Ni con Fraga ni sin ¨¦l
NI CON Fraga ni sin Fraga tiene la alianza remedio. ?ste es ya el chascarrillo popular que recorre los mentideros. El hasta hace unas semanas l¨ªder de la oposici¨®n conservadora se fue para favorecer un acuerdo de las fuerzas gen¨¦ricamente consideradas como de centro derecha. La definici¨®n de ese espacio no es, sin embargo, tan obvia como se pretende. En la pr¨¢ctica, Fraga consideraba como centro derecha a todas las fuerzas que se opon¨ªan al Partido Socialista gobernante con excepci¨®n de los comunistas: lo que, en met¨¢fora poco acertada, denomin¨® mayor¨ªa natural. Esa mayor¨ªa deber¨ªa estar compuesta, adem¨¢s de por el partido de Alianza Popular, eje y catalizador del conjunto, por las otras formaciones cobijados bajo el paraguas de Coalici¨®n Popular, m¨¢s los nacionalismos moderados de Catalu?a, el Pa¨ªs Vasco y Galicia y los grupos centristas que encabezan Adolfo Su¨¢rez y Miquel Roca. En su conjunto, esos partidos obtuvieron en las elecciones legislativas del pasado 22 de junio unos ocho millones de votos, el 41% de los emitidos, es decir una cifra comparable a los obtenidos por los socialistas (8,8 millones, el 44%). Esas cifras no suponen una variaci¨®n importante respecto a los resultados de los comicios de octubre de 1982 (41% y 47%, respectivamente). Los sectores de opini¨®n que en v¨ªsperas de las legislativas propugnaron un pacto de todas esas fuerzas como estrategia para desalojar a los socialistas del poder daban por supuesto que entre ellas exist¨ªa suficiente homogeneidad ideol¨®gica y de intereses como para que depusieran, en nombre de ese objetivo com¨²n, cualquier divergencia. Est¨¢ visto que se equivocaron.Tal concepci¨®n constitu¨ªa un reflejo de la interiorizaci¨®n que de la pol¨ªtica ha hecho tradicionalmente la derecha v viene haciendo ahora la izquierda: lo importante es tener mando; lo de menos, las ideas en nombre de las cuales se conquiste. Esa concepci¨®n se ha revelado desastrosa para los intereses de la propia derecha, al entrar en contradicci¨®n con una sociedad que es mucho m¨¢s compleja que la imagen pueril que de ella ten¨ªan esos sectores. Si los partidos centristas y nacionalistas obtuvieron en las pasadas elecciones cerca de tres millones de votos -frente a los cinco millones que obtuvieron las formaciones integradas en Coalici¨®n Popular- fue porque el rechazo del socialismo por parte de ese n¨²mero de votantes no implicaba adhesi¨®n al proyecto encabezado por Fraga. En la hip¨®tesis de que alguno de esos partidos hubiera advertido que se propon¨ªa pactar, tras las elecciones, con Coalici¨®n Popular, muchos de sus votantes potenciales hubieran incluso preferido votar al Partido Socialista. Algunos de los errores que han provocado la crisis actual de la derecha han partido de su incapacidad para entender esa realidad: no existen mayor¨ªas o minor¨ªas m¨¢s naturales que otras. As¨ª, los c¨¢lculos estrat¨¦gicos realizados por procedimientos puramente algebraicos -sumar todo lo que no sea socialismo- corrieron la misma suerte que el c¨¢ntaro de la lechera.
La presencia emblem¨¢tica de Fraga acentuaba la resistencia de sectores moderados a apoyar un proyecto de alternativa encabezado por Alianza Popular. La retirada del l¨ªder supone, por tanto, eliminar un obst¨¢culo para que tal alternativa se desarrolle por extensi¨®n al centro. Ello no significa, sin embargo, que esa condici¨®n sea por s¨ª misma suficiente para que el proyecto adquiera consistencia. Es la pol¨ªtica que ha desarrollado durante estos a?os la derecha aliancista, y en particular su presentaci¨®n como principal fuerza de oposici¨®n al socialismo, lo que ha entrado en crisis, y no ¨²nicamente el liderazgo de esa corriente. La estrategia de oposici¨®n frontal a todas las iniciativas del Gobierno socialista, fuesen buenas o malas, hizo escasa mella en la sociedad espa?ola, escamada de debates ideol¨®gicos y ¨¢vida de una m¨¢s eficaz gesti¨®n p¨²blica. Su postura oportunista ante el refer¨¦ndum sobre la permanencia en la Alianza Atl¨¢ntica se convirti¨® en s¨ªmbolo del fracaso de esa estrategia.
Ese mismo oportunismo asoma tras las grescas entre aspirantes a herederos que est¨¢n animando estos d¨ªas la cr¨®nica pol¨ªtica. Se discute sobre c¨®mo ganar la pr¨®xima vez, no sobre qu¨¦ pol¨ªtica hacer desde la oposici¨®n o qu¨¦ programa presentar a los electores. La gran cuesti¨®n es saber si la dicci¨®n cheli de Hern¨¢ndez Mancha resultar¨¢ m¨¢s o menos apropiada para cautivar al personal, o si es mejor un joven o un viejo, pero apenas o¨ªmos nada sobre las modificaciones a introducir en el bagaje doctrinal y en la oferta pol¨ªtica para adecuarlo al creciente laicismo y a la exigencia de eficacia de la sociedad.
El bipartidismo como sistema, interesadamente alentado por el partido gobernante, encajaba bien en el vocacional canovismo de Fraga, pero se compagina mal con la realidad sociol¨®gica de la Espa?a actual. No habr¨¢, sin embargo, soluci¨®n al problema mientras no haya rectificaciones severas en la ley electoral que hagan v¨¢lido el principio de proporcionalidad consagrado por la Constituci¨®n. Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico ide¨® normas electorales para tratar de perpetuarse en el poder, y lo hubiera logrado si los barones de entonces no se hubieran dedicado al deporte de acuchillarse alevosamente entre todos, como ahora hacen los marqueses de Alianza Popular. El Partido Socialista ha sabido aprovechar la situaci¨®n mientras Fraga, feliz de ser considerado el jefe de la oposici¨®n, ya que no pod¨ªa serlo del Gobierno, colaboraba al espejismo ingenuo del bipartidismo, con lo que contribu¨ªa a consolidar el poder hegem¨®nico de los socialistas. Lecciones todas ellas que la derecha no parece haber aprendido a¨²n, y que Felipe Gonz¨¢lez se sabe de memoria.
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