Una reflexi¨®n para toda la izquierda
No s¨¦ lo que ha dado de s¨ª hasta ahora el debate ideol¨®gico en el seno del PSOE. Conozco el volumen sobre el encuentro de J¨¢vea del a?o pasado, y del de este a?o no tengo m¨¢s referencias que las que he le¨ªdo en la Prensa. A su vez, el PSC-PSOE ha iniciado en Catalu?a un debate espec¨ªfico pero tampoco s¨¦ si ha avanzado mucho y, en todo caso, no ha salido del marco estricto del propio partido. Tengo tambi¨¦n la impresi¨®n de que se ha empezado por los temas m¨¢s generales y que no se ha abordado el an¨¢lisis de la experiencia hist¨®rica de la izquierda en Espa?a ni se ha hecho el balance de la experiencia adquirida por el propio PSOE en el poder y en la oposici¨®n durante estos a?os ¨²ltimos.Lo cierto es que el PSOE, como toda la izquierda espa?ola, es el producto de un determinado proceso hist¨®rico. Y sin tener claro c¨®mo este proceso ha condicionado la situaci¨®n actual no creo que pueda hacerse una reflexi¨®n seria y creadora sobre los grandes problemas del socialismo en la ¨¦poca actual. El PSOE, como toda la izquierda, surgi¨®, se desarroll¨® y ha llegado hasta hoy en una Espa?a que apenas ha tenido una vida democr¨¢tica estable. Ninguna reflexi¨®n puede prescindir del hecho de que de los 86 a?os que llevamos de siglo XX nuestro pa¨ªs ha vivido casi 50 bajo una dictadura militar. El PSOE se fund¨® y se consolid¨® en el marco de una Monarqu¨ªa cerrada, autoritaria, excluyente, militarista y clerical, culminada con una dictadura militar (la de Primo de Rivera). La II Rep¨²blica abri¨® grandes posibilidades y revel¨¦ la fuerza y las contradicciones del partido y del conjunto de la izquierda. Pero tampoco pudo estabilizarse, y todo fue frustrado violentamente por la guerra civil y la larga, cruel e implacable dictadura franquista.
Tremendo lastre
Como el resto de la izquierda, el PSOE sali¨® de esta dictadura con el lastre que representaba el hecho de no haber podido derrotar de manera decisiva al franquismo. Llevaba consigo un patrimonio hist¨®rico formado por el republicanismo, el antimilitarismo y el anticlericalismo, como el resto de fuerzas de la izquierda. Y al igual que ¨¦stas, tuvo que adaptarse con rapidez a las condiciones de una transici¨®n en la que la democracia heredaba casi intacto el aparato del Estado franquista. El PSOE hab¨ªa tenido m¨¢s facilidad para iniciar esta adaptaci¨®n con alguna antelaci¨®n y hab¨ªa renovado a fondo su equipo de direcci¨®n con hombres y mujeres poco marcados por el pasado, pero tambi¨¦n poco experimentados para hacer frente a las tareas que iban a caer pronto sobre las espaldas del partido.
En aquella transici¨®n condicionada por el peso casi intacto del aparato del Estado franquista y por el tremendo impacto de dos crisis econ¨®micas superpuestas -la generada a nivel internacional por la transformaci¨®n tumultuosa de los mecanismos de acumulaci¨®n y por las innovaciones tecnol¨®gicas, de un lado, y la provocada en Espa?a por el agotamiento del modelo de crecimiento franquista, de otro-, el PSOE se convirti¨® no s¨®lo en el principal partido de la oposici¨®n, sino tambi¨¦n en la ¨²nica alternativa posible frente a una UCD atravesada por grav¨ªsimas contradicciones internas.
Casi sin tiemp¨® de digerir aquella situaci¨®n, el PSOE se encontr¨® en el Gobierno, primero, de los grandes municipios y despu¨¦s del Estado, llevado por una ola de sufragios y de esperanzas populares. Y aquel partido, aquel conjunto desigual de hombres y de mujeres, ensanchado s¨²bitamente con miles de nuevos militantes surgidos de experiencias muy distintas, o de ninguna experiencia pol¨ªtica, se encontr¨® pronto ante la inmensa tarea de gestionar unos aparatos de Estado que hab¨ªa creado hist¨®ricamente la derecha.
Al frente de aquellos aparatos, y sin controlarlos plenamente, el PSOE tuvo que emprender la tarea de asentar la democracia, modernizar la estructura productiva, reformar los propios aparatos del Estado, impulsar la descentralizaci¨®n de un Estado hist¨®ricamente centralista, legitimar una nueva idea de naci¨®n y, a la vez, forjar un aut¨¦ntico partido sobre la base de una militancia de aluvi¨®n que iba adquiriendo experiencia a trav¨¦s de las instituciones p¨²blicas que gestionaba.
Al igual que hab¨ªan hecho los comunistas y otras formaciones de izquierda, pero con el peso de unas responsabilidades pol¨ªticas inmediatas infinitamente mayores, el PSOE dedic¨® la mayor parte de sus reflexiones te¨®ricas a desprenderse de un pasado que le legitimaba, pero que le serv¨ªa de poco para abordar las nuevas tareas. De manera abrupta, urgido por la coyuntura y con escasas posibilidades de argumentaci¨®n te¨®rica, tuvo que ajustar sus cuentas particulares con el marxismo, con el republicanismo, con el antimilitarismo y con el anticlericalismo, que constitu¨ªan el n¨²cleo principal de su patrimonio pol¨ªtico e ideol¨®gico. Ante la nueva realidad auton¨®mica, tuvo que ajustar tambi¨¦n sus cuentas con el jacobinismo y redescubrir la tradici¨®n federal. Pero todo esto sobre la marcha y con un partido preocupado esencialmente por las exigencias coyunturales de la gesti¨®n institucional, de la lucha contra la crisis econ¨®mica, de la reconversi¨®n industrial, de la reforma de las instituciones, de la amenaza del terrorismo y de la institucionalizaci¨®n de las autonom¨ªas en pol¨¦mica abierta con los nacionalismos. En aquellas condiciones, su gran opci¨®n pol¨ªtica e ideol¨®gica fue la de la reforma -teorizada con el concepto gen¨¦rico de modernizaci¨®n-, pero en la pr¨¢ctica el dilema en que se movi¨® fue el dilema entre reforma y adaptaci¨®n. Y en ¨¦l consumi¨® muchas de sus energ¨ªas, sin fuerzas o sin capacidad para generar al mismo tiempo una vasta red de movimientos sociales capaces de dar a nuestra sociedad civil la vertebraci¨®n de que carece.
A mi entender, una reflexi¨®n en profundidad debe empezar por hacer el balance de todo esto, sobre todo cuando el PSOE se ha encontrado en la situaci¨®n singular de tener que ejercer a la vez de partido de derecha moderada, de centro y de izquierda, porque todos los dem¨¢s partidos que deb¨ªan ocupar estos espacios han pasado, pasan o pasar¨¢n por graves crisis internas.
La izquierda europea se plantea hoy nuevos problemas y propone nuevas soluciones. ?sta es, sin duda, una reflexi¨®n que el PSOE y toda la izquierda tambi¨¦n deben hacer en Espa?a. Pero nuestra situaci¨®n no es la misma que la de los laboristas brit¨¢nicos, los socialdem¨®cratas alemanes, los socialistas suecos o los comunistas y los socialistas italianos.
Contextos sociales diferentes
No podemos abordar de la misma manera el problema de la crisis o la subsistencia renovada del Estado asistencial cuando aqu¨ª no lo hemos tenido. No podemos aplicar mec¨¢nicamente los an¨¢lisis y las propuestas program¨¢ticas de otros partidos europeos cuando ellos llevan ya muchos a?os de experiencias democr¨¢ticas y nosotros hemos entrado en la democracia muy tarde y con muchas dificultades. La mayor¨ªa de estos partidos opera en contextos sociales muy distintos al nuestro. Aqu¨ª, los partidos pol¨ªticos y los sindicatos son d¨¦biles. Nuestros niveles de militancia pol¨ªtica y sindical son los m¨¢s bajos de Europa. Carecemos de una red vertebradora de organizaciones sociales. Por eso la reflexi¨®n debe empezar por la situaci¨®n y las condiciones pol¨ªticas y sociales de nuestro pa¨ªs y por las formas de implantaci¨®n en ellas de los partidos pol¨ªticos.
A partir de aqu¨ª deben plantearse los grandes temas comunes, ya que casi ninguno de nuestros problemas espec¨ªficos puede resolverse ¨²nicamente desde Espa?a. Por otro lado, la situaci¨®n actual es demasiado at¨ªpica, y el PSOE debe prepararse a afrontar una derecha diferente a la actual, para retener el poder y para recuperarlo si finalmente surge una derecha capaz de ser alternativa. Y en este sentido, creo que entre las tareas fundamentales hay dos especialmente significativas, a saber: la vertebraci¨®n de la sociedad espa?ola y el fortalecimiento general de una izquierda que ya no volver¨¢ a agruparse seg¨²n las l¨ªneas divisorias del pasado y la superaci¨®n del contencioso sobre el concepto de naci¨®n a trav¨¦s de un Estado de las autonom¨ªas que funcione como Estado Federal.
Finalmente, entiendo que un debate de estas dimensiones s¨®lo puede ser productivo y estimulante si concierne a sectores m¨¢s amplios, es decir, si va m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites estrictos del propio partido. Ya s¨¦ que toda formaci¨®n pol¨ªtica tiene su l¨®gica interna, pero precisamente lo que est¨¢ en juego va m¨¢s all¨¢ de esta l¨®gica. El objetivo de un aut¨¦ntico debate pol¨ªtico es partir de la realidad de nuestra sociedad para formular propuestas que interesen y movilicen a la mayor¨ªa de los ciudadanos.
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