Paradojas manifiestas
Creo que mi mayor agravio contra las manifestaciones son los lemas firmados que hay que corear en ellas, pareados ripiosos casi siempre id¨¦nticos, salvo accidentales variaciones respecto al nombre de quien se siente que est¨¢ presente o baile entre si son los terroristas los aut¨¦nticos fascistas o viceversa. Sea por ¨¦sta u otra raz¨®n, desde el final de la dictadura he participado en pocas manifestaciones: la que hubo tras el intento de golpe de Estado, alguna contra la tortura (la del caso Zabalza, por ejemplo, en Madrid) y las concentraciones de la Asociaci¨®n para la Paz en la plaza de Guip¨²zcoa, de San Sebasti¨¢n, que tienen la inmensa ventaja de que en ellas no hay que gritar riada, aunque de cuando en cuando le griten algo a uno. Pero a la que hubo por la libertad de Chile y contra Pinochet el pasado dila 14, a ¨¦sa, ?c¨®mo no iba uno a asistir? De modo que all¨ª me present¨¦, y lo que sigue son las reflexiones que se me pasaron por la cabeza durante el trayecto entre Col¨®n y San Bernardo, cadencioso, clamoroso y caldeado.Desde el punto de vista de aglutinar fuerzas pol¨ªticas dispares y promocionar un aborrecimiento instintivo, la gran ventaja de Pinochet estriba en que es el dictador que m¨¢s se parece a Franco. Su trayectoria hist¨®rica es muy semejante: ambos aniquilaron experimentos democr¨¢ticos particularmente abiertos y prometedores, ambos traicionaron la lealtad jurada con la m¨¢s perfecta y, untuosa hipocres¨ªa, ambos ejercieron el crimen represivo con sabia discriminaci¨®n, pero con generosa abundancia, ambos recibieron la complicidad primero activa, despu¨¦s renuente y luego horrorizada, de la derecha cristiana, ambos han contado con el apoyo log¨ªstico de EE UU y con la bendici¨®n apost¨®lica de la jerarqu¨ªa cat¨®lica. Hasta sus jetas de jabal¨ª con galones se parecen un tanto; la de Franco, m¨¢s en la l¨ªnea poup¨¦e sanglante, y la de Pinochet, tirando hacia un sargento enfurecido salido de La oreja rota, de Tint¨ªn. Uno no es m¨¢s rencoroso -salvo en amores- de lo que imponen las circunstancias, pero no fue sin cierto repel¨²s como vi a simpatizantes evidentes del franquismo manifestarse ahora contra su hermano de leche en lo que hace no demasiados a?os hubieran tildado de "algarada sabiamente orquestada por la conjura mas¨®n?ca internacional".
Bueno, demos a los conversos por recibidos con discreta y algo recelosa fraternidad. No me preocupa ahora el pasado, pero ?y el futuro? Ya estoy viendo venir -ayer se manifestaban entre nosotros- a los que han de preocuparse muy elocuentemente del honor y la dignidad de las fuerzas armadas chilenas. No ahora, no todav¨ªa. Es evidente que Pinochet no se preocupa personalmente de todos y cada uno de los gestos represivos que se cometen en Chile: ha contado desde el primer d¨ªa, y cuenta todav¨ªa, con la colaboraci¨®n miserable de los oficiales de las armas de tierra, mar y aire, adem¨¢s de los pertenecientes a las fuerzas policiales. Hoy todav¨ªa no se oyen voces -de las que suelen hablar ese reverente lenguaje castrense- que se lamenten por el honor y la dignidad perdidos de todos esos militares enfangados en la m¨¢s vil de las cobard¨ªas, la de volver las armas contra los ciudadanos desarmados que se las confiaron y convertir su tarea de defensa com¨²n en represi¨®n y tortura... en nombre de ideales que a ellos no les tocaba interpretar, sino s¨®lo obedecer. Pero dentro de poco -espero que sea muy poco-, cuando Pinochet est¨¦ tuberculiz¨¢ndose en el pudridero hist¨®rico que merece y un Gobierno tentativamente democr¨¢tico empiece a pedir responsabilidades a sus c¨®mplices... ?ah, entonces se dar¨¢n alarmas contra el revanchismo y se asegurar¨¢ la excelencia -salvo casos aislados, quiz¨¢ inferiores al 90%- del Ej¨¦rcito chileno, y no faltar¨¢n los preocupados por quienes no hicieron sino cumplir ¨®rdenes, gozando adem¨¢s del eximente de servicio a la patria en caso de necesidad! No pocas de estas almas exquisitamente sensibles ante la injusticia seguro que hace 13 a?os disfrutaban con las cr¨®nicas que ese maestro de periodistas, Luis Calvo, enviaba a Abc defendiendo al cruzado Pinochet contra la campa?a de los marxistas y tontos ¨²tiles...
Sigue la marcha de los manifestantes y a uno se le van calentando los sesos con el ¨²ltimo sol de septiembre. Seguro que entre los que me rodean abundan los que podr¨ªamos llamar neoimparciales. Son los que juiciosamente recuerdan, sin duda con buenas razones, que la dictadura de Pinochet no es la ¨²nica del mundo, y que hay que ir contra todas. Estos neoimparciales pueden escorarse hacia la derecha o hacia la izquierda. Los de derechas recordar¨¢n en seguida el caso de Nicaragua, como si por muchas arbitrariedades que est¨¦n cometiendo los sandinistas, acosados por la misma intransigencia yanki que derrib¨® a Allende- pudieran ser equivalentes los esfuerzos normalizadores de quienes han derrocado una tiran¨ªa tercermundista de d¨¦cadas con la opresi¨®n institucionalizada por el traidor que liquid¨® el r¨¦gimen parlamentario m¨¢s antiguo de Am¨¦rica Latina. Para los de izquierdas, el caso de Pinochet no es m¨¢s que una acentuaci¨®n sin miramientos de lo mismo que hay en todo el Occidente burgu¨¦s, tr¨¢tese del Reino Unido, Espa?a o Suecia. Son de los que comparan al terrorista palestino -nacido y educado en un campo de concentraci¨®n, sin tierras ni nacionalidad, condenado a la miseria-con nuestros euskalterroristas del cogote a la plancha, o descubren grandes virtudes liberadoras en el despotismo libio s¨®lo porque cuenta con la enemiga del prepotente Reagan. Pues bien, que les pregunten a los chilenos si es lo mismo Pinochet que Chirac o Felipe Gonz¨¢lez; y luego, si les dejan alg¨²n diente, podr¨¢n ense?arlo al re¨ªrse de s¨ª mismos.
Una de la cosas que me producen m¨¢s azoro en esta manifestaci¨®n es la abundancia de autoridades. Admito que soy del plan antiguo y prefiero a los jefes inquietos o molestos por las manifestaciones en lugar de encabez¨¢ndolas. Eso de mandar y a la vez manifestarse es un poco como querer repicar sin dejar por ello de figurar en la procesi¨®n. Pero dej¨¦moslo, puede que s¨®lo sean resabios m¨ªos... Se dir¨ªa que con esta demostraci¨®n masiva se ha intentado hacer un acto de afirmaci¨®n simb¨®lica progresista, ya que en aspectos m¨¢s concretos de la pol¨ªtica estatal pintan triunfos mucho menos estimulantes. A fin de cuentas, todo dirigente de partido o naci¨®n conoce de memoria -aunque nunca lo haya le¨ªdo- aquel dictamen de Freud: "Siempre se podr¨¢ vincular amorosamente entre s¨ª a mayor n¨²mero de hombress, con la condici¨®n de que haya otros en quienes descargar los golpes". Por una vez lamento que los golpes descargados sobre Pinochet y familia s¨®lo sean imaginarios, pero no por ello han cumplido menos su funci¨®n de reforzar el lazo er¨®tico-colectivo. Ahora bien, vigilemos para que la justa descarga antipinochetista no sirva para enmascarar con su beat¨ªfico "?todos a una.'" los deslizamientos pinochetistas, que se insin¨²an entre nosotros. Al juez de Santiago que solicit¨® la presencia ante ¨¦l del general Leigh y otros mandos militares para esclarecer el asesinato de tires dirigentes comunistas se le respondi¨® por v¨ªa ejecutiva que olvidara semejante desmesurada pretensi¨®n: en un contexto corno el del Chile actual, desdichadamente esto no sorprende a nadie. Pero la actitud del Ministerio del Interior espa?ol en el asunto de los 90 guardias civiles, o del caso El Nani, que no es demasiado diferente, alarma o debe alarmar mucho m¨¢s: bien est¨¢ dejar- a Len¨ªn por Kautsky, pero ciscarse ol¨ªmpicamente en Montesquieu, o hasta en John Locke, merece otro nombre que el falsamente picaresco de pragmatismo. No es lo mismo permitirse alguna discutible indelicadeza formal que ir directamente contra uno de los puntales del sistema democr¨¢tico. A veces los Pinochet de este mundo no han hecho m¨¢s que prolongar, aprovech¨¢ndolo, el clima de todo vale difundido por ciertos dem¨®cratas autoritarios.
Bien, ya hemos llegado: c¨¢nticos edificantes, oraci¨®n, despedida y cierre. Hab¨ªa que venir, despu¨¦s de todo. Pese a las paradojas que se manifestaban junto a nosotros, pero sin olvidarlas. Entre las astucias de la raz¨®n de Estado y los afanes de liberaci¨®n y justicia, entre las brutalidades del terrorismo y las del zarismo polic¨ªal (que se responden unas a otras como los chascarrillos prepa.rados de los payasos en el circo), nada podemos saber de lo que nos aguarda. Es c¨¦lebre lo que contest¨® aquel inexpugnable experto al que cuestionaron sobre los pr¨®ximos avatares de la bolsa: "La cosa fluctuar¨¢". Mientras tanto s¨®lo nos queda seguir donde solemos, apretar los dientes y abrir bien los ojos.
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