Los guerreros victoriosos de Magduche
La resistencia palestina ha recuperado en las trincheras la excitaci¨®n de los viejos tiempos
En la trinchera no hab¨ªa un gorro igual a otro. Uno llevaba un sombrero tejano; el de al lado, un pasamonta?as; otro, un casco de aire sovi¨¦tico; algunos se cubr¨ªan con boinas de distintos modelos; bastantes usaban kefies (los pa?uelos que los palestinos se colocan en la cabeza) de dise?os y colores m¨²ltiples. En fin, las cabezas que asomaban por encima de los sacos terreros y tiroteaban a los de enfrente eran un aut¨¦ntico bazar.El ¨²nico signo exterior que unificaba a aquel pu?ado de hombres y chavales palestinos eran unas ojeras hasta los pies. Y tambi¨¦n la sonrisa que la mayor¨ªa ofrec¨ªa al periodista. Se les ve¨ªa orgullosos e incluso felices. Como dec¨ªa uno que hab¨ªa estudiado en Francia, "les hemos demostrado que no somos ratas que se pueden matar impunemente en sus campamentos".
Hab¨ªa un muchacho particularmente hermoso. Era alto y fino como los gitanos de Garc¨ªa Lorca y disparaba el kalashnlkov como si tocara el piano. Tendr¨ªa unos 16 a?os y hab¨ªa nacido en uno de los campamentos palestinos de L¨ªbano. Pero la altivez y delicadeza de su figura hac¨ªan pensar en el guerrero ¨¢rabe criado en el desierto.
El muchacho ten¨ªa rostro delgado, ojos anchos y brillantes, nariz aguile?a, cuatro pelos en la barba y labios carnosos. Era el que menos sonre¨ªa, pero el m¨¢s coqueto. Enrollaba su cabeza con kefle blanco y rojo, y usaba otro blanco y negro para envolver el cuello. En el hombro izquierdo ten¨ªa trenzadas unas cintas con los colores rojo, verde y negro de la revoluci¨®n palestina.
Llegaron dos fedayin (guerrilleros palestinos) cargados de bolsas de pl¨¢stico. Hubo un intercambio de saludos, "salam aleikum", y aparecieron manzanas y botellas de leche agria. Un veterano con gorro cosaco ofreci¨® una al periodista. "Whisky de Al Fatah", brome¨®.
Cuando los abastecedores abandonaron la posici¨®n, los milicianos shi¨ªes de Amal (Esperanza) que estaban al otro lado arreciaron el fuego.
Se les vio cruzar un descampado a la carrerilla, con esa posici¨®n encorvada que hay que adoptar para sortear los espacios abiertos en las guerras. Llov¨ªa mansamente, y en el barro, los charcos y los escombros, los abastecedores parec¨ªan participar en una absurda carrera de obst¨¢culos.
Los shi¨ªes no les alcanzaron y desaparecieron tras un muro acribillado.La posici¨®n estaba cerca de lo que hab¨ªa sido de Ama] en Magduche. La formaban sacos, escombros y restos de lo que hab¨ªan sido muros de una casa campesina. Los de Amal estaban a unos 100 metros en l¨ªnea recta, parapetados tras ruinas similares. Unos y otros intercambiaban sin tregua r¨¢fagas de metralleta. Los palestinos disparaban de tanto en tanto con una especie de lanzagranadas sovi¨¦tico llamado B-7.
Los shi¨ªes deb¨ªan usar algo parecido, porque cada poco llegaban pepinazos que hac¨ªan saltar esquirlas por todas partes.
El periodista no comprend¨ªa c¨®mo, con aquel intercambio de disparos, no ca¨ªa he rida o muerta una persona por minuto.
Panorama desolador
Para llegar a la trinchera de primera l¨ªnea hab¨ªa que atravesar una especie de t¨²nel infernal. Formado por calles, pasillos, habitaciones, corrales y s¨®tanos. Las detonaciones, tan cerca que parec¨ªa que las provocaba uno mismo, y la premura era muy recomendable. De modo que no hab¨ªa tiempo para detenerse a contemplar el paisaje: restos de comidas, animales dom¨¦sticos sin due?o, muebles reventados, suelos alfombrados por cristales rotos y casquillos de todo tipo de proyectiles, grupos armados que se calentaban en torno a braseros.
Los fedayin que guiaban al periodista hicieron, sin embargo, un alto en la antigua oficina del movimiento shi¨ª. Era un s¨ªmbolo de su victoria en Magduche. All¨ª apuntaron con los kalashnikov a un retrato del ayatola Jomeini, pero no llegaron a dispararle.
Magduche era el pasado martes un derribo empapado. Vac¨ªa ya de sus habitantes, unos 3.000 cristianos que no ten¨ªan arte ni parte en esta guerra, las calles del pueblo eran un decorado fantasmal por el que se mov¨ªan guerrilleros palestinos pegados a las paredes. Todos llevaban uniformes verde o de camuflaje, y muchos eran menores de 18 a?os. Los ¨²nicos veh¨ªculos que circulaban eran una ambulancia de la Cruz Roja, que evacuaba las bajas, y la tanqueta que iba y ven¨ªa con refuerzos.
Hasta all¨ª no hab¨ªan llegado a¨²n los alto el fuego repetidamente proclamados en Damasco por sirios, libios e iran¨ªes. All¨ª se segu¨ªa disparando sin pausa. Las armas pesadas hab¨ªan callado, pero las ligeras segu¨ªan derramando sangre. Magduche era hasta hace menos de tres sema nas una de las pocas localidades libanesas que no hab¨ªan sido afectadas por 12 a?os de guerra Ahora es un nuevo frente.
"Ayer vino aqu¨ª la familia que viv¨ªa en esta casa. Ven¨ªan a recoger cuatro cosas. No fui capaz de mirarles a la cara. Los palestinos podemos entender perfectamen te c¨®mo se sienten los habitantes de este pueblo", manifest¨® Ma her Handi, uno de los comandan tes palestinos en la batalla de Magduche.
"L¨ªbano", explicaba Maher Handi, "es un pa¨ªs sin, Estado Nadie garantiza la seguridad de nuestros refugiados. Aqu¨ª hemos sido masacrados por cristianos, israel¨ªes, sirios y ahora shi¨ªes de Amal. Por eso tenemos derecho a autodefendernos. No es que queramos vivir toda nuestra vida en L¨ªbano. Tenemos una patria y luchamos por volver a ella".
"En esto estamos de acuerdo todas las corrientes. Aqu¨ª luchan partidarios de Yasir Arafat, George Habache, Nayef Hauatm¨¦ y otros dirigentes. En Magduche estamos viendo que nuestra unidad puede solucionar todos los problemas".
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