Shultz afirma ante el Congreso que no sab¨ªa lo que hac¨ªa su embajador en L¨ªbano
El ministro de Asuntos Exteriores de Estados Unidos no sabe lo que hace su embajador en L¨ªbano y tarda nueve meses en enterarse, y lo hace por la Prensa, de que su presidente firm¨® una orden autorizando la venta de armas a Ir¨¢n, a lo que se opone. Pero contin¨²a en su cargo. Estas fueron las principales revelaciones realizadas ayer por el secretario de Estado, George Shultz, ante el Comit¨¦ de Relaciones Exteriores de la C¨¢mara de Representantes, en la primera comparecencia de un miembro del gabinete de investigaci¨®n para aclarar el Irangate.
Shultz, que ayer vol¨® a Europa para asegurar a los aliados que Washington tiene una pol¨ªtica exterior y que ¨¦l la controla, calific¨® de ilegal el desv¨ªo a la contra de fondos procedentes del suministro de armamento a Ir¨¢n. "De esto no sab¨ªa nada, cero", dijo.Las audiencias comenzaron en un ambiente que recuerda al Watergate, hace m¨¢s de 12 a?os, con todas las cadenas de televisi¨®n retransmitiendo en directo el testimonio de Shultz. Por la tarde compareci¨® ante el comit¨¦ el ex consejero de Seguridad Nacional Robert McFarlane, el padre de la idea de vender armas a Teher¨¢n. McFarlane insisti¨® en que el presidente autoriz¨®, en agosto de 1985, cinco meses antes de lo que sostiene la Casa Blanca, la venta de armas a Ir¨¢n, v¨ªa Israel. Fue una autorizaci¨®n "verbal", en cuya g¨¦nesis participaron el vicepresidente, George Bush, los principales miembros del Gabinete, incluido Shultz, y el jefe del gabinete presidencial, Donald Regan. McFarlane afirm¨® que una "autoridad m¨¢s alta" debi¨® autorizar a Poindexter y a North, "que no son gente que actuar¨ªa contra la ley", a desviar fondos a la contra, o que ¨¦stos, dado el apoyo del presidente a la contra dedujeron que ten¨ªan permiso para realizar acciones que no hab¨ªan sido espec¨ªficamente autorizadas. Tanto McFarlane como Shultz prestaron juramento antes de declarar.
El secretario de Estado, que se opuso en un principio a la venta de armas a Jomeini y trat¨® de desmarcarse del presidente, provocando la irritaci¨®n de la Casa Blanca, se subi¨® ayer de nuevo, sin reservas, al barco de Ronald Reagan. "El presidente", dijo, "es un combatiente por la libertad; el mundo lo sabe, y yo le apoyo, le admiro y le respeto".
Pero la bomba que coloc¨® Shultz ante el comit¨¦, que no le presion¨® demasiado fue que el embajador en L¨ªbano, John Kelly, le ha ocultado durante un a?o informaci¨®n sobre sus tratos directos con Oliver North, MeFarlane y el general retirado Secord para intercambiar armas por rehenes. Kelly, salt¨¢ndose la cadena de mando, manten¨ªa un tr¨¢fico cifrado con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la Casa Blanca sin que se enterara su jefe directo, Shultz. Esto es sorprendente", dijo Shultz, quien inform¨® que ha llamado al embajador a Washington para que cuente todo lo que sabe y ponga todos sus documentos en poder del Bur¨® Federal de Investigaci¨®n (FBI). ?Qui¨¦n le autoriz¨® a pasar por encima de Shultz? ?El propio presidente?
La pregunta qued¨® sin respuesta. Pero el secretario de Estado hubo de reconocer que, como es habitual en el caso de L¨ªbano, estos mensajes intercambiados fueron destruidos por motivos de seguridad. "Pero habr¨¢ copias en la CIA y en la Casa Blanca", dijo. Las revelaciones del secretario de Estado implican a la CIA a¨²n m¨¢s en el esc¨¢ndalo, a pesar de los intentos de su director, William Casey, de mantenerse al margen.
Completamente al margen
Tambi¨¦n demuestra c¨®mo el te¨®rico conductor de la pol¨ªtica exterior de EE UU fue mantenido completamente al margen por decisi¨®n del presidente una vez que manifest¨® su posici¨®n de no vender armas a Jomeini. "No se puede dirigir una pol¨ªtica internacional pasando por encima de los ministros, el Pent¨¢gono y el Congreso. Siento que le pusieran a usted en esta posici¨®n", afirm¨® el presidente del Comit¨¦ de Exteriores, el dem¨®crata Dante Fascell.
Shultz fue especialmente rotundo en su apoyo a la contra, y afirm¨®: "La emergencia en nuestro continente de un Estado sovi¨¦tico comunista es una amenaza para nuestra seguridad que debemos tomar en serio". Las afirmaciones de Shultz coinciden con otras de Reagan la pasada semana calificando de inaceptable el establecimiento de "una cabeza de playa para el terrorismo y la subversi¨®n en el coraz¨®n de las Am¨¦ricas" y con la utilizaci¨®n de helic¨®pteros norteamericanos para ayudar al Ej¨¦rcito hondure?o a luchar contra los sandinistas en la mal delimitada frontera con Nicaragua.
Fue Shultz, apoyado por la Junta de Jefes de Estado Mayor, quien en la noche del s¨¢bado aconsej¨® a Reagan el uso de los helic¨®pteros Chinook para transportar tropas hondure?as, pedidos por el presidente Jos¨¦ Azcona, para demostrar que la pol¨ªtica exterior norteamericana no est¨¢ paralizada por el esc¨¢ndalo iran¨ª.
El secretario de Estado no se refiri¨® ayer a este incidente cuando testific¨® ante el Congreso. Pero Shultz, sin que nadie se lo pidiera, ley¨® a los congresistas un mensaje de la Embajada de
EE UU en Managua en la que describe la sovietizaci¨®n total del pa¨ªs, alegando el paso del ballet Bolshoi por Managua y el desfile -"como el de la plaza Roja"- del pasado 7 de noviembre. El documento se refer¨ªa a soldados nicarag¨¹enses desfilando al paso de la oca y uniformados como "los regimientos sovi¨¦ticos". "Los marinos parec¨ªan la flota del B¨¢ltico. S¨®lo les faltaban los misiles intercontinentales, con las cabezas pintadas de rojo" afirma el embajador en Nicaragua en su informaci¨®n para el Departamento de Estado. "Esto es lo que est¨¢ pasando all¨ª", dijo Shultz tras leer el mensaje. "El desv¨ªo de fondos a la contra procedente de la conexi¨®n iran¨ª es un error", dijo Shultz, "no s¨®lo porque es ilegal, sino porque confunde nuestro apoyo a los re beldes, que debe continuar por sus propios m¨¦ritos, independientemente de este episodio".
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