El silencio
Estoy solo en alta mar, lejos de la costa. Voy navegando a la deriva con dulzura extremaba o un sol tan suave que parece de carne. La vela fatigada cierne una luz color azafr¨¢n, y el leve oleaje abraza con chasquidos musicales el casco de la embarcaci¨®n. No se ve a nadie. Ni siquiera vuela una gaviota en los cuatro horizontes de agua, y las sensaciones que experimento todas nacen y mueren en la piel me balanceo entre dos azules esenciales tendido en cubierta tratando de diluirme en un sue?o de mediod¨ªa, aunque la radio ha que dado encendida y a¨²n vierte un vago sonido de noticias que se pierden por sotavento. La represi¨®n de Pinochet ha producido y siete muertos en Chile. Atracador abatido a tiros en un enfrentamiento con la polic¨ªa. Hace explosi¨®n otra bomba en Par¨ªs. Termina en Madrid el congreso de teolog¨ªa Cada noticia est¨¢ separada por un golpe de gong, que en mi cerebro se funde con la pasta solar. Las, ondas traen casos de muerte y pasiones pol¨ªticas mezcladas con una disputa acerca del reino de Dios. ?Qu¨¦ habr¨¢n discutido los; te¨®logos en Madrid? Qu¨¦ lejos; suena todo eso perdido en el viento. Navega, velero m¨ªo.Los te¨®logos viven gracias al silencio de Dios. Si Dios hablara no habr¨ªa teolog¨ªa, o tal vez si no hubiera te¨®logos, Dios finalmente hablar¨ªa con claridad. Pero no existe en el mundo una revelaci¨®n tan evidente como este fulgor que hiere los ojos. Ninguna gloria puede equipararse a estos atardeceres solitarios en el Mediterr¨¢neo, cuando una parte del firmamento se convierte en polvo de oro y la quilla del barco va dividiendo las aguas de p¨²rpura mientras uno navega a bordo de la nostalgia. Dios calla. O acaso su voz es esa m¨²sica de brisa que vibra en las jarcias. Pero cualquier navegante sabe que al final de la tarde siempre se arriba a una orilla donde se agitan los te¨®logos y la dinamita canta. Es imposible escapar. Ya en tierra, uno termina por comprender que no puede seguir flotando. De un lado est¨¢ la est¨¦tica, y de otro, los te¨®logos con metralleta, los griegos de dorada cabellera y los guerrilleros que luchan contra los tiranos. Y en medio, el silencio de Dios. ?Qu¨¦ hacer?
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