Amores que matan
La pel¨ªcula ten¨ªa ante s¨ª dos opciones: o la fidelidad a la novela, procurando poner en el centro la estructura laber¨ªntica del discurso sin negar ninguno de los sentidos posibles, o tomar el texto como pretexto, potenciando unos aspectos y prescindiendo de otros, adaptando el filme a las convenciones de un metraje habitual y a las exigencias del gran espect¨¢culo para todos los p¨²blicos, denominaci¨®n que a menudo tiene menos que ver con la edad f¨ªsica del espectador que con su edad cultural o mental.La elecci¨®n misma de Annaud como director es significativa. ?l es responsable de En busca del fuego, una cinta en la que demostraba una gran sensibilidad y talento para filmar la naturaleza o la expresi¨®n f¨ªsica de los instintos humanos. Trasladado al medievo, entre monjes sibilinos que descubren los herejes por la manera en que pronuncian el lat¨ªn, encerrado entre los muros sombr¨ªos de la abad¨ªa, obligado a tratar con peque?os reba?os de hombres en vez de con individuos libres, Annaud se ahoga, no consigue darle al relato el ritmo y el tono adecuados, excepci¨®n hecha de cuando se adapta a sus virtudes -a las del director, no las del relato- o le arrastra la mec¨¢nica del happy end impuesta por guionistas y productores.
El nombre de la rosa
Director: Jean-Jacques Annaud Int¨¦rpretes: Sean Connery, Christian Slater, Murray Abraham, Michel Lonsdale, Valentina Vargas. Gui¨®n: Andrew y Brach, seg¨²n la novela de Umberto Eco. Fotograria: Tonino delli Colli. M¨²sica: James Horner. Coproducci¨®n franco-germano-italiana, 1986. Estreno en cine Roxy.
'Cherchez la femme'
Para la pel¨ªcula, uno de los n¨²cleos de inter¨¦s m¨¢s importantes est¨¢ en la relaci¨®n entre Adso y la mujer. Una vez se han conocido y amado, el filme convierte el destino de la chica en materia de suspense, dedica a ello un buen n¨²mero de planos e incluso cambia el final de la novela para darle una mayor relevancia. Eco describe el descubrimiento del sexo por parte de Adso y a trav¨¦s de esa mujer, que despu¨¦s ser¨¢ acusada de brujer¨ªa, sirvi¨¦ndose de las palabras e im¨¢genes de los padres de la Iglesia, haciendo que Adso se exclame en lat¨ªn: "'O sidus clarum puellarum', le grit¨¦, 'o porta clausa, fons hortorum, cella custos unguentorum, cella pigmentaria'". Para Annaud, ¨¦se es un encuentro sin palabras, una manifestaci¨®n inmediata del deseo, del miedo o del poder de la belleza. El cineasta prescinde del punto de vista de un Adso anciano que rememora lo sucedido y se confunde con la necesidad que sienten los dos j¨®venes de fundirse en un abrazo.Esta manera de conceder protagonismo a la mujer impregna el resto del gui¨®n, y Murray Abraharn o Bernardo Gui, como se quiera, es un inquisidor mucho m¨¢s terrible y desalmado porque se propone quemar en la hoguera a un personaje del que se ha enamorado el narrador, nuestros ojos en la pel¨ªcula. De ah¨ª que el pueblo se insubordine y que, al final, Bernardo acabe de una manera muy distinta a la novela, muerte truculenta que da satisfacci¨®n a las antes mencionadas exigencias del happy end y que confirma la elecci¨®n de la segunda de las opciones.
A Umberto Eco, cuando le preguntaron qu¨¦ opini¨®n le merec¨ªa el filme de Annaud, no quiso pronunciarse. Para ¨¦l eran cosas distintas, que ten¨ªan que valorarse desde exigencias tambi¨¦n distintas, considerando que tan v¨¢lida era la fidelidad profunda como el servirse del original como mero punto de partida.
La cinta de Jean-Jacques Annaud es decepcionante como pel¨ªcula y porque tampoco logra repetir en nosotros el juego intelectual del libro. Por ejemplo, las apariciones de Jorge nunca est¨¢n rodeadas del halo terror¨ªfico y m¨¢gico que merece un ciego que todo lo ve y todo lo controla, y tampoco las discusiones teol¨®gicas poseen la importancia que requiere la presencia de Bernardo Gui, un malvado que no deber¨ªa serlo ¨²nicamente por mandar a la hoguera a las chicas atractivas. El lat¨ªn, del que Eco se sirve como refuerzo autoritario de la veracidad de sus citas, ha desaparecido para no irritar al espectador convencional.
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