Competitividad y flexibilidad laboral
Si alguien se propone casar los diferentes art¨ªculos, opiniones y editoriales que, desde la firma del Acuerdo Econ¨®mico y Social (AES) y especialmente en los ¨²ltimos d¨ªas, se han vertido sobre el binomio flexibilidad-despido, tengo la sensaci¨®n de que fracasar¨¢ necesariamente.Pocos temas provocan tanto derroche de ambig¨¹edad, oportunismo o demagogia, sin duda porque estamos ante una decisi¨®n social trascendental que, como siempre, esconde dentro de s¨ª un conflicto de intereses.
Ser¨ªa absolutamente in¨²til pretender que cualquier liberalizaci¨®n de normas laborales no repercute sobre las condiciones de trabajo y, en definitiva, sobre el trabajador. Pero tambi¨¦n es falso, por simplista, mantener que la postura empresarial de exigir una liberalizaci¨®n de las normas que regulan las relaciones laborales, y en especial el despido, est¨¢ dirigida a la destrucci¨®n de las conquistas sociales y retrotraer la historia a la ¨¦poca de la revoluci¨®n industrial, feudalismo o esclavitud, seg¨²n el ardor del interviniente.
La empresa es una organizaci¨®n que busca, aunando los esfuerzos de todos los que en ella participan, obtener un beneficio y, en consecuencia, contribuir a un bienestar social. Ese es su papel y no otro. Si crea empleo es porque puede retribuirlo. Si promueve el desarrollo profesional de quienes trabajan en ella es porque no se detiene y avanza. Si se le puede leg¨ªtimamente exigir unos impuestos y cargas sociales razonables es en funci¨®n, exclusivamente, de un hecho previo e imprescindible de generaci¨®n de beneficios.
Ha habido momentos hist¨®ricos, generalizables a toda Europa y muy definidos en nuestro pa¨ªs, en los que se pretendi¨® que la empresa (como tantas otras cosas) fuese estable, inmutable. Nada le pod¨ªa ocurrir y su ¨²nica capacidad de evoluci¨®n era hacia el crecimiento. Para ello, el Estado ofrec¨ªa una tutela determinada y unas normas que hac¨ªan congruente ese sistema de relaciones industriales.
No hay opci¨®n posible
Esos tiempos ya est¨¢n superados y la propia biolog¨ªa nos impide volver atr¨¢s. El mundo en que vivimos, la misma sociedad que mira con tanto recelo la liberalizaci¨®n del despido, est¨¢ exigiendo al individuo y a las empresas un proceso continuo, un mayor bienestar, una adaptaci¨®n a tecnolog¨ªas y formas de relaci¨®n humana que nada tienen que ver con aquella rigidez. Centr¨¢ndonos en las exigencias a la empresa, la situaci¨®n resulta a¨²n m¨¢s di¨¢fana: si t¨² no te adaptas, otros lo har¨¢n; si no eres competitivo, la misma sociedad en su libertad de elecci¨®n acabar¨¢ con tu propia existencia. No hay opci¨®n posible. La empresa que pretenda competir tiene que optimizar su productividad y vigilar sus costes, y no puede permitirse el lujo de mantener una plantilla inadecuada o una persona improductiva o innecesaria.
Las modas, los productos, las t¨¦cnicas y sistemas productivos son cada vez menos estables. La empresa necesita personas, es lo m¨¢s importante para ella, pero necesita poder contratar y despedir con facilidad de acuerdo con la oferta y la demanda de los bienes o servicios que ofrezca.
Evidentemente, esto choca con el contrato por tiempo indefinido, con el despido radicalmente nulo, con las indemnizaciones excesivas y disuasorias, con los procedimientos administrativos que dejan la decisi¨®n fuera de la empresa. Es absurdo negarlo. No podemos querer avanzar en algunos aspectos y dejar otros inamovibles.
Tres millones de parados son raz¨®n suficiente para intentar una nueva soluci¨®n.
Una cosa est¨¢ clara: el trabajador tiene que tener su protecci¨®n econ¨®mica, jur¨ªdica y sindical. Esto es absolutamente compatible con la liberalizaci¨®n del despido. Protecci¨®n econ¨®mica porque al dejar de percibir un salario regularmente debe contar con un seguro de desempleo que le proteja en una situaci¨®n de necesidad. Jur¨ªdica porque nadie niega que puedan producirse abusos que habr¨¢n de llegar a los tribunales y ¨¦stos deber¨¢n fijar una indemnizaci¨®n que en justicia corresponda. Y sindical porque la libertad lleva consigo la necesidad de una negociaci¨®n que ha de existir dentro y fuera de las empresas.
Mayor competitividad
Si somos capaces de aumentar la competitividad, ¨¦sta generar¨¢ empleo. Si el conjunto de la econom¨ªa nacional mejora, no cabe duda de que la repercusi¨®n sobre el paro es inmediata.
Podemos seguir indefinidamente discutiendo los t¨¦rminos y los matices: qu¨¦ es flexibilidad, qu¨¦ es lo que sobrepasa la flexibilidad y se acerca al despido libre, qu¨¦ es despido libre. Pero me temo que ser¨¢ in¨²til. Estamos viviendo la experiencia de la contrataci¨®n temporal y hemos visto c¨®mo, cada d¨ªa, van aumentando las colocaciones por esta v¨ªa gracias a una sola cosa: la posibilidad de terminar el contrato con libertad. Si esa libertad la tuvi¨¦semos sobre toda la plantilla, con las garant¨ªas que ya he mencionado, el efecto ser¨ªa indiscutiblemente el mismo.
Dejemos las m¨¢scaras y las consignas y hablemos claro. Si hemos hecho una opci¨®n por la democracia y la libertad, si apoyamos la libre iniciativa y la econom¨ªa de mercado como motor del progreso social, hag¨¢moslo con todas las consecuencias: libertad para emprender, libertad para contratar y libertad para despedir.
Despu¨¦s ya podremos hablar de las responsabilidades de cada uno, pero primero pong¨¢monos de acuerdo en una base s¨®lida, en cu¨¢l es el objetivo que pretendemos de la empresa. En una econom¨ªa estatalizada, las c¨¦lulas-empresa son piezas s¨®lidas y es la Administraci¨®n quien garantiza el funcionamiento. Por el contrario, en una econom¨ªa de mercado, libre, lo estable es el tejido empresarial vivo. Unas c¨¦lulas crecen, otras mueren, otras nacen, y el funcionamiento eficaz lo garantiza la capacidad humana de emprender y de innovar. Hay m¨¢s riesgo e incertidumbre, pero, sin duda, m¨¢s iniciativa y creatividad.
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