser tratado como un prisionero pol¨ªtico com¨²n, no pueda ser exiliado, ni muerto de hambre, ni azotado, ni humillado, ni privado del contacto con sus parientes y con el, mundo exterior. Este hombre, en prisi¨®n, recibe (o se niega a recibir) a importantes visitantes de su pa¨ªs, como la principal figura pol¨ªtica que es. Jefe t¨¢cito de un partido pol¨ªtico que, aunque no desempe?a un papel pol¨ªtico formal y tiene su cuartel general en el exilio, ostenta ya un poder important¨ªsimo; de facto, es el jefe de Estado, el presidente de un pa¨ªs democr¨¢tico que todav¨ªa no existe, pero que existir¨¢; es tanto un s¨ªmbolo -viviendo en lo que (dadas las actuales realidades de su pa¨ªs) es un lugar caracterizadamente simb¨®lico, una prisi¨®n- como una fuerza pol¨ªtica sumamente real.
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Por supuesto, es el actual Gobierno racista no democr¨¢tico el que le permite este papel -como los brit¨¢nicos, que cuando encarcelaron a Gandhi se vieron obligados a detenerlo en condiciones que reflejaban su inmenso poder pol¨ªtico y su enorme influencia moral, el poder (es decir, la creciente ingobernabilidad) de la vasta comunidad de fuera de la prisi¨®n que ¨¦l continuaba representando- Pero no fue siempre as¨ª para Mandela. Los primeros a?os de su encarcelamiento, en Robben Island, fueron tan duros como los de cualquier gulag; y no exist¨ªa ninguna comunicaci¨®n con el exterior, ninguna entrevista con dignatarios extranjeros de la que se pudiera informar estar primero impresionado... por su inmaculada apariencia, su evidente buena salud y su presencia plena de dominio. En su forma de conducirse rezumaba autoridad y recib¨ªa el respeto de todos los que le rodeaban, incluyendo a sus carceleros". (La cita procede del informe publicado este a?o por The Commonwealth eminent persons group on southern Africa -Grupo de personas eminentes de la Commonwealth en ?frica meridional-.) S¨®lo en los ¨²ltimos a?os, desde que la comunidad que Mandela representa ha tenido que ser tomada en consideraci¨®n por el presente Gobierno, se le ha concedido ese status. Al Gobierno nada le gustar¨ªa m¨¢s que cerrar un trato con ¨¦l y liberarle. Pero Mandela rechaza una libertad condicional porque se encuentra en una posici¨®n de fuerza.
Convertirse en sujeto de una campa?a internacional en pro de su libertad no confiere ese status a un prisionero; lo confieren las realidades pol¨ªticas, tanto internas como internacionales. Sajarov es un prisionero pol¨ªtico al menos tan famoso y admirado moralmente como este hombre, pero el hecho es que Sajarov representa mayormente su propio valor ejemplar y la rectitud de sus opiniones. El Gobierno que le tiene confinado sabe que no representa amenaza alguna; con quien tiene que lidiar es con la opini¨®n p¨²blica mundial, y no con su propia ciudadan¨ªa.
Reclamamos la libertad para Sajarov, para Irina Ratushinskaya y para muchos m¨¢s injustamente confinados o encarcelados en ese pa¨ªs (entre otros) porque queremos que sobrevivan esas personas tan valiosas; esperamos que incluso se les permita reanudar sus vidas y su trabajo. Estamos movidos por la situaci¨®n del anciano cient¨ªfico y defensor de los derechos humanos condenado a un exilio interno, en un virtual arresto domiciliario, f¨ªsicamente maltratado y con una salud desfalleciente; de la joven poetisa l¨ªrica condenada a siete a?os en un campo de trabajos forzados, quien, a causa de los malos tratos f¨ªsicos, y de una grave enfermedad no tratada, es improbable que viva m¨¢s tiempo de lo que durar¨ªa su sentencia. Tratando de obtener la libertad de esos heroicos individuos, seres humanos ejemplares que est¨¢n sufriendo mucho, nosotros enaltecemos lo que ellos hacen, los principios que defienden; pero lo que pedimos es clemencia. Su libertad consistir¨ªa en que se les permitiera salir, viajar al extranjero. Para Sajarov, Ratushinskaya y otros no existe ninguna diferencia entre una libertad condicional y una incondicional. Ellos quieren, nosotros queremos para ellos, que salgan. En otras palabras, no creemos probable que el Gobierno opresor que los ha privado de libertad, que les est¨¢ castigando cruelmente, que los est¨¢ matando lentamente, cambie en un futuro previsible.
Con este hombre es diferente. No buscamos simplemente su libertad; respetamos su decisi¨®n de permanecer en prisi¨®n. Creemos que los d¨ªas del Gobierno actual est¨¢n contados. Libertar a este prisionero supone originar la ca¨ªda del Gobierno del m¨¢s restringido apartheid. No tratamos su libertad fund¨¢ndonos en la compasi¨®n, sino por motivos pol¨ªticos. Porque su libertad, cuando la tenga, constituir¨¢ un paso importante hacia la liberaci¨®n de la mayor¨ªa de sus compatriotas.
Ahora no es libre dentro de la prisi¨®n, pero es poderoso. Es poderoso a causa de la confianza que fluye hacia ¨¦l desde la comunidad que representa. Pedimos su libertad porque buscamos la libertad de la mayor¨ªa de los habitantes de su pa¨ªs. Su libertad es la de ellos. ?l lo ha hecho as¨ª. (Pod¨ªa haber vivido su tiempo de prisi¨®n de otra manera.) Exigimos su libertad. Y la libertad de aquellos por los que est¨¢ encarcelado.
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