Alerta general en Punjab y Cachemira tras la matanza de 24 pasajeros de un autob¨²s por terroristas
ENVIADO ESPECIALLa declaraci¨®n de alerta general en los Estados indios de Punjab y el lim¨ªtrofe de Cachemira, y la movilizaci¨®n de la polic¨ªa de Nueva Delhi, son las primeras consecuencias de la matanza por terroristas sijs de 24 pasajeros de un autob¨²s, al anochecer del domingo, cerca de Amritsar, la ciudad sagrada sij.
Otras cinco personas murieron ayer por la tarde en Punjab en luchas sectarias. El primer ministro indio, Rajiv Gandhi, ha calificado el asesinato colectivo, el m¨¢s grave ocurrido nunca en el tambaleante Estado norte?o de Punjab, junto a Pakist¨¢n, como "una diab¨®lica conspiraci¨®n contra la unidad e integridad de la India". Gandhi se reuni¨® urgentemente con el gobernador y con el primer ministro del Estado y les exigi¨® mano de hierro en la lucha antiterrorista.La polic¨ªa de Nueva Delhi dispar¨® ayer al aire y lanz¨® granadas lacrim¨®genas en un barrio al oeste de la capital para dispersar una manifestaci¨®n de alrededor de 3.000 j¨®venes hind¨²es, que quemaron autobuses y ped¨ªan a gritos una sangrienta venganza contra la comunidad sij.
La matanza de Hoshiarpur se produjo al anochecer. Cuatro hombres que se hab¨ªan subido a un autob¨²s obligaron al conductor a punta de pistola a desviar el veh¨ªculo de su ruta hacia Khudda y a aparcarlo en un camino lateral. Hicieron bajar a los viajeros y ametrallaron a una treintena a bocajarro. Veinticuatro, entre ellos tres mujeres y un capit¨¢n del Ej¨¦rcito, murieron en el acto. Los pistoleros huyeron del lugar en dos motocicletas que acudieron a buscarles.
El formidable aumento de las medidas de seguridad en Punjab desde que la primera ministra Indira Gandhi fue asesinada, hace dos a?os, por dos miembros sijs de su escolta no ha servido de nada. Pese a los poderes especiales de polic¨ªa y fuerzas paramilitares desplegadas en el Estado, durante la pasada quincena se produjeron 30 asesinatos sectarios y rondan el medio millar las v¨ªctimas del terrorismo sij el a?o pasado.
Hace menos de dos meses que el primer ministro, Rajiv Gandhi, estuvo a punto de correr la misma suerte que su madre, tambi¨¦n a manos de un pistolero sij. El atentado contra Rajiv ha tenido como consecuencia la entrada a saco en los servicios de seguridad del l¨ªder indio, que han sido multiplicados y reorganizados, de manera que Rajiv Gandhi se mueve hoy virtualmente rodeado de un blindaje humano.
Sanguinaria rama femenina
Los terroristas sijs, cuyo objetivo pol¨ªtico es la segregaci¨®n de Punjab en un Estado separado de la India, que ellos denominan Jalistan (o estado de los puros), han incorporado a su fuerza de choque una rama femenina especialmente sanguinaria. Su Jefa, Babi Bhag Kaur, es la mujer m¨¢s buscada de la India.El Estado de Punjab, donde los sijs son mayor¨ªa ¨¦tnica, est¨¢ gobernado por el Akali Dal, un partido sij moderado y gravemente escindido. Su jefe y primer ministro, Surjist Singh Barnala, est¨¢ no s¨®lo bajo el fuego de los radicales, que le acusan de colaboracionismo con Nueva Delhi, sino tambi¨¦n del Gobierno central indio, que le considera un blando en su lucha contra el terrorismo.
El partido gobernante de la India, Congreso I (por Indira), emiti¨® recientemente una declaraci¨®n en Punjab en la que condenaba al Akali Dal por contribuir "al deterioro de la situaci¨®n". Seg¨²n el Congreso I, "Punjab afronta hoy la crisis m¨¢s grave desde la independencia india".
Rajiv Gandhi firm¨® el pasado a?o un acuerdo de pacificaci¨®n, que fue aireado como la soluci¨®n al sangriento conflicto civil del Estado norte?o, en el que, entre otras cosas, se preve¨ªan transferencias territoriales, a¨²n no consumadas, del vecino Estado de Haryana, donde se asienta la capital, Delhi. Pero el joven primer ministro prometi¨® m¨¢s de lo que pod¨ªa dar.
La escalada mortal no ha hecho sino aumentar desde entonces, y miles de familias hind¨²es contin¨²an emigrando de Punjab para ponerse a resguardo de la violencia sij, que en sus ¨²ltimas fases comienza a ser masiva y a veces indiscriminada.
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