?lvaro Mutis cuenta el ¨²ltimo viaje de Maqroll
"Nadie ha podido cambiar la fiebre enloquecida de la historia", dice el escritor colombiano
?lvaro Mutis escribi¨® las cinco primeras p¨¢ginas de La nieve del almirante en un vuelo de M¨¦xico a Buenos Aires, lo que no deja de ser otra met¨¢fora en la vida del escritor colombiano. En el libro, un diario, Maqroll, el Gaviero, suerte de anarquista de "desastrada errancia" que obsesiona los escritos de Mutis, se adentra en la selva y busca, busca un aserradero, aunque ¨¦se sea s¨®lo un pretexto. Maqroll, que debi¨® su nombre al deseo de bautizar a alguien sin posibilidad de que nadie le pudiera colocar detr¨¢s una bandera, es, otra vez, en su ¨²ltimo viaje, la met¨¢fora del destino, la angustia de que "nadie ha podido cambiar la fiebre distorsionada y enloquecida de la historia".
?Por qu¨¦ la selva? Quiz¨¢ porque somos de nuestra infancia (Saint-Exup¨¦ry), y la de Mutis transcurri¨® en Coello, una finca entre dos r¨ªos del Tolima colombiano, tierra de caf¨¦; y "todo lo que escribo est¨¢ destinado a perpetuar ese rinc¨®n", ha dicho Mutis. As¨ª la evoca Maqroll cuando ve la "precisi¨®n abrumadora" de los cerros que se alzan al borde del la selva: "... y cuando est¨¦ lejos de la cordillera, me doler¨¢ su ausencia con un dolor nuevo hecho de la ansiedad febril de regresar a ella y perderme en sus caminos que huelen a monte, a pasto yaragu¨¢, a tierra reci¨¦n llovida y a trapiche en plena molienda" (en la p¨¢gina 88 de La nieve del Almirante, Alianza Tres).La selva, tambi¨¦n, porque la conoce: frecuent¨® la del Putumayo colombiano para sortear, como relaciones p¨²blicas de una multinacional petrolera, las sorpresas de su ley no escrita. "Es un mundo peligroso, al margen".
Y la selva como escenario ideal de la putrefacci¨®n y la fatalidad. "Es el ¨²nico sitio donde la naturaleza te borra por completo, y lo primero que te borra es la noci¨®n del tiempo". As¨ª la describe el Mayor, un personaje duro que parece poder dominar el destino y por quien el escritor siente especial afecto. "La selva no tiene nada misterioso como suele creerse. ?se es su peligro m¨¢s grande. Es, ni m¨¢s ni menos, esto, que usted ha visto. Esto que ve. Simple, rotunda, uniforme, maligna. Aqu¨ª la inteligencia se embota, el tiempo se confunde, las leyes se olvidan, la alegr¨ªa se desconoce, la tristeza no cuaja..." (p¨¢gina 49).
De la selva marchar¨¢ Maqroll a Caravansary, un lugar de Oriente en el que descansan las caravanas, donde morir¨¢. El narrador ya cont¨® esa muerte en el poemario que lleva el mismo nombre.
El ideal McDonald's
La erudici¨®n de Mutis est¨¢ estrechamente vinculada con su pasi¨®n por la historia. De su conocimiento ha extra¨ªdo unas convicciones cuya vivencia no deja de ser tr¨¢gica. "Soy gibelino, mon¨¢rquico y legitimista", dice de s¨ª mismo, y quien le conozca tan s¨®lo un poco sabe que lo dice con total convencimiento, sinceridad y cierta angustia, y que su pensamiento es opinable, mas riguroso.La fatalidad, de la que es consciente, es que la originalidad de sus ideas pol¨ªticas suele distraer a periodistas, cr¨ªticos y lectores, y todo ello en perjuicio del conocimiento de su obra.
"Yo no tengo la culpa de vivir en un mundo en el que el ideal es una mezcla de supermercado y de gula", dice Mutis. "Lo que me sorprende es que alguien se sorprenda de que yo prefiera una catedral g¨®tica a un McDonald's". El escritor se niega a aceptar "leyes de vida, reglas, decretos, nacidos e impuestos por una ideolog¨ªa, por un orden de ideas puramente racional". No le "desazona para nada", dice, que sus ideas recuerden el anarquismo. Tan s¨®lo lo recuerdan: sus creencias nacen sobre todo de la emoci¨®n y la trascendencia.
Su novela, tambi¨¦n. La de Maqroll en la selva, concede, es m¨¢s una emoci¨®n que una historia". "No me interesa contar una historia, sino dejar constancia del trazo de un destino", dice. Maqroll es Mutis, claro; pero, m¨¢s que ¨¦l, "es un poco", dice, "lo que yo no he podido o querido ser". El h¨¦roe lleva una vida de aventura, m¨¢s en puertos que en el mar, y a Mutis, que habr¨ªa preferido un destino novelesco como el de Malraux o el de Saint-Exup¨¦ry, escritores de la grandeza del hombre, le gustan el vino, las iglesias rom¨¢nicas y los muebles bien hechos. "En el fondo soy un se?orito bogotano que detesta la selva, la democracia y la vulgaridad", dice no sin complacerse en su don de poeta para las frases.
La poes¨ªa no vende
Pese a una cr¨ªtica com¨²n en el entusiasmo, la obra de ?lvaro Mutis no es demasiado conocida -lo es m¨¢s al otro lado del Atl¨¢ntico-, y la raz¨®n es de Perogrullo: en su mayor parte es poes¨ªa. Aqu¨ª tampoco el autor se enga?a, y no cree que se pueda torcer lo que est¨¢ escrito. Sabe que el poeta es hoy clandestino, y va a publicar su nuevo poemario, Un homenaje y siete nocturnos, en una editorial peque?a de Pamplona: en agradecimiento al entusiasmo de su editor y por el placer de leerse en un libro hecho con pasi¨®n.En Espa?a ha publicado Summa de Maqroll el Gaviero, (poes¨ªa, Barral Editores, 1973), La mansi¨®n de Arauca¨ªma (relatos, Seix Barral, 1978) y Cr¨®nica regia y alabanza del reino (poes¨ªa, C¨¢tedra, 1985). Una de sus obras m¨¢s conocidas es quiz¨¢ Los elementos del desastre (poes¨ªa, Losada, 1953), y en parte, por su leyenda: fue Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez quien, reportero en el peri¨®dico El Espectador, de Bogot¨¢, salud¨® su publicaci¨®n como un acontecimiento. "?Hace ya 30 a?os!", evoca Mutis.
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