Nacho Mart¨ªnez
La importancia de ser actor secundario
El nombre de los secundarios no suele atravesar en l¨ªnea la pantalla como el de las estrellas. Figura en grupos de cuatro o de dos, y si la tropa es mucha se pierde en una interminable hilera. Pero los actores secundarios resultan imprescindibles, a veces incluso apuntalan al protagonista. Y en esa onda se mueve Nacho Mart¨ªnez, asturiano grand¨®n de 34 a?os, con voz cotizada en doblaje, presente en la ¨²ltima hornada de pel¨ªculas espa?olas como La mitad del cielo, El viaje a ninguna parte y Adi¨®s, peque?a.
A la espera del estreno de La ley del deseo, nuevo producto de Almod¨®var, act¨²a en el espect¨¢culo teatral 5 Lorcas 5 y en Di¨¢logo del amargo, que dirige Llu¨ªs Pasqual y donde una vez m¨¢s hace de malo. Por eso sus compa?eros bromean llam¨¢ndole Nicho Mart¨ªnez. Salvo en Tasio, de Armend¨¢riz, su primera pel¨ªcula, en la que era "un pueblerino muy buen¨ªn", sus siguientes pasos por el cine destilaron un cierto olor a siniestro, como en La mitad del cielo, encarnando al trepador que rentabiliza aguantarle los v¨®mitos a Fern¨¢n-G¨®mez, o como el torero especial de Matador.Ahora cuentan con ¨¦l en casi todos los repartos del cine espa?ol, y pr¨®ximamente su rostro ser¨¢ irremediablemente televisivo merced a una serie saga de 26 cap¨ªtulos El olivar de Atocha, pero tuvo tiempos en los que no se las promet¨ªa tan felices, y a punto estuvo de hacer oposiciones y volver a Oviedo. All¨ª hab¨ªa estudiado historia del arte y desfogado sus inquietudes te¨¢trales en grupos universitarios e independientes. Con uno de ellos, Caterva, hizo Ub¨², rey en Madrid, lo que le abri¨® el camino al teatro comercial. Recorri¨® Espa?a un a?o con Mar¨ªa la mosca, y despu¨¦s, el paro.
Para sobrevivir en la capital se emple¨® de camarero de bodas y banquetes. No le pillaba de sorpresa, pues "ya hab¨ªa trabajado en un chigre cuando era universitario", pero al pasar los meses y tener como ¨²nico acercamiento teatral las cenas medievales en castillos y en la Plaza Mayor, le entr¨® un agobio tremendo.
La lucecita al final del t¨²nel fue el doblaje. Su magn¨ªfica voz termin¨®, al cabo de cuatro a?os, dando acento espa?ol a Richard Chamberlain, George Peppard, Richard Gere o Fabio Testi, pero al principio personific¨® a Jolly Jumper, el caballo de Lucky Luke. "Eso me dio mucha confianza en m¨ª mismo", afirma, "pues comprend¨ª que si era capaz de levantarme todos los d¨ªas a las ocho de la ma?ana y marchar al estudio a relinchar, ya ser¨ªa capaz de hacer cualquier cosa".
A Nacho Mart¨ªnez, que reivindica "los apellidos de cada uno, aunque no sean art¨ªsticos", no le preocupan las categor¨ªas de figura o secundario. No se pega por un qu¨ªtame all¨¢ esa letra en los t¨ªtulos de cr¨¦dito, "porque lo que importa es el trabajo". "Yo me lo paso bien con lo que hago; estoy tranquilo. No vivo lo de ser actor de una forma crispada. Es como cualquier otro oficio, salvo que trabajas con tu propio cuerpo en vez de con otra herramienta", dice, y se r¨ªe al recordar c¨®mo luchaba con los platos escurri¨¦ndosele por el brazo o c¨®mo aguantaba el tipo recitando en castellano antiguo entre el chocar de los tenedores y las alabanzas al asado de los comensales.
A pesar de haber navegado tanto entre comida, no est¨¢ harto, le encanta cocinar y donde quiera que va se interesa por las cuestiones gastron¨®micas. "Dormir, comer y leer es lo que m¨¢s me gusta, aparte de estar con los amigos y fugarme a Asturias para oxigenarme".
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