La reforma de nunca llegar
La furia de los terratenientes paraliza el reparto de tierras a los campesinos brasile?os
Hace poco m¨¢s de un a?o, el presidente Jos¨¦ Sarney anunci¨® lo que ser¨ªa uno de los proyectos m¨¢s ambiciosos de su Gobierno: la reforma agraria en Brasil. El anuncio provoc¨® esperanzas y expectativas en buena parte de los 130 millones de brasile?os y a la vez desat¨® la ira entre los poderosos terratenientes del pa¨ªs. Pasado el tiempo, las esperanzas bajaron rnucho y la furia de los terratenientes se transform¨® en una radical medida de defensa, que incluye la formaci¨®n de bandas armadas en vastas ¨¢reas del interior del pa¨ªs. La reforma agraria bra sise?a sigue donde siempre estuvo: en la lista de las audaces prome sas del presidente Sarney que no tienen perspectivas de cumplirse.
En ese lapso, la violencia -que tradicionalmente ha sido parte de la rutina en cuestiones de propiedad de la tierra- lleg¨® a niveles in¨¦ditos. Entre 1981 y 1985 fueron asesinados 567 dirigentes sindicales en el campo. Entre enero y mayo de 1986, los dirigentes muertos han sido 122. Son datos oficiales, que con toda seguridad quedar¨¢n cortos comparados a las cuentas de los sindicatos rurales. Por todo el interior del pa¨ªs, pistoleros alquilan sus servicios por precios que var¨ªan entre los 2.000 y los 8.000 d¨®lares, seg¨²n el perfil de la v¨ªctima. Los contratan grandes hacendados y propietarios irregulares de grandes extensiones de tierra. La regla del juego es clara y p¨²blica: un anticipo del 50% al contratarse la muerte de alguien, y el resto cuando la v¨ªctima haya sido ejecutada. Todo el pa¨ªs sabe que el terrateniente Osinar Teodoro Da Silva pag¨® el equivalente a 2.500 d¨®lares para que el pistolero Geraldo Rodr¨ªguez matase al cura Josimar Tavares. Es un precio demasiado bajo trat¨¢ndose de un cura, pero todo indica que Geraldo Rodr¨ªguez es un mat¨®n de poco talento: se dej¨® detener. En cuanto al mandante del crimen, tiene su seguridad en una especie de tradici¨®n nacional: los poderosos nunca llegan a la c¨¢rcel cuando el motivo del crimen es la tierra.Nuevo ministro
Durante el tiempo transcurrido entre su promesa y el auge de la violencia, el presidente Sarney cambi¨® su ministro de Reforma y Desarrollo Agrario. El actual ministro es Dante de Oliveira, quien se hizo notar hace poco m¨¢s de dos a?os al presentar al Congreso un proyecto de ley restableciendo las elecciones directas para presidente de la Rep¨²blica. En aquella ocasi¨®n, la propuesta fue derrotada gracias en buena parte a los esfuerzos del principal representante parlamentario del r¨¦gimen militar, el entonces senador Jos¨¦ Sarney. Ahora, los dos se encuentran otra vez. Sarney como presidente y Dante de Oliveira como titular del ministerio que m¨¢s dolores de cabeza acarrea al Gobierno. Son muchos en Brasil los fen¨®menos de la convivencia pol¨ªtica. La cooptaci¨®n de ciertos sectores de la izquierda quiz¨¢ sea el m¨¢s notable de todos ellos.
En Brasil hay 567 millones de hect¨¢reas en propiedades rurales, de los cuales 409 millones forman latifundios. La mitad de esos 409 millones de hect¨¢reas es totalmente improductiva. Hay en el campo unos 10 millones de familias sin tierra. Se calcula que toda esa gente podr¨ªa ser asentada en 130 millones de hect¨¢reas. Ser¨ªa, por lo tanto, una reforma agraria nada radical ya que dejar¨ªa inmensas parcelas vac¨ªas. El proyecto del presidente Sarney prev¨¦ la expropiaci¨®n de los latifundios ociosos y el asentamiento gradual de los sin tierra. Eso es lo que est¨¢ en el papel. En la pr¨¢ctica, la situaci¨®n es totalmente inversa.
Para empezar, el presidente Sarney, al anunciar pomposamente su reforma agraria, cometi¨® un error habitual en todos sus grandes anuncios: proponer algo sin tener los datos suficientes ni los medios requeridos para trazar un plan de acci¨®n. En el caso de la reforma agraria, Sarney tom¨® como base datos de 1979, fecha del ¨²ltimo censo general del Instituto Nacional de Colonizaci¨®n y Reforma Agraria. Sobre estos n¨²meros, totalmente desfasados, el Gobierno traz¨® su plan de acci¨®n. Los t¨¦cnicos encargados de imponer la reforma en el Estado de Mato Grosso -tradicional reducto de violentas disputas por la tierra- incluyeron entre las ¨¢reas que deber¨ªan ser expropiadas la hacienda Itamarat¨ª, que hace ocho a?os era un descampado de 50.000 hect¨¢reas abandonadas y que hoy d¨ªa es la mayor siembra continua de soja existente en todo el mundo. Por otro error inexplicable, el ¨¢rea urbana del municipio de Londrina, en el Estado de Paran¨¢ -tradicional centro agr¨ªcola-, fue se?alada para su expropiaci¨®n. De absurdo en absurdo, la reforma agraria no logr¨® m¨¢s que irritar a los que esperan tierra y provocar la furia de los que la tienen.
Defender la hacienda
Los hacendados se sienten inseguros con respecto a un proyecto que en el fondo no da seguridad a su propio autor, es decir, el mismo Gobierno.
Transcurrido un a?o, la reforma agraria del presidente Sarney logr¨® entregar tierras a poco m¨¢s de 3.000 trabajadores rurales. En la .primera semana de julio, el ministro Dante de Oliveira admiti¨® p¨²blicamente no disponer de medios suficientes para entregar tierras a 150.000 familias antes de diciembre, seg¨²n preve¨ªa el proyecto original.
Mientras el Gobierno reconoce no disponer de medios, a todos los niveles, para cumplir con lo que prometi¨®, los due?os de la tierra lucen una firme disposici¨®n en sentido opuesto. La reci¨¦n creada Uni¨®n Democr¨¢tica Ruralista (UDR) recaud¨® m¨¢s de tres millones de d¨®lares en sus primeros pasos, y anuncia a los cuatro vientos su disposici¨®n de resistir la reforma agraria "a como d¨¦ lugar". Los grandes propietarios de tierras anuncian su disposici¨®n de armar bandas paramilitares y limpiar las regiones conflictivas de los "curas comunistas" y de cualquier amenaza a sus propiedades.
La Iglesia presiona
Hoy d¨ªa son casi nulos los resultados que el Gobierno puede presentar. "La reforma agraria es una propuesta que pas¨® con toda la dictadura, que ten¨ªa todo el poder en sus manos, y nadie ha hecho nada", afirma el jurista Alfonso Arinos de Melo Franco, uno de los baluartes del conservadurismo en Brasil. En la otra punta del hilo, Francisco Juli¨¢o, figura legendaria que cre¨® las "ligas campesinas" hace m¨¢s de 30 a?os, es igualmente pesimista. "A lo que estamos asistiendo", dijo a EL PA?S, "es a un espect¨¢culo que se repite cada 10 o cada 100 a?os. La situaci¨®n contin¨²a siendo dram¨¢tica para el campesino. Nosotros no creemos de ning¨²n modo en la reforma propuesta por este Gobierno".
La Iglesia cat¨®lica, por su parte, presiona de manera cada vez m¨¢s firme exigiendo una reforma concreta. Buena parte de las v¨ªctimas de la violencia eran pr¨®ximas a la Iglesia, y varios curas han sido asesinados. Hay un enfrentamiento directo entre Iglesia y Gobierno.
Pero el presidente Sarney, ¨¦l mismo poderoso terrateniente, insiste. Dice que la reforma agraria va en serio. Su proyecto, en reafidad, es mas conservador que todos los anteriores que jam¨¢s pudieron ser concretados. El pa¨ªs sigue con 10 millones de familias sin tierra, con una violencia que no deja de crecer en el campo, y con propietarios de inmensos latifundios creando milicias paramilitares destinadas a limpiar, a fuerza de balazos, a los que pretendan creer que no hay abismo entre la promesa y la realidad.
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