La victoria del RPR da un espaldarazo electoral a la breve gesti¨®n de Chirac
El primer ministro franc¨¦s, Jacques Chirac, no puede estar m¨¢s satisfecho. Su gesti¨®n de seis meses escasos acaba de recibir un espaldarazo electoral en la peque?a prueba de las elecciones legislativas de la Alta Garona, a la vez que el trabajo pol¨ªtico desarrollado por su partido, el RPR (Asamblea para la Rep¨²blica), durante los ¨²ltimos cinco a?os en la Administraci¨®n local y regional se traduce en una base sustancial en las elecciones senatoriales de sufragio indirecto.
Mientras el Gobierno socialista sufr¨ªa su primer castigo electoral ya en 1982, al a?o siguiente de las elecciones generales, el Gobierno de Chirac ha superado esta primera prueba de la Alta Garona con holgura, hasta el punto de avanzar en porcentaje de votos frente al retroceso de todas las otras opciones. En el Senado, aparte del retroceso de la izquierda, el RPR se ha convertido en el primer grupo de la alta C¨¢mara.En las elecciones de la Alta Garona no se jugaba ¨²nicamente una medici¨®n parcial de la temperatura del electorado con respecto al Gobierno. El propio cabeza de lista de la coalici¨®n gubernamental RPR-UDF, el alcalde de Toulouse, Dominique Baudis, declar¨® en la noche de las elecciones: "Si este resultado hubiera sido malo, yo lo habr¨ªa asumido. Perm¨ªtanme que lo reivindique". Desde la alcald¨ªa de Toulouse y desde la presidencia de la regi¨®n, Baudis ha desarrollado una pol¨ªtica muy pegada a los hechos. Se ha presentado como candidato independiente dentro de la coalici¨®n, con un aura de apoliticismo que se ve remachada por una excelente imagen personal, fruto de su juventud y de sus a?os de presentador de televisi¨®n, y por su buena figura de joven moderno y obediente. (Su padre, Pierre Baudis, ex alcalde de Toulouse, le ha acompa?ado durante toda la campa?a, y a ¨¦l ir¨¢ a parar el esca?o conseguido el jueves tras la anunciada renuncia de su titular).
Frente al fen¨®meno Baudis y a la uni¨®n de la derecha -que estaba dividida en las elecciones de marzo pasado-, el partido socialista jug¨® una baza de peso: la candidatura de su propio secretario general, Lionel Jospin. Aislado en la ejecutiva de su partido, como resultado de la acci¨®n de las baron¨ªas en su posicionamiento de cara a las presidenciales de 1988, Jospin ha echado el resto en la Alta Garona. Aunque no ha conseguido convertir las elecciones en un castigo al Gobierno de Chirac, ha superado la prueba con creces. En esta ¨¦poca de retroceso de la izquierda no ha soltado, como m¨ªnimo, ninguno de los cuatro esca?os conseguidos en marzo. En su contra ha jugado la divisi¨®n de la izquierda, pues esta vez hubo dos listas con posibilidades de mermar votos a los socialistas, el Movimiento de los Radicales de Izquierda y una lista socialista disidente. Entre ambas le han quitado casi 10.000 votos, sin llegar a obtener nada a cambio. Tambi¨¦n ha jugado en su contra el clima de unidad nacional creado en las ¨²ltimas semanas en torno a la ola de terrorismo. Prueba de los impuestos que pagan los adversarios del clima de unidad son los resultados obtenidos por el Frente Nacional. Mientras el partido de Jean-Marie le Pen cre¨ªa capitalizar la violencia, los votantes le castigan, presumiblemente por divisionista, alarmista y en cierta forma poco patriota.
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