Yalta no se toca
Se ha llevado a cabo, sin vencedores ni vencidos, la normalizaci¨®n de las relaciones ¨ªtalopolacas, que se hab¨ªan enfriado a partir de la imposici¨®n del estado de guerra en Polonia el 13 de diciembre de 1981. En el brindis dirigido al presidente del Gobierno, Bettino Craxi, el general Jaruzelski prefiri¨® hablar de relaciones que hab¨ªan sufrido "perturbaciones", y a?adi¨® que ello hab¨ªa provocado "notables limitaciones y retrasos, sobre todo en la esfera econ¨®mica". El l¨ªder polaco asegur¨® que todo esto hab¨ªa sido negativo no s¨®lo para su pa¨ªs, sino tambi¨¦n para Italia, y que por este motivo es importante que de ello "se pueda hoy hablar ya conjug¨¢ndolo en pasado".En definitiva, el deshielo entre Polonia e Italia significa un buen negocio para ambas partes. Y es dificil no estar de acuerdo cuando un empresario inteligente como Gianni Agnelli firma un megacontrato de m¨¢s de 200.000 millones de pesetas con Polonia, a lo que hay que a?adir la creaci¨®n de numerosas industrias mixtas.
Todo esto, dicen generosamente los dirigentes italianos y polacos, para llevar adelante un proceso de integraci¨®n entre las dos Europas, esencial para el mejoramiento de las relaciones entre el Este y el Oeste y tambi¨¦n para la consolidaci¨®n de la paz. Una paz, ha dicho significativamente el general Jaruzelski a Craxi, deseada "por la incansable actividad de su santidad el papa Juan Pablo II. Con esto estar¨ªa dicho todo. O casi.
El general Jaruzelski, al convertirse de hecho en el presidente de la Rep¨²blica Popular de Polonia y arrinconar en el armario su uniforme de general, se ha olvidado de su comunismo militar del principio para ofrecer una imagen burguesa de su r¨¦gimen.
Y, sin embargo, no obstante la indignaci¨®n de quien no se olvida de las esperanzas del verano de Solidaridad, sola y ¨²nica voz libre en medio siglo de historia de los trabajadores polacos, el general Jaruzelski puede estar contento.
Los resultados obtenidos con su visita a Italia y al Vaticano son francamente positivos, y puede hasta a?adir que los adversarios de ayer se ven hoy constre?idos a reconocer que la salvaci¨®n de Polonia, a¨²n azotada por una crisis econ¨®mico-social preocupante, se basa en la supervivencia del r¨¦gimen. Un r¨¦gimen que hoy puede decir que los a?os del aislamiento se han acabado y que Polonia, como impone el crudo realismo de la pol¨ªtica, queda en el papel que le ha impuesto la geograf¨ªa m¨¢s que las decisiones libres de sus ciudadanos.
Cartas para la normalizaci¨®n
En Italia, de hecho, aparte de las cansadas protestas de algunos grupos de opini¨®n de una y otra parte del T¨ªber, el general Jaruzelski ha obtenido mucho m¨¢s de Craxi que del Papa. Se ha visto reconocer, no s¨®lo la evidencia de un Estado de hecho irreversible, ya que, como ha dicho el mismo general, "Yalta no se toca", sino tambi¨¦n la oportunidad de sus iniciativas en el marco actual de las relaciones internacionales. Es decir, que Jaruzelski regresa ahora a Polonia con m¨¢s cartas para volver a proponer a sus recalcitrantes conciudadanos la normalizaci¨®n interna que le parece oportuna incluso a Italia, que asegura adem¨¢s que habla en nombre de toda la Comunidad Europea.
Cuando los polacos discuten entre ellos, y quiz¨¢ aun m¨¢s cuando se encuentran polacos e italianos, la memoria hist¨®rica acaba imponi¨¦ndose. De ah¨ª que Juan Pablo II haya calificado de "hist¨®rico" su encuentro con el general Jaruzelski. De ah¨ª tambi¨¦n que, en sus entrevistas, Craxi y Jaruzelski hayan recorrido la historia de Italia y Polonia refiri¨¦ndose a las batallas comunes. Y esto significa algo. No han eliminados los recuerdos, pero tampoco de ambiciones comunes.
Recuerdos hist¨®ricos comunes, relaci¨®n especial entre Roma y Varsovia, posiciones pol¨ªticas y geogr¨¢ficas, por as¨ª decirlo, de frontera ofrecen a italianos y polacos, a juicio de sus dirigentes, oportunidades particulares para desarrollar un papel de cremallera, o por lo menos de terreno ¨²til de experimentaci¨®n de nuevos equilibrios europeos. Polacos e italianos no carecen ciertamente de fantas¨ªa, y escuch¨¢ndolos resulta dif¨ªcil distinguir el incierto espacio que, como tierra de nadie, divide las esperanzas o las ambiciones de la realidad.
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