La ofrenda

En m¨¢s de una ocasi¨®n he querido dirigirme a usted, como director del diario del que soy asiduo lector, con el fin de que publique mi, a mi modo de ver, razonada disconformidad con la forma en que regularmente se viene haciendo la ofrenda nacional al ap¨®stol Santiago. Yo no tengo ning¨²n reparo en que l¨ªderes religiosos afines a la creencia cat¨®lico-romana practiquen esa ofrenda en nombre del colectivo que participe de la misma creencia , pero eso de darle car¨¢cter absolutamente nacional a este hecho me parece completamente equivocado. Espa?a, dice la Constituci¨®n, es un Estado aconfesional, y, como tal, los representantes pol¨ªticos y militares que en ese momento asumen la representaci¨®n nacional, en una ofrenda que s¨®lo deber¨ªa tener car¨¢cter espiritual, equivocan su funci¨®n, a no ser que lo hagan a t¨ªtulo exclusivamente personal, como cualquier creyente; pero todos sabemos que no es ese el tono ni el car¨¢cter de la referida ofrenda. De una vez por todas, que se acostumbren los representantes religiosos, militares, culturales, etc¨¦tera, a no representarnos en materias que, si acaso, tan s¨®lo tienen car¨¢cter espiritual, puesto que para muchos espa?oles, entre los que me encuentro, carece de valor tal representaci¨®n. Y, por otro lado, como acto religioso que es, que los representantes religiosos asuman exclusivamente esa responsabilidad, sin darle por ello car¨¢cter nacional. Como dice el Evangelio, "al c¨¦sar lo que es del c¨¦sar y a Dios lo que es de Dios".-