El final de un dogma
LA LEY que el Soviet Supremo de la URSS acaba de aprobar para legalizar la existencia de peque?as empresas privadas en el sector de servicios representa un paso en los proyectos de Mijail Gorbachov de introducir nuevos est¨ªmulos en la econom¨ªa de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, esclerotizada, burocratizada y sacudida por la corrupci¨®n. En realidad, esta ley no tiende a crear algo nuevo, sino m¨¢s bien a reconocer y legalizar algo que ya existe desde hace bastante tiempo. Para llenar los graves vac¨ªos dejados por la econom¨ªa planificada han surgido diversas formas de trabajo negro, privado, gracias al cual se realizan reparaciones en las casas y se cubren otras necesidades de la poblaci¨®n sin que los ingresos as¨ª generados tengan reflejo en las estad¨ªsticas de almanaque, lo que ya identificaba a estos trabajadores independientes Como un enclave capitalista en fa sociedad sovi¨¦tica; estos trabajadores privados -chastniki- suman cientos de miles de personas, y en no pocos casos las empresas estatales han contratado sus servicios para poder cumplir los objetivos del plan. La nueva ley se encara, pues, con un problema bastante extendido. Pero no es, s¨®lo un reconocimiento pragm¨¢tico de una realidad, sino que constituye una abdicaci¨®n de uno de los dogmas esenciales del marxismo: la propiedad p¨²blica de los medios de producci¨®n. Instaura el motor del lucro en la actividad econ¨®mica de algunos sectores que hoy son de menor extensi¨®n, pero pueden expansionarse con el tiempo, y acabar falseando en alguna medida la planificaci¨®n centralizada de la actividad en esos campos. Ya en marzo pasado, en su discurso ante el 27? Congreso del Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, Gorbachov apunt¨® la utilidad que podr¨ªa tener una privatizaci¨®n de ciertas actividades econ¨®micas en los servicios. Sin embargo, en julio, un decreto que castigaba los "ingresos no procedentes del trabajo" signific¨® el triunfo, que el tiempo ha demostrado provisional, de los conservadores en esta cuesti¨®n. Ahora, la Prensa sovi¨¦tica lo califica de decreto antirreformista. La nueva ley, preparada en 28 d¨ªas, define un espacio legal para actividades econ¨®micas y trabajos privados en la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Esto ocurre por primera vez -si dejamos de lado las peque?as parcelas individuales de los campesinos- desde que Stalin, a finales de los a?os veinte, anul¨® la nueva pol¨ªticaecon¨®mica (NEP) establecida por Lenin en 1921 para salir del caos y de la ruina. La aprobaci¨®n de la ley apunta a dos hechos interesantes: que la resistencia de los conservadores ha sido fuerte y que, al final, Gorbachov ha impuesto su criterio. En este campo, como e? el de la pol¨ªtica exterior, el l¨ªder sovi¨¦tico parece hallarse sometido a una presi¨®n del elemento m¨¢s conservador de su entorno que le obliga a mantener un tempo reformista, junto a una obtenci¨®n acelerada de resultados -que a¨²n -est¨¢ por verificarsesin lo cual hay quien duda que pueda llegar a consolidar plenamente su poder.
La ley introduce un nuevo elemento en el proceso seguido por los intentos de refor4na del l¨ªder sovi¨¦tico. Hasta ahora, sus mayores esfuerzos se han concentrado en flexibilizar y mejorar los mecanismos reguladores de la econom¨ªa, pero dejando el sistema tal como es. Ha realizado numerosos cambios de personas; cabe hablar de la llegada a puestos clave de una generaci¨®n de cuadros m¨¢s j¨®venes, con alta preparaci¨®n t¨¦cnica (en gran parte obtenida en la universidad de Mosc¨² en la que estudi¨® el propio Gorbachov). ?ste ha cargado el acento de sus discursos y directivas en la necesidad de mejorar la disciplina, de descentralizar y dar un mayor papel a los jefes de empresa, de elevar el nivel cient¨ªfico de la planificaci¨®n. Pero sin ning¨²n cambio en la estructura de una econom¨ªa totalmente estatal. Ahora, este rasgo b¨¢sico, considerado por la doctrina ortodoxa como consustancial con el socialismo, comienza a difuminarse, siquiera sea por la v¨ªa de reconocer una realidad preexistente.
Es demasiado pronto para formularjuicios sobre la extensi¨®n que va a tener la aplicaci¨®n de la ley; servir¨¢ para favorecer a empresas cooperativas y familiares; se han hecho ya experiencias de restaurantes privados en Georgia y en las rep¨²blicas b¨¢lticas; se habla de taxis particulares. Pero los primeros comentarios oficiales la interpretan en un sentido m¨¢s amplio; la agencia Tass, al descartar que el trabajo individual pueda extenderse a la industria pesada, agrega que se podr¨¢ producir, sobre una base individual, ciertos bienes de consumo". Para el semanario Novedades de Mosc¨², la nueva ley reduce la esfera de la burocracia, de los reglamentos, de la Administraci¨®n y da "m¨¢s posibilidades al individuo". Para el lector sovi¨¦tico acostumbrado al dogma de la superioridad de la planificaci¨®n sobre la anarqu¨ªa capitalista, es una melod¨ªa nueva que contrasta fragorosamente con las partituras al uso.
Es evidente que la ley se queda mucho m¨¢s corta que la apertura china hacia la econom¨ªa de mercado y que la reforma h¨²ngara. Pero se trata de un paso en esa direcci¨®n. Por otro lado, estas innovaciones se realizan dentro de cierto inmovilismo en el tefreno propiamente pol¨ªtico; hablar de democratizaci¨®n ser¨ªa absolutamente enga?oso. La propia experiencia espa?ola del desarrollismo de los a?os sesenta indica que una apertura econ¨®mica no conlleva inevitablemente una liberalizaci¨®n pol¨ªtica. Pero s¨ª a veces a un aflojamiento de las cadenas. Con Gorbachov se ha rebajado en alg¨²n grado el control estatal sobre el debate en el mundo de la cultura; la libertad de Prensa sigue brillando por su ausencia, pero el ejercicio de la censura es ahora menos brutal. Por todo ello puede decirse que asistimos a un cambio de estilo que combina el respeto al sistema de dominaci¨®n del partido ¨²nico con una cierta audacia en reformas que afectan a otros campos. Esta embrionarla privatizaci¨®n de la econom¨ªa forma parte de esa audacia, porque menogcaba uno de los principios te¨®ricos del socialismo.
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