?Deterioro respecto a qu¨¦?
La sociedad espa?ola no se ha distinguido, y no se distingue hoy, por el inter¨¦s con que sigue a su Universidad. Existen, sin duda, razones hist¨®ricas para que ello sea as¨ª, pero lo cierto es que el p¨²blico tiene un conocimiento escaso y fragmentario de su realidad. Pero ?qu¨¦ est¨¢ ocurriendo en la Universidad por debajo de esos conflictos que trascienden al exterior? ?Es realmente una instituci¨®n convulsa instalada en un proceso de irremediable deterioro? Y en este ¨²ltimo caso, ?deterioro respecto de qu¨¦ situaci¨®n o momento? La verdad es que, afortunadamente para nuestro pa¨ªs, la Universidad es algo m¨¢s y algo mejor que todo, eso.Lo primero que habr¨ªa que decir es que la Universidad est¨¢ en un momento de cambio y de intensa reorganizaci¨®n interna. Es ya un t¨®pico hablar de la crisis de la Universidad, y es que la crisis y el cambio le son consustanciales, en todos los pa¨ªses y en todo momento. Y lo son porque, siendo como es una instituci¨®n centenaria, necesita adaptarse permanentemente a las demandas sociales. Lo que ocurre es que en la mayor¨ªa de los pa¨ªses desarrollados ese proceso tiene lugar de un modo progresivo sobre una organizaci¨®n b¨¢sica estable y funcional, habiendo gozado tradicionalmente de una continua atenci¨®n normativa y presupuestaria por parte de sus gobiernos respectivos. En Espa?a, al proceso de cambio que podr¨ªa considerarse normal se a?ade otro, m¨¢s de fondo, catalizado por la entrada en vigor de la ley de Reforma Universitaria (LRU), lo que implica afrontar complejas transformaciones en plazos muy cortos con un considerable consumo de energ¨ªas.
La promulgaci¨®n, en septiembre de 1983, de la LRU despert¨® la ilusi¨®n de muchos universitarios que -aun sin suscribir todos sus preceptos- ve¨ªan en ella a la posibilidad de remodelar una instituci¨®n encadenada por su pasado y que s¨®lo a duras penas pod¨ªa dar cumplimiento a los m¨¢s elementales requerimientos que la sociedad le planteaba. Cumplidos ya casi tres a?os desde su entrada en vigor, cuando algunas voces se levantan certificando su fracaso y denunciando el progresivo deterioro de la Universidad, resulta oportuno realizar, en este art¨ªculo, una reflexi¨®n sobre su desarrollo.
La aplicaci¨®n de la LRU permiti¨® a las universidades, a trav¨¦s de sus respectivos estatutos, establecer un marco legal bien definido y adaptar sus ¨®rganos de gobierno a la realidad democr¨¢tica del pa¨ªs. Con independencia de los resultados obtenidos -el an¨¢lisis de los hechos diferenciales que los estatutos introducen entre las universidades exige tener en cuenta la experiencia obtenida tras la aplicaci¨®n real de ¨¦stos-, la comunidad universitaria -profesores, alumnos y personal de administraci¨®n y servicios- ha debido afrontar en los ¨²ltimos a?os una actividad inusual que, sin embargo, no ha impedido que las universidades prosiguiesen con sus tareas fundamentales de docencia e investigaci¨®n.
La LRU preconiza una remodelaci¨®n de la estructura interna de la Universidad, que sin duda constituye una de las claves de la reforma. Esta remodelaci¨®n tiene por objeto favorecer la constituci¨®n de grupos estables de investigadores capaces de dise?ar una determinada pol¨ªtica cient¨ªfica y de organizar la correspondiente actividad docente en cada uno de los diferentes campos del saber; se trata en definitiva de romper una organizaci¨®n profundamente enraizada en la Universidad espa?ola, basada exclusivamente en la c¨¢tedra, y sustituirla por una estructura departamental, m¨¢s establie y capaz de hacer frente con mayor efectividad a las funciones que una Universidad moderna tiene encomendadas.
Planes de estudio
Por ¨²ltimo, una tarea esencial, sin la cual las anteriores carecer¨ªan de sentido, la constituye la reforma del sistema de ense?anza, que trae consigo la modificaci¨®n de los planes de estudio y de las titulaciones, adaptando ¨¦stas a las necesidades cambiantes de una sociedad en constante transformaci¨®n.
Es necesario hacer hincapi¨¦ en estos primeros pasos dados en aplicaci¨®n de la LRU porque cualquier retorno al pasado ser¨ªa indeseable y har¨ªa bald¨ªo, cuando menos, el esfuerzo realizado por las universidades para dotarse de su propio marco legal y aproximar su organizaci¨®n interna a la de las universidades de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados.
Veamos ahora lo que constituye la raz¨®n de ser ?de la Universidad, la ense?anza y la investigaci¨®n. No creemos que nadie que examine la situaci¨®n actual, de buena fe y sin dejarse impresionar por las apariencias, pueda dudar de que el nivel cient¨ªfico de nuestras universidades est¨¢ hoy muy por encima del que tuvieron en el pasado reciente. Los firmantes de este art¨ªculo hemos vivido como estudiantes una Universidad, probablerriene a?orada por muchos de los que hoy predican un inexistente deterioro, en la que ciertamente las jerarqu¨ªas estaban muy claras, pero en donde la ciencia y la investigaci¨®n, con rar¨ªsimas excepciones, estaban ausentes.
Existen estudios sobre la presencia cient¨ªfica de nuestras universidades en el mundo y su evoluci¨®n temporal que as¨ª lo de muestran. Por ejemplo, en 1985, la producci¨®n cient¨ªfica de la Universidad represent¨® el 67,6% en el campo de la qu¨ªmica, el 79,9% en el de la risica, el 53,6% en el de la biolog¨ªa y el 69,1% en el de la tecnolog¨ªa, frente al total de la producci¨®n cient¨ªfica espa?ola. Esos datos cobran pleno, significado si se tiene en cuenta que la contribuci¨®n espa?ola a la producci¨®n cient¨ªfica del mundo en el per¨ªodo 1983-1985 experiment¨®, en los campos arriba citados, un incremento del 28%, 23%, 55% y 46% respectivamente, y esos incrementos se a?aden a otros de la misma naturaleza que se han venido produciendo desde los a?os setenta. La presencia y el impacto de las contribuciones de nuestros cient¨ªficos en las mejores publicaciones internacionales es creciente y se sit¨²a en niveles que nunca se hab¨ªan alcanzado antes en nuestro pa¨ªs.
Y ese esfuerzo, innegable, es tambi¨¦n meritorio por cuanto se ha producido con un apoyo econ¨®mico y administrativo por parte de los poderes p¨²blicos que, aunque globalmente creciente en los ¨²ltimos a?os, es todav¨ªa muy escaso. A este respecto, conviene recordar que el gasto p¨²blico corriente dedicado a la ense?anza en Espa?a representa una de las proporciones del producto nacional bruto (PNB) m¨¢s bajas de Europa. Si bien es cierto que los presupuestos generales de las universidades han mejorado en el ¨²ltimo ejercicio, y que estos recursos han sido en general administrados internamente con mucha mayor prudencia, no lo es menos que los problemas econ¨®micos contin¨²an siendo graves, hasta el punto de que en muchas universidades las carencias de infraestructura y de personal resultan a veces agobiantes.
Si se desea configurar una Universidad abierta, que responda a las l¨®gicas demandas de ense?anza superior de nuestros j¨®venes y que al tiempo mantenga el nivel acad¨¦mico adecuado para convertirse en una palanca del progreso econ¨®mico, social y cultural del pa¨ªs, resulta imprescindible hacer un replanteamiento en torno a los recursos asignados por el Esado a la Universidad; y no s¨®lo en lo relativo a su cuant¨ªa, sino tambi¨¦n a la flexibilidad en su uso. No era posible seguir adelante en el proceso de adaptaci¨®n al mundo de la ciencia, de la investigaci¨®n y de la tecnolog¨ªa con esquemas organizativos y presupuestarios de una Universidad que s¨®lo daba, y malamente, clases. Las posibilidades que en materia presupuestaria ha abierto la LRU marcan el punto de inflexi¨®n de este proceso.
El profesorado
Resta por comentar el problema del profesorado, del establecimiento de las plantillas docentes, que todas las universidades deber¨¢n afrontar de inmediato, partiendo no de una situaci¨®n ideal, sino, por un lado, de la existencia de un importante colectivo de profesorado contratado a lo largo de los ¨²ltimos 20 a?os para responder a la masificaci¨®n experimentada por las universidades espa?olas en este per¨ªodo y, por otro, de unos recursos limitados. En los ¨²ltimos meses se ha venido calificando de endog¨¢mico el resultado del proceso de convocatoria, por parte de las universidades, de plazas de profesores permanentes, a partir del desbloqueo de las mismas producido en el ¨²ltimo a?o por el Ministerio de Educaci¨®n y Ciencia.
A este respecto, interesa hacer hincapi¨¦ en algunas cuestiones fundamentales: la LRU consagra la calidad de funcionario para todo el profesorado de la Universidad si se except¨²an los profesores asociados, visitantes y em¨¦ritos, que responden a perfiles y situaciones muy concretos -hecho ¨¦ste no deseado en su d¨ªa por muchos miembros de la comunidad universitaria, pero imposible de ser contestado ahora-, por lo que resulta ineludible proceder a la inmediata convocatoria de plazas en los t¨¦rminos y condiciones previstos legalmente.
Si se considera que los actuales profesores contratados no son las personas m¨¢s calificadas para optar a plazas de profesor permanente, ?c¨®mo podremos improvisar los candidatos? ?No ser¨¢n responsables de esta situaci¨®n sin salida los que a?oran esa Universidad id¨ªlica del pasado que ahora se deteriora? Frente a esta situaci¨®n no cabe ahora rasgarse las vestiduras, a no ser que exista alguien tan insensato como para su poner que la reforma universitaria estar¨¢ completada el d¨ªa 30 de septiembre de 1987.
Por supuesto que en un proceso tan complejo y masivo como el iniciado de adaptaci¨®n de las plantillas docentes de la Universidad a la LRU se producen distorsiones en la resoluci¨®n de algunos concursos y tentaciones de localismo que los abajo firmantes somos los primeros en rechazar y en intentar evitar por todos los medios; pero nos falta perspectiva suficiente y una evaluaci¨®n concreta del grado de correcci¨®n acad¨¦nica con que se vienen resolviendo los concursos de profesorado, tarea ¨¦sta que debe ser abordada cuanto antes por el consejo de universidades. Pero deber¨¢ reconocerse al menos que el nuevo sistema de concursos, adem¨¢s de permitir a las universidades una cierta autonom¨ªa en la selecci¨®n de su profesorado, posee por el momento la virtualidad de romper las reglas de juego consagradas por el anterior sistema de oposiciones, que permitieron durante decenios un reparto del poder en la Universidad entre grupos de presi¨®n que dispon¨ªan a su antojo de la provisi¨®n de plazas, no siempre en base a criterios cient¨ªficos. ?Quiz¨¢ la a?oranza de ese brillante pasado es la que conduce a muchas de estas cr¨ªticas?
La Universidad espa?ola es en la actualidad mejor, m¨¢s cient¨ªfica, y su ense?anza, de mayor calidad que hace unos a?os, y de persistir en la misma l¨ªnea llegar¨¢ sin duda a situarse pr¨®xima a la de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados. Si se duda, no hay m¨¢s que seguir publicando y realizando los estudios a que antes nos referimos o consultar a alguna instancia internacional, que haga una evaluaci¨®n comparativa. Queda mucho, sin embargo, por hacer para llegar a una Universidad como la que nuestro pa¨ªs se merece y tiene derecho a exigir; ser¨¢ necesario profundizar en su reforma, sin ceder un ¨¢pice a presiones corporativas de cualquier signo. Cuando nuestro pa¨ªs se encuentra m¨¢s pr¨®ximo que nunca a la realidad europea, viene perfectamente a cuento recordar a la sociedad espa?ola y a sus dirigentes la frase pronunciada por Jean Monet, uno de los padres de la moderna Europa, tras 30 a?os de experiencia: "Si je devais re comencer, je recomencerais par l'education".
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