Las dificultades de la desregulaci¨®n
TRAS DOS d¨ªas de reuni¨®n, los ministros de Transportes de la Comunidad Europea ( CE) no han sido capaces de llegar a un acuerdo para abaratar las tarifas del transporte a¨¦reo. En la Europa de las reglamentaciones es mucho m¨¢s c¨®modo subir los precios que bajarlos. La inercia consiste en defender a ultranza los intereses sectoriales, en este caso los de algunas compa?¨ªas a¨¦reas que se ven impotentes para obtener beneficios, frente a los generales de los ciudadanos, cuyo leg¨ªtimo inter¨¦s consiste en desplazarse c¨®moda y econ¨®micamente.En la reuni¨®n se trataron tres puntos fundamentales: el reparto de los mercados, los precios y el posible acceso a algunos itinerarios restringidos. En el primer punto hubo un cierto grado de entendimiento para abrir progresivamente los mercados nacionales a la competencia. Actualmente, un mismo trayecto se reparte a cuotas iguales entre la compa?¨ªa nacional y las extranjeras; la propuesta, subordinada al acuerdo global, consiste en alterar el mercado reduciendo la parte de la compa?¨ªa nacional hasta el 40% en tres a?os.
En el segundo punto, el presidente brit¨¢nico propuso reducir los precios hasta un 55% para determinados trayectos y en determinadas condiciones. Fue aqu¨ª donde la oposici¨®n de algunos pa¨ªses -entre los que se encontraba Espa?a- se endureci¨® hasta frustrar el acuerdo. Por ¨²ltimo, la posibilidad de enlazar libremente aeropuertos de primera categor¨ªa con aeropuertos regionales produjo un en¨¦rgico y cerrado rechazo. Los ministros de Transportes de la CE han decidido, pues, que los ciudadanos de sus respectivos pa¨ªses deben seguir privados de la posibilidad de elegir entre var¨ªas compa?¨ªas a la hora de viajar fuera de sus pa¨ªses, que deben pagar por ello un precio bastante superior al del mercado y que, adem¨¢s, deben renunciar a la comodidad de utilizar enlaces directos para sus viajes. El ministro espa?ol del ramo argument¨®, para defender su negativa a aprobar el ¨²ltimo punto, que "nada menos que 27 nuevos aeropuertos espa?oles ser¨ªan directamente accesibles desde Londres". Semejante declaraci¨®n es bastante notable, puesto que, en general, los ministros de Transportes suelen tener el cometido de facilitar y mejorar los desplazamientos en sus respectivos pa¨ªses, y no es frecuente que se vanaglorien p¨²blicamente de dificultarlos. Y menos a¨²n cuando, como en el caso de Espa?a, el turismo constituye una fuente sustancial de ingresos.
Pero el problema es m¨¢s hondo de lo que estas declaraciones dejan traslucir. La desregulaci¨®n del transporte a¨¦reo en Estados Unidos ha permitido multiplicar los servicios y reducir los precios de manera espectacular. Es evidente que las circunstancias de Europa son diferentes: las l¨ªneas a¨¦reas se han construido sobre bases nacionales, y tendr¨¢ que pasar bastante tiempo antes de que se racionalicen los itinerarios de forma eficaz. Dicho de otra manera: el coste del transporte a¨¦reo en Europa ser¨¢, por t¨¦rmino medio, m¨¢s elevado que el de Estados Unidos, incluso si se deja que jueguen libremente las fuerzas del mercado. Pero entre la l¨®gica salvaguardia de los intereses leg¨ªtimos de las compa?¨ªas -darles tiempo para que se adapten a las nuevas condiciones del mercado- y el cerrado corporativismo de que hacen gala algunos pa¨ªses, entre los que se encuentra Espa?a, hay un abismo que no puede durar eternamente. La Comisi¨®n Europea amenaza con llevar el caso ante el tribunal de Luxemburgo.
El principal problema de Europa consiste en la construcci¨®n de un espacio econ¨®mico homog¨¦neo, y, de no avanzar r¨¢pidamente por esta v¨ªa, el futuro del continente se presenta cargado de tintes sombr¨ªos. El presidente del Gobierno, en sus Intervenciones en las reuniones de jefes de Estado y de Gobierno europeos, ha manifestado que Espa?a estaba dispuesta a colaborar en primera l¨ªnea en esta tarea, de la que depende, a plazo, la supervivencia de la CE.
Es hora de que los responsables econ¨®micos lean estas declaraciones y las apliquen en sus ministerios. De lo contrario habr¨¢ que pensar en la existencia de dos lenguajes: uno, ret¨®rico y librecambista, para los discursos de ceremonia, y otro, proteccionista y conservador, para la pr¨¢ctica de cada d¨ªa. La eventual coexistencia de estos lenguajes no contribuye a la clarificaci¨®n de las ideas, y menos a¨²n al progreso de la econom¨ªa y del comercio.
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