Miguel de Unamuno, un hombre sin atributos
En este a?o habr¨¢ o han comenzado ya a celebrarse tres magnas conmemoraciones literarias: las de Lorca, Valle Incl¨¢n y Unamuno. ?Literarias? Sin duda ninguna en los dos primeros casos, pero ?en el caso de: Unamuno?Claro es que se celebrar¨¢n sesiones acad¨¦micas, tambi¨¦n en torno de Unamuno y de la obra unamuniana, y ya ha habido ceremonias conmemorativas. Es lo convenido, la costumbre; y seguramente lo inexcusable. No hay nada que oponer a ello, sino todo lo contrario; ni mucho que comentar al respecto., Pero ?permiten Unamuno y, la obra unamuniana conmemoraciones de este tipo, congresual e inocente? Pienso que no: que: la, conmemoraci¨®n de Unamuno y de su obra no puede ser sino -pol¨¦mica, dial¨¦ctica, inc¨®moda y desafiante. Hay, desde luego, una inmensa bibliograf¨ªa sobre Unamuno y su escritura, y est¨¢ servida con un imponente aparato cient¨ªfico, adem¨¢s; pero la verdad es que incluso en los instantes interpretativos m¨¢s agudos y profundos, en las p¨¢ginas m¨¢s logradas sobre las propias p¨¢ginas unamunianas, echamos ole ver enseguida que: una cosa es, de todos modos, lo que nos dicen los estudiosos, comentaristas y glosadores de Unamuno y otra, a veces muy otra, la que ¨¦l nos dice. La obra corno la persona de Unamuno se alzan ante nosotros con una obstinada polisemia.
En realidad, ni siquiera acertamos a decir qui¨¦n o qu¨¦ fue Unamuno y qui¨¦n y qu¨¦ es lo que sigue siendo para nosotros, y la reacci¨®n dial¨¦ctica de muchos de sus lectores y cr¨ªticos ha gustado desde siempre y gusta todav¨ªa de decirnos lo que no es: algo ciertamente muy curioso o singular¨ªsimo que haremos muy bien en anotar. Unamuno no es, en efecto -se nos dice-, un fil¨®sofo en sentido estricto porque no ofrece .un sistema de pensamiento, y podr¨ªamos a?adir por nuestra cuenta que, adem¨¢s, representa precisamente la ant¨ªtesis misma del esp¨ªritu de sistema; y no siendo un fil¨®sofo, mal puede ser un fil¨®sofo existencialista, aunque s¨ª evidentemente es dif¨ªcil negar que sea un pensador de la existencia o de lo existencia?; y ni que decir tiene que tampoco es alguien que trate de dar un car¨¢cter dial¨¦ctico e igualmente sistem¨¢tico, a su discursus sobre lo religioso como para ser aceptado como te¨®logo, y desde luego no es un escritor en el sentido alejandrino o, si se quiere, barroco que esta palabra tiene entre nosotros: movi¨¦ndose reduccion¨ªsticamente en el ¨¢mbito de lo est¨¦tico-formal; y no se sabe muy bien qu¨¦ decir de su poes¨ªa. Sus novelas son nivolas o como mucho son consideradas novelas digamos que marginales; su preocupaci¨®n religiosa, como sobre pasada e ininteresante o puro handicap de s¨ª mismo y de su obra; su lenguaje, como no es precisamente un modelo de ar mar literatura o did¨¢ctica de manejo del castellano, sigue disgustando o simplemente se entiende como "lenguaje aprendido" que dec¨ªa el propio Ortega; su idea de Espa?a se archiva en el caj¨®n correspondiente al noventayochismo, lo que no es decir gran cosa, pero resulta definitorio y evita m¨¢s quebraderos de cabeza; su visi¨®n del paisaje castellano con cretamente, tan absolutamente profunda y rica -realmente transustanciada-, se entiende nada menos que como ret¨®rica en este hombre, hermano de Kierkegaard, para quien el mayor horror es hacer aparecer m¨¢s que lo que es; y tampoco faltaron en su tiempo ni faltan hoy quienes niegan a Unamuno el pan y la sal, en un intento extra?o de dejarlo desnudo: sin atributos.
Este intento es, sin embargo, decidero por s¨ª mismo. A muy pocos hombres es a quienes ha sido dedicado, y es realmente mucho lo, que nos revela. Porque ?cu¨¢l puede ser la raz¨®n para que ese intento tenga lugar? Sin duda ninguna, que la figura y la obra unamunianas resultan singulares y cuestionadoras, y ambas cosas en el sentido kierkegaardiano. Unamuno, como Jacques Elllul, ha dicho de Kierkegaard, es "aIlguien que emite un mensaje directamente emanado de su existencia en lugar de dedicarse a una construcci¨®n intelectual respecto a la Existencia"; de manera que "en tanto que se mantien una relaci¨®n exterior con un tal discurso se est¨¢ en la categor¨ªa de lo 'interesante'. Pero si se da un paso, aunque sea uno solo, se est¨¢ ante el 'Todo o Nada". Esto es, se las tiene uno que ver con alguien que no cuestiona esto o lo otro, sino la totalidad, y cuyo cuestionamiento no tiene ninguna finalidad ni asegura ninguna soluci¨®n o salida ni se encamina a ellas. Y habr¨ªa que matizar que no, desde luego, con la radicafidad del te¨®logo dan¨¦s -que siempre est¨¢ m¨¢s a la ra¨ªz que cualquier otro cuestionador-, pero s¨ª con una radicalidad que es la ¨²nica que explica tanto nuestra fascinaci¨®n corno nuestro rechazo y la imposibilidad de encerrarlo bajo alguna. f¨®rmula m¨¢gica que lo torne inofensivo.
El escritor Miguel de: Unamuno, en efecto, no se dejar¨¢ sepul tar ni bajo las m¨¢s fr¨ªas, y riguro sa s hermen¨¦uticas de muy sabios especialistas, que sin duda van a hundir sus escalpelos en su carne. Y es posible que lleguen -a la conclusi¨®n de que fue un hombre sin atributos o significaci¨®n alguna en ning¨²n sentido -?ni si quiera como la m¨¢s valerosa figura civil de la historia contempor¨¢nea espa?ola?-. Pero todo eso tendr¨¢n que hacerlo sobre un, hombre vivo y una obra viva, que invariablemente nos deja sangre: entre las manos y que, sac¨¢ndonos del ¨¢mbito de lo interesante: y lo est¨¦tico, nos ha enfrentado con el inc¨®modo dilema del Todo o Nada, tan unamunesco como kierkegaardiano.
Por eso es por lo que en esta celebraci¨®n del cincuentenario de su muerte s¨®lo se har¨ªa que enmascararlo, si se tratase de andar con muchas literaturas y ret¨®ricas de "los hunos y los hotros", como ¨¦l mismo dec¨ªa a prop¨®sito de los hermanos enemigos en la guerra incivil, en cuyo comienzo muri¨® de mal de Espa?a.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.