El cambio, todav¨ªa
Si, repuesto de sus recientes viajes por el Mediterr¨¢neo, Felipe Gonz¨¢lez dedica a la meditaci¨®n el descanso dominical de hoy, no tendr¨¢ dificultades en descubrir los perfiles de la crisis pol¨ªtica que padece este pa¨ªs. No es todav¨ªa una crisis institucional, aunque puede serlo, ni est¨¢n sonando las trompetas del Apocalipsis. No se ve amenazada a corto plazo la mayor¨ªa parlamentaria y la econom¨ªa ofrece signos de buena salud, aunque no todos los bolsillos sean testigos de ello, y las cifras del paro son abrumadoras ?De qu¨¦ crisis me hablan entonces?, podr¨ªa preguntarse a s¨ª mismo, en la tentaci¨®n recrecida de suponer que los peri¨®dicos y la calle exageran, dado que la mayor¨ªa social sigue apoy¨¢ndole. Pero en realidad este pa¨ªs no est¨¢ siendo gobernado, esa mayor¨ªa social no es atendida y el sistema de representaci¨®n pol¨ªtica sigue contribuyendo a la reedificaci¨®n de las viejas dos Espa?as: la real y la oficial. Por eso, el movimiento estudiantil recoge simpat¨ªas cada vez m¨¢s amplias, en tanto que simboliza un estado de ¨¢nimo mucho m¨¢s general.Si bien lo mira, el presidente Gonz¨¢lez tiene ante s¨ª un panorama nada halag¨¹e?o: ni en la pol¨ªtica interior, ni en la exterior ni en la econ¨®mica, parece efectivamente existir una conducci¨®n. La presencia de los estudiantes en la calle y de los polic¨ªas disparando contra ellos no es la mejor prueba de imaginaci¨®n pol¨ªtica. Y el mes de enero ha transcurrido sin que dos grandes temas pendientes hayan progresado lo m¨¢s m¨ªnimo. Me refiero a la cuesti¨®n de Euskadi y a los interrogantes en torno a la sucesi¨®n de Fraga. En ambas cosas, se me dir¨¢, no son los socialistas principales responsables (y no lo son en absoluto de las luchas fratricidas en AP). Pero s¨ª se les puede acusar de coautores de muchos de los yerros que las han originado.
Igual o m¨¢s preocupante es la situaci¨®n en los asuntos exteriores. El Gobierno se enfrenta casi a la vez con Estados Unidos, con el Reino Unido y con Marruecos en batallas de las que reiteradamente sale poco airoso. Al mismo tiempo, a los socialistas se les ha indigestado la derrota en el Parlamento Europeo haci¨¦ndoles vomitar toda clase de declaraciones est¨²pidas o arrogantes, seg¨²n los casos, sobre el valor del patriotismo y cosas de ese g¨¦nero. El resumen es que la cuesti¨®n de Gibraltar est¨¢ peor que estaba; Hassan reclama en p¨²blico a don Juan Carlos sobre Ceuta y Melilla, y -por mor de la negociaci¨®n sobre las bases- nos encontrarnos en conflicto con quien sobre el papel resulta ser nuestro principal y m¨¢s poderoso aliado.
Por ¨²ltimo, en la pol¨ªtica econ¨®mica. hemos asistido a un espectacular enfrentamiento en el seno del Ministerio de Econom¨ªa con motivo de las afirmaciones y los desmentidos en torno a una pr¨®xima reconversi¨®n industrial, sin que del sonrojante espect¨¢culo de contradicciones que los responsables gubernamentales han protagonizado se haya derivado consecuencia alguna para nadie.
Mientras estas cosas suceden, el Parlamento est¨¢ cerrado todav¨ªa, y el portavoz del Ejecutivo no ha dado una sola conferencia de prensa en lo que va de mes, con lo que todo lo que la opini¨®n p¨²blica percibe son frases inconexas, extra¨ªdas de las comparecencias junto a visitantes extranjeros de Felipe Gonz¨¢lez o de comentarios ocasionales en sus viajes. Hemos vuelto a leer entre l¨ªneas los discursos oficiales como no se hac¨ªa desde a?os atr¨¢s, por ver si as¨ª nos enteramos de algo de lo que pasa. Y tambi¨¦n de algo de lo que piensa un presidente de Gobierno que tiene desde hace d¨ªas la capital de su pa¨ªs casi paralizada por miles de adolescentes sin que d¨¦ la cara nadie que tenga rango de representaci¨®n pol¨ªtica, o sea, que haya sido elegido por los ciudadanos para gobernarles.
Cuando digo que esta acumulaci¨®n de hechos configura una crisis pol¨ªtica no es, sin embargo, porque la suma de realidades m¨¢s o menos graves arroje un resultado insoportable para el Gobierno, sino porque las m¨¢s de ellas se derivan de -o ponen al descubierto- los defectos del sistema de representaci¨®n y de relaci¨®n entre Gobierno y gobernados en nuestro pa¨ªs. Estos defectos ata?en, por un lado, al funcionamiento de las leyes electorales y del reglamento de las Cortes, que desfiguran la representaci¨®n parlamentaria y aniquilan casi totalmente su efectividad. El barullo en el que se halla inmersa la derecha es, en gran parte, fruto de la pertinaz pol¨ªtica de Gonz¨¢lez y Fraga tendente a implantar un bipartidismo imposible en un pa¨ªs que se rige constitucionalmente por el sistema proporcional. El mantenimiento de esa pol¨ªtica -con su exigencia en los comicios de listas cerradas y bloqueadas-, la f¨¦rrea disciplina interna de los partidos y la devaluaci¨®n del papel de las Cortes que establece su propio reglamento ha llevado a ¨¦stas a convertirse en algo cada d¨ªa m¨¢s ajeno a los intereses populares. Por eso no puede sorprendemos tampoco la incapacidad de los socialistas para resolver una situaci¨®n como la vasca, que las urnas se encargan de dise?ar de manera diferente a la que ellos imaginan de antemano. ?D¨®nde han quedado las apresuradas proclamas de Jos¨¦ Mar¨ªa Benegas present¨¢ndose como inevitable lendakari la misma noche de las elecciones y las exageradas promesas de un nuevo amanecer en Euskadi de la mano de un Gobiemo dirigido por el PSOE?
Pero si todo conspira para mantener al Parlamento alejado, a un tiempo, de las gentes y del control de los actos pol¨ªticos, no es por casualidad. Esa misma situaci¨®n se reproduce en el seno de los partidos, y notablemente en el del socialista, donde su monolitismo evita todo debate que irrite al poder. Y en la opini¨®n p¨²blica, abrumada desde hace d¨ªas por la constante presencia de Felipe Gonz¨¢lez en los telediarios, aunque de esa presencia no se derive nunca una respuesta o una aclaraci¨®n a los interrogantes de la calle. El PSOE es, por lo mismo, cada d¨ªa m¨¢s, una m¨¢quina de ganar elecciones o de generar empleos pol¨ªticos, y cada d¨ªa menos, un lugar de definici¨®n o de reflexi¨®n sobre c¨®mo y para qu¨¦ se ha de gobernar. O sea, que no es sorprendente que el poder se explique tan poco -y tan mal- sobre lo que est¨¢ sucediendo. Basta suponer que en realidad no tiene gran cosa que decir. Pero si fuera del PSOE todo es desierto y confusi¨®n, y dentro, silencio, miedo o estupor, habr¨¢ que convenir entonces que es verdad lo de la crisis. Por decirlo en dos palabras: no sabemos bien ad¨®nde se dirige el Gobierno, o si es que se dirige a alguna parte.
Si esto fuera una autocracia, la cosa no ir¨ªa m¨¢s all¨¢. Pero un gobernante dem¨®crata necesita el apoyo y la comprensi¨®n de la opini¨®n p¨²blica tanto o m¨¢s que el triunfo matem¨¢tico en las urnas. Hay demasiados s¨ªntomas de que los dirigentes socialistas son presas de una creciente tendencia al aislamiento de la sociedad civil. Se muestran, a las claras, temerosos del fortalecimiento de ¨¦sta, en cuanto supone una limitaci¨®n del poder, y han sido, en cambio, muy proclives al reforzamiento del aparato del Estado y a su instrumentaci¨®n. De manera que triunfan en palacio, pero pueden perder la calle. Si la protesta de los estudiantes re¨²ne una gran cantidad de asentimiento social, no es s¨®lo porque son j¨®venes o porque sus reivindicaciones resulten atrayentes. Muchos adultos ven, sin duda, en ellos el anuncio de un tiempo diferente e imparable. ?se que el hoy presidente del Gobierno defini¨® un d¨ªa con el entusiasmo y el ¨¦nfasis del cambio, quiz¨¢ en la creencia ingenua -o pretenciosa- de que tambi¨¦n esto, el cambio mismo, pertenec¨ªa al exclusivo acervo de su pol¨ªtica y de su partido.
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