La peor crisis desde Richard Nixon
LA CASA Blanca "se halla en un estado ca¨®tico", ha declarado el jefe de la nueva mayor¨ªa dem¨®crata en el Senado, Robert Byrd. Es una de las muchas, expresiones que dan idea del clima actual en Washington, que recuerda en ciertos aspectos el que reinaba hace doce a?os, en la ¨¦poca del Watergate. La credibilidad de Reagan est¨¢ por los suelos. El veterano y prestigioso periodista James Reston escribe en The New York Times que el problema inmediato es "c¨®mo ayudar a Reagan y eventualmente c¨®mo sustituirle por alguien que sepa... c¨®mo dirigir una naci¨®n y defender una civilizaci¨®n".El descubrimiento de la entrega a la contra de sumas de dinero provenientes del env¨ªo secreto de armas a Ir¨¢n ha demostrado que diversas leyes han sido violadas por personas que estaban directamente a las ¨®rdenes del presidente. Que Reagan estaba empe?ado en mantener esa ayuda, en contra de lo decidido entonces por el Congreso, era algo p¨²blico y evidente. La detenci¨®n de Hasenfus fue un hecho significativo; pero ahora el esc¨¢ndalo es may¨²sculo: resulta que una operaci¨®n realizada por miembros del Consejo de Seguridad del presidente combinaba el env¨ªo secreto de armas a Ir¨¢n -en contra de la pol¨ªtica antiterrorista proclamada por el presidente de EE UU- con la acci¨®n ilegal de entregar dinero a la contra.
La destituci¨®n del coronel North y la dimisi¨®n del almirante Poindexter no pueden poner fin a este asunto. La declaraci¨®n del fiscal general, Meese, de que el presidente no estaba al corriente de la operaci¨®n ha dejado muchas dudas. Ronald Reagan tiene a¨²n pendiente explicar toda la verdad al pueblo norteamericano. Tal explicaci¨®n puede tener repercusiones graves. Si en la operaci¨®n iran¨ª se margin¨® al Departamento de Estado, al Estado Mayor y a la Secretar¨ªa de Defensa, la responsabilidad directa de Reagan tuvo que ser total. Que ahora resulte que un aspecto tan importante de esa operaci¨®n como el manejo de los fondos se le escap¨® al presidente es en s¨ª algo grav¨ªsimo.
Pero en la actual crisis no est¨¢ solamente en causa el tema de Ir¨¢n. En los ¨²ltimos meses, diversas actitudes de Reagan han provocado un clima creciente de rechazo hacia su gesti¨®n. Todo empez¨®, en cierta medida, con la campa?a de desinformaci¨®n sobre Libia montada por el ahora dimitido Poindexter. Aquello signific¨® romper unas reglas del juego que son esenciales para la Prensa y la democracia en EE UU. Desde la Casa Blanca se realiz¨® una acci¨®n deliberada para enga?ar a los peri¨®dicos. Portavoces oficiales mintieron a sabiendas.
En los problemas de fondo de pol¨ªtica exterior, el triunfo dem¨®crata en las elecciones de noviembre ha demostrado que existe una oposici¨®n fuerte en diversas cuestiones, como la ayuda a. la contra de Nicaragua y la incapacidad de Reagan de lograr acuerdos con la URSS sobre control de armamentos. Lo ocurrido en Reikiavik, la superficialidad con la que Reagan se mostr¨® dispuesto a aceptar un desarme nuclear global, no s¨®lo ha provocado inquietud en Europa; ha cundido el disgusto y el recelo entre los halcones que han apoyado a Reagan en etapas anteriores. Ello facilita el clima actual, en que parece que se ha levantado la veda para lanzar sobre el presidente cr¨ªticas dur¨ªsimas desde todo el espectro ideol¨®gico del pa¨ªs.
La estancia de Reagan en California deja muchas dudas pendientes en Washington. Se perfila una maniobra para rodear a un presidente vacilante de una coraza de superduros, como la antigua delegada en la ONU Jeanne Kirkpatrick, capaces de imponer la pol¨ªtica m¨¢s reaccionaria y militarista. Pero despu¨¦s de las elecciones, con una mayor¨ªa dem¨®crata en el Senado y en la C¨¢mara de Representantes, tal salida de la crisis podr¨ªa provocar conflictos grav¨ªsimos. El fortalecimiento del papel de Shultz dar¨ªa confianza en sectores internacionales; pero ¨¦ste se ha distanciado de Reagan en el tema iran¨ª, y los fieles al presidente le acusan de haberle abandonado en los momentos cr¨ªticos. En resumen: hay un notable desconcierto en la direcci¨®n de la primera potencia mundial, un exceso de errores y unas torpezas enormes. Un cuadro que no puede dejar de preocupar a los dirigentes del propio Estados Unidos y a los de los pa¨ªses aliados.
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