La fuga de T¨²nez
LA HUIDA de T¨²nez del antiguo primer ministro Mohamed Mzali es el ¨²ltimo s¨ªntoma de una grave crisis que agita a la peque?a rep¨²blica norteafricana desde hace ya varios meses. Conviene recordar que el 19 de junio, ante el congreso del Partido Socialista Desturiano -el partido oficial-, el presidente de la Rep¨²blica, Habib Burguiba, renov¨® solemnemente su confianza en Mzali como la persona que deber¨ªa sucederle en la jefatura del Estado. Un mes despu¨¦s, sin embargo, le destituy¨® sin el m¨¢s m¨ªnimo aviso. En agosto se prohibi¨® a Mzali viajar a Suiza a una reuni¨®n del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional, al que pertenece; a la vez, el Gobierno abri¨® diversas investigaciones oficiales contra miembros de su familia. La decisi¨®n de marcharse ilegalmente al extranjero -por la frontera argelina, seg¨²n las ¨²ltimas versiones- se explica por el temor de Mzali, no sin fundamento si se tienen en cuenta ciertos antecedentes, a ser juzgado y encarcelado. No son pocos los pol¨ªticos tunecinos que se hallan emigrados despu¨¦s de haber desempe?ado un papel importante.El gran fracaso de Mzali en su gesti¨®n de gobierno ha sido la econom¨ªa; ahora ha sido sustituido por Rachid Sfar, un economista prestigioso y con fama de austero. El nuevo equipo ministerial est¨¢ formado de personas de la camarilla personal de Burguiba, como su m¨¦dico y el jef¨¦ de su gabinete particular. Ello define bien el nuevo giro de la pol¨ªtica tunecina: a pesar de sus 83 a?os, Burguiba, cuya salud ha mejorado ¨²ltimamente, ha tomado de rriodo directo la direcci¨®n del pa¨ªs. Ha lanzado una campa?a contra la corrupci¨®n y a favor de la moralidad p¨²blica que le permite golpear, en primer lugar, a figuras de la oposici¨®n, y a la vez, a antiguos colaboradores y a sus familias. Como la corrupci¨®n ha sido un fen¨®meno real, que ha manchado en un grado mayor o menor a gran parte de la clase pol¨ªtica, esa campa?a moralizadora despierta simpat¨ªas y crea un clima propicio para el retorno a m¨¦todos personalistas y autoritarios. M¨¦todos a los que siempre ha sido propenso Burguiba, pero que ahora, con la obsesi¨®n senil de suprimir cualquier intento de desplazarle, se acent¨²an elocuentemente. La etapa del Gobierno Mzali represent¨®, a pesar de sus limitaciones, una apertura hacia un mayor pluralismo pol¨ªtico. Con ¨¦l, varios partidos de oposici¨®n fueron legalizados y los s:Indicatos pudieron operar. Ahora la Prensa no oficial est¨¢ perseguida; el principal l¨ªder sindical, Habib Achur, se encuentra encarcelado; Metsiri, dirigente del Movimiento de los Dem¨®cratas Socialistas, padece arresto domiciliario. Mzali, someti¨¦ndose a las directivas de Burguiba, asumi¨® en su ¨²ltima etapa esas medidas represivas que desment¨ªan su anterior actitud, pero con ello facilit¨® su desprestigio y dej¨® el campo m¨¢s libre para su eliminaci¨®n.
La crisis interna de T¨²nez causa inevitablemente una gran inquietud en el mundo, porque ese pa¨ªs de ocho millones de habitantes, el m¨¢s occidentalizado del Magreb, es vecino de Libia, y el coronel Gaddafi ha ejercido presiones constantes sobre T¨²nez con el prop¨®sito de influir sobre su evoluci¨®n interna. Por otro lado, y frente a la tradici¨®n laica que Burguiba ha representado -caso excepcional en un pa¨ªs ¨¢rabe-, crece la influencia del integrismo isl¨¢mico entre sectores de la juventud. La sucesi¨®n del anciano presidente ser¨¢ un momento delicado, incluso en el plano internacional.
No parecen muy serias las acusaciones que surgen ahora en algunos peri¨®dicos contra Mzali y contra la antigua esposa de Burguiba -de la que ¨¦ste se divorci¨® en julio pasado- de simpat¨ªas por Gaddafi. La realidad es que Mzali, dentro de una pol¨ªtica de amistad con Occidente, en particular con Francia, quer¨ªa evitar que la posici¨®n tunecina se diferenciase de modo excesivo de la del conjunto de los pa¨ªses ¨¢rabes, por ejemplo, en el momento del bombardeo de Libia por EE UU. Ello provoc¨® roces con Burguiba, contrario a cualquier cr¨ªtica hacia los norteamericanos. En el nuevo Gobierno, la personalidad m¨¢s fuerte es el ministro del Interior, general Zine el Abinne Ben Ali, cuyas simpat¨ªas hacia EE UU son conocidas. Cabe, pues, esperar que se acent¨²e el proamericanismo de T¨²nez. En todo caso, EE UU se ha apresurado a declarar, al constituirse el Gobierno Sfar, que ayudar¨¢ econ¨®mica y militarmente a T¨²nez; y el subsecretario de Defensa, Richard Armitage, ha hecho una visita en los primeros d¨ªas de septiembre.
Pero los graves problemas que pueden surgir en el momento de la sucesi¨®n -y ello no puede tardar mucho, por razones biol¨®gicas- no se resolver¨¢n con represi¨®n y ayuda extranjera. Mzali, con una actitud quiz¨¢ demasiado flexible, sensible a diversas influencias y sin norte fijo, se hab¨ªa situado en la escena pol¨ªtica como el sucesor reconocido. No era, con toda probabilidad, una soluci¨®n ideal, pero evitaba el vac¨ªo. Hoy la incertidumbre es mayor.
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